‘Sexting’, sobrecomunicación y horribles malentendidos: cómo llevar una relación a distancia en la era de Internet

La tecnología y el modo en el que nos movemos han mejorado muchos aspectos de vivir en un lugar diferente al de tu pareja. Aun así el camino es espinoso y solo si se navega con acierto es posible un horizonte juntos

Una escena de la película '10.000 KM', donde una pareja navega por una difícil relación a distancia.Broad Green Pictures / Everett Collection / CORDON PRESS

Marianne y Connell están sentados en el suelo uno frente al otro: él decide marcharse a Nueva York al haber ganado una beca de literatura, pero ella no quiere renunciar a sus planes y a su vida en Reino Unido. Tras años de idas y venidas que enamoraron a toda una generación, los protagonistas de la serie Normal People ―adaptación del libro de Sally Rooney―, mantienen un diálogo difícil de olvidar: “Me iré”, dice Connell. “Y yo me quedaré. Y estaremos bien”, responde ella. Efectivamente, es posible que, como en su caso, no exista un futuro posible si la relación es a distancia. Sin embargo, otros deciden intentarlo y muchas veces no sale nada mal: “La clave es que los valores de los dos miembros de la pareja sean compatibles y que se tomen decisiones en equipo para poder llevar una vida común del tipo que sea, a distancia o presencial” plantea Silvia Sanz, psicóloga, sexóloga y escritora de Sexamor.

Ciertamente, en el amor moderno las relaciones a distancia están a la orden del día. Un conjunto de circunstancias desafortunadas como la precariedad o una cadena de crisis económicas, y otras favorables como la lucha por los sueños propios obligan, en muchas ocasiones, a tener que separar los caminos temporalmente. Hoy este distanciamiento no se percibe como en la Odisea, donde Penélope se pasa los días tejiendo y esperando a que Ulises vuelva de su travesía, ni tampoco como en todas esas películas bélicas en las que el hombre se va a la guerra, envía cartas y no sabe si volverá. Actualmente se hacen videollamadas, sexting e incluso se cocina la misma receta a la vez: “Gracias a la tecnología y a la facilidad de los desplazamientos es más probable que aceptemos tener relaciones a distancia. En este momento estamos más dispuestos a marcharnos de nuestro hogar si eso va a suponer tener una mayor calidad de vida o ejercer de aquello que hemos estudiado. Además, como también se ha retrasado el momento de formar una familia, es más posible que se apueste por lo profesional”, comenta Montse Cazcarra, psicóloga, terapeuta de pareja y autora de Amor sano, amor del bueno.

Sigue sin ser un camino de rosas (pero es menos espinoso)

A pesar de que estas relaciones sean más frecuentes que décadas atrás, según Silvia Sanz continúan planteando complicaciones como los celos, la dificultad para gestionar las discusiones y la sensación de soledad. Afortunadamente, ahora hay tácticas y consejos para paliarlas: “Se puede mantener el amor y la llama de la pasión gracias a todos los medios digitales de los que disponemos. Por otra parte, cuando existan problemas de comunicación, es esencial buscar el momento adecuado para abordarlos e intentar hacer videollamadas para no malinterpretar el tono de los mensajes. También hay que tratar de mantener una comunicación constante y reforzar todo aquello que une a la pareja”, aconseja la experta. Eso sí, es importante no obsesionarse con estar en permanente contacto cayendo en una sobrecomunicación controlador y tóxica.

A pesar de esta larga lista de responsabilidades hay quien sabe sacarle el lado positivo a este tiempo separados: “Es posible ver la cara amable de esta circunstancia si las dos personas son muy celosas de su independencia. En otros casos, puede ayudar a echarse de menos y revivir esa luna de miel del principio de la relación”, comenta Montse Cazcarra.

