¿Por qué lloramos en los aviones? lo que le pasa al cuerpo y la mente para sentirse tan triste en las alturas
Tres expertas explican los motivos físicos y psicológicos por los que formar parte del Mile Cry Club (el club del llanto) es habitual
Bebés que sollozan y patalean. Personas que se santiguan al despegar. