Iman Pérez: “Nadie se enfada cuando un dentista hereda la consulta de su padre. Tarantino no va a elegirte por ser la hija de no sé quién”
La hija del director y actor Vincent Pérez y la guionista Karine Silla nació entre cámaras y creció domándolas. Ahora es su imagen la que habla por ella
El 1 de enero de 2023, Salma Hayek la miró a los ojos y le dio un consejo: “Iman, te apellidas Pérez y pareces mexicana o española: ponte ya a aprender español y búscate un agente en España”. Lo segundo lo consiguió y lo primero continúa en marcha. La veinteañera está cumpliendo la profecía que el padre de su hermana formuló cuando se acercó a los suyos tras asistir a una función escolar. “Esta niña”, les anunció Gérard Depardieu, “va a ser actriz”. Ellos ya lo sabían. Aquello era lo único que Iman repetía cuando le preguntaban qué quería ser de mayor. Le insistían en que tuviera paciencia. Al...
El 1 de enero de 2023, Salma Hayek la miró a los ojos y le dio un consejo: “Iman, te apellidas Pérez y pareces mexicana o española: ponte ya a aprender español y búscate un agente en España”. Lo segundo lo consiguió y lo primero continúa en marcha. La veinteañera está cumpliendo la profecía que el padre de su hermana formuló cuando se acercó a los suyos tras asistir a una función escolar. “Esta niña”, les anunció Gérard Depardieu, “va a ser actriz”. Ellos ya lo sabían. Aquello era lo único que Iman repetía cuando le preguntaban qué quería ser de mayor. Le insistían en que tuviera paciencia. Alguien como ella no podía abalanzarse sobre cualquier oportunidad. La hija del director y actor Vincent Pérez y la guionista Karine Silla, en cuya última película conjunta, Une affaire d’honneur, participa, debía escoger sus trabajos con cautela. Acumular líneas en el currículo, en su caso, no le regalaría prestigio.
Ella era consciente. A Iman, lo reconoce, no se le tolerará la mediocridad. “Si ya eres conocida las críticas serán más severas. Tienes que dar el 110%. Alguien que no lo es puede quedarse en el 80%. Mentalmente es agotador tener que estar justificándote todo el tiempo. Cuando era pequeña me resultaba muy duro. Por eso quería esperar hasta que tuviera más formación como actriz. Quería estar muy preparada”. Las palabras nepo baby, o sea, “hija de”, salen solas de sus labios. Le incomoda lo selectivo del fenómeno, que la lupa parezca dirigirse solo a los retoños de los artistas. “Haces lo que conoces. Pasa en todas las industrias. Creo que la diferencia es la de ser famoso. Nadie se enfada cuando un dentista hereda la consulta de su padre. Me parece injusto. Pero, en cualquier caso, Tarantino no va a elegirte porque seas la hija de no sé quién. Debes ser buena. Nadie quiere destrozar su película porque el actor principal no sepa actuar”. Admite, no obstante, las ventajas de la popularidad heredada. Abre puertas e intercepta la atención. “Ayuda porque conoces a más gente, pero no sé, yo también he pasado semanas en las que no tenía dinero para pagar mi comida o la de los caballos. Si fuera tan fácil, llevaría ya 15 películas hechas”.
Aquellos caballos que debía alimentar se encargaron de que permaneciera sobre la pasarela. Las campañas de moda le financiaban las horas de equitación, los viajes a las competiciones de salto. Fue el deporte con el que, tras renunciar al tenis, al esquí o al ballet, al fin, había decidido comprometerse. “Si empiezo algo tengo que intentar alcanzar el nivel más alto. Sin ellos no habría aprendido a ser tan organizada con el tiempo y con el dinero. A los 15 años mis padres me dijeron: ‘Iman, si quieres continuar con esto, vas a tener que pagártelo tú’. Dejé de montar durante seis meses, trabajé mucho, llamé a todas las marcas posibles proponiéndoles que me patrocinaran y encontré dos que han estado conmigo hasta mi última competición, en la pandemia”. Los horarios se habían vuelto incompatibles. Algún día, confía, regresará al salto. Echa de menos a los animales, pero sin una meta, apostilla, se esfuma la diversión.
A las cámaras llegó desde Saint Germain. “En el restaurante La Société, [el fotógrafo] Peter Lindbergh estaba sentado en una mesa cercana y mi padre fue a saludarlo. Yo dije ‘hola’ desde mi sitio porque me daba vergüenza y él preguntó con qué agencia de modelos trabajaba porque quería hacerme fotos. Yo pensé: ‘Lo típico, lo ha dicho, pero no lo va a hacer’. Pero lo hizo. Y después me fotografió Paolo Roversi. Tengo aquí [enseña la muñeca] una pe tatuada por ellos”. Entonces la diversión estaba en casa. Viajaba por México o Canadá para acompañar a su padre en los rodajes y en el colegio internacional al que asistía en París sus compañeros rotaban con frecuencia. Hermanos y primos formaban el núcleo de su pandilla. Y del edificio en el que vivían. Compartían portal con sus tíos, la productora Virginie Silla y el director Luc Besson. “Algo africano de nosotros es que estamos muy centrados en la familia. No pasamos mucho tiempo separados y si nos invitan a algo, allí nos plantamos todos”.
Por el árbol genealógico de la familia Pérez Silla, arraigado en Francia, corre sangre suiza, alemana, senegalesa y española. “Crecimos hablando inglés, pero todos sabemos alemán y francés. Mi padre y yo somos los más españoles. Desayunamos pan con tomate y de mis hermanos soy la única que habla español. Antes iba a Valencia para entrenar y ahora, a ver a mi abuelo. En Senegal, de donde es mi madre, pasamos un mes al año”. En su biografía se arremolinan países, culturas, idiomas, artes.
Su origen, su trabajo como actriz y, sospecha, la sintonía en la concepción de la elegancia, desenfadada y natural, han captado la atención de Chanel, para cuya precolección otoño-invierno 2023-2024 cede rostro y actitud. Desfiló para la maison en Dakar y en Dubái, donde conoció a Virginie Viard, directora creativa de la firma. Cuando no le toca trabajar, contempla, como embajadora, los desfiles desde la primera fila. En 2021 se convirtió en una de las protagonistas de The Chanel Iconic, el corto sobre el bolso 11.12 que dirigió Sofia Coppola. Ante su cámara querría ponerse de nuevo. También frente a la de Baz Luhrmann. De Moulin Rouge, asegura, puede “escribir el guion de memoria”. En aquella Nicole Kidman encontró su línea de partida y en Angelina Jolie, la de meta. “Tiene un Oscar, pero es una actriz brillante y por eso se ha olvidado que su padre también logró uno. Nepo baby no significa que no vayas a tener talento. Yo también quiero demostrar de qué estoy hecha”.