No obstante, indica la especialista, esta situación sigue debiéndose más a una cuestión de resignación ―porque no queda otra―, que de preferencia. El estudio social elaborado por 40dB para El País y La SER, La percepción del amor (2022), evidenció que las nuevas generaciones están más dispuestas a desplazarse por su pareja. Un 72,4% de los encuestados pertenecientes a la Generación Z y un 62,1% de los Millenial vivirían en otra ciudad por amor; un 55,8% de los Z y un 46,2 % de los Millenial se mudaría a otro país. Sin embargo, solo un 57,1% de los Baby Boomers cambiaría de ciudad y un 40,5% se iría al extranjero. Por tanto, esta separación no parece deberse a una falta de interés, sino a condicionantes económicos. Y es que, según la EPA del primer trimestre de 2024, 353,9 mil personas de entre 25 y 29 años y 290,2 mil de entre 30 y 34 están en el paro.

¿La tecnología es la solución?

Independientemente de la década en la que se viva, una relación de este tipo requiere una implicación mayor, ya que obliga a crear momentos íntimos que no pueden surgir espontáneamente. Si bien existen los medios, sigue siendo crucial la voluntad personal: “Una pareja puede charlar mientras hace la cena, pero a distancia ese espacio de compartir no existe. Como no se dan este tipo de situaciones que permiten conectar de forma orgánica, hay que hacer el esfuerzo de buscarlos”, señala Montse Cazcarra.

Además, la necesidad de este tipo de contacto puede ser distinta para cada miembro de la relación, ya que los ojos del que se va a veces observan cosas muy diferentes a las que mira el que se queda. Ejemplo de ello son los protagonistas de 10.000 km (Carlos Marqués-Marcet): Alex ha conseguido una beca en Los Ángeles y recibe muchos más estímulos que Sergi, que se queda en Barcelona y observa todos esos espacios en los que suele habitar el otro y en los que ahora hay un hueco. Muchas veces no se ponen de acuerdo, lamentan la diferencia horaria, discuten y se decepcionan, pero, al fin y al cabo, tratan de buscar soluciones y se esfuerzan por tener momentos de intimidad. La situación no es sencilla para ninguno de los dos: “Aunque esta percepción sea relativa, es cierto que para el que se va todo es nuevo y puede vivir la incertidumbre como una aventura, pero también con ansiedad por perder lo conocido. En cambio, para el que se queda todo se mantiene igual y, aunque en principio es más cómodo, falta la persona con la que se comparte el día a día”, explica Silvia Sanz.

En definitiva, ¿hay una fórmula mágica, además de las aplicaciones para parejas, los mensajes de buenas noches, las llamadas eternas y seguir la misma serie? Probablemente los ingredientes de la receta sean variables, pero para muchos la clave está en una fecha: “Las relaciones a distancia se pueden posponer más o menos tiempo en función de las decisiones de cada uno y de las dificultades de la vida, pero es importante definir un horizonte de fin para prosperar. Es esencial vivir el aquí y ahora, pero tener planes y proyectos comunes pueden ayudar a minimizar este problema”, comenta Silvia Sanz.

Durante la pandemia de COVID-19 se lamentó mucho la distancia de seguridad. El afecto en la nueva normalidad pasaba por contárselo todo a través de la pantalla, mandarse fotos poniendo morritos y hablar con esperanza de todos los planes que se harían cuando todo volviera a ponerse en su sitio. La tecnología ayudó ―y mucho―, a sobrellevar esta situación, aunque nadie se imaginaba así la vida a largo plazo. Al menos no ininterrumpidamente. Sobre ello se compusieron canciones, se escribieron libros y emotivos cierres de telediario. Hace décadas las relaciones a distancia rozaban lo platónico y convertían al ser amado en un sueño o una idealización. En este momento, la tecnología y la divulgación sobre psicología son dos herramientas que permiten que estas relaciones puedan gestionarse de una forma mucho más sostenible, saludable y posible. No obstante, la mayoría sigue anhelando ese abrazo en el que refugiarse y sentirse en casa cuando acaba el día.

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