De la siesta digital al tuiteo consciente: ideas para que no te traguen las redes
Es posible estar conectado y, al mismo tiempo, atento al momento presente. Inténtalo con esta guía.
Ni siquiera durante esos siete días bíblicos en los que se creó el mundo sucedían tantas cosas como ahora. Esa es la sensación cuando nos enfrentamos a una de esas jornadas en las que la información nos torpedea sin piedad. ¿Exageramos? Según dijo hace un tiempo el entonces presidente de Google, Eric Schmidt, en dos días se construye tanta información como la que creó toda la humanidad desde el principio de la civilización hasta 2003. Y suma y sigue.
En cuestión de un par de horas un usuario medio recibe un buen puñado de actualizaciones de Facebook, docenas de tweets, varios e-mail...
Ni siquiera durante esos siete días bíblicos en los que se creó el mundo sucedían tantas cosas como ahora. Esa es la sensación cuando nos enfrentamos a una de esas jornadas en las que la información nos torpedea sin piedad. ¿Exageramos? Según dijo hace un tiempo el entonces presidente de Google, Eric Schmidt, en dos días se construye tanta información como la que creó toda la humanidad desde el principio de la civilización hasta 2003. Y suma y sigue.
En cuestión de un par de horas un usuario medio recibe un buen puñado de actualizaciones de Facebook, docenas de tweets, varios e-mails, algún sms y unos cuántos mensajes de WhatsApp, dependiendo de lo pesada que sea su pareja. En España, un estudio de Mc Kinsey indica que pasamos 68 minutos diarios en las redes sociales y que somos los que más tiempo dedicamos a hacer vida social online.
Nunca antes nos habíamos enfrentado a tantas fuentes de información al mismo tiempo. Pero las distracciones no son, obviamente, nada nuevo. He aquí un ejemplo: la congregación de Jonathan Edwards, un pastor que vivió en el siglo XVII en la Norteamérica colonial, seguramente no tenía muchos iPhone a mano. Sin embargo, el puritano Edwards mostraba en sus sermones una gran preocupación por las distracciones a las que estaban sometidos sus fieles, según señala Kathryn Reklis, del New Media Project. En lugar de pasar su tiempo de ocio contemplando la naturaleza, rezando o leyendo las escrituras, Edwards –al igual que sus contemporáneos– se lamentaba de que sus fieles prefiriesen “retozar en la taberna” o “caminar por la noche”. Semejante aberración.
Seguramente hay más posibilidades de tropezar con lo divino cuando uno no está conectado a Facebook. Pero lo que no está tan claro es que sea más fácil apagar el iPhone que pasar de “retozar en la taberna”.
La tentación de descuidar lo que tenemos delante es grande. Nada más triste que sentarse al lado de una de esas parejas que pasan la comida tecleando como posesos en sus respectivas pantallas. ¿Se pedirán la sal con un tweet? Y nada más molesto que esos compañeros de viaje que no paran de tomar fotos con el móvil para subirlas a su perfil de Facebook. El resultado es que la experiencia de estar en el momento se superpone con la de compartirlo: o compartes el momento o estás enteramente presente, las dos cosas no pueden producirse simultáneamente. He aquí, pues, el primer consejo: experimenta ahora, comparte después.
El experto en redes sociales Doug Firebaugh identifica siete necesidades psicológicas que aparecen cuando iniciamos una sesión: reconocimiento, atención, aprobación, apreciación, aclamación, seguridad en uno mismo e inclusión. Pregúntate, pues, cuál es tu intención cuando envíes el próximo mensaje. ¿Buscas validación? ¿Hay algo más constructivo que puedas hacer para cubrir esa necesidad?
De ahí a la siguiente recomendación hay un paso: sé auténtico, y habla sobre las cosas que realmente te importan. “Los tweets lanzados desde el ego siempre tienen una agenda; la autenticidad se comunica desde el corazón”, dice Lori Deschene, autora del popular TinyBuddha.
Si nuestra atención es el mayor regalo que podemos hacer a los otros, como se suele decir, las redes sociales nos permiten ser muy, pero que muy generosos. Claro que no es posible responder a todo el mundo. La ingeniería social es hoy tremendamente complicada. Hay montones de manuales sobre cómo salir al paso, pero quizá no hay que complicarse tanto la vida: respondamos menos, pero hagámoslo con nuestra atención total.
Para conseguirlo es importante ser activo, en lugar de reactivo. Es decir, determinar de antemano cuándo te vas a incorporar a una conversación en lugar de estar constantemente reaccionando a las numerosas alertas que recibes en tu ordenador o tu teléfono sobre tus cuentas en redes sociales. Esto es especialmente importante en un momento en que, como indica Lee Rainie, director del Pew Research Center, “la casa ha invadido el trabajo y los asuntos de trabajo han invadido la casa, y las fronteras probablemente nunca se restaurarán”.
Para crear esa separación, por difícil que resulte, es imprescindible racionar el uso de dispositivos móviles o, mejor todavía, echarse alguna que otra siesta digital. Como señala Deschene, “si decides limitar el acceso a tu móvil te perderás algo online, pero no te perderás lo que tienes delante de ti”. Y de eso se trata, ¿no?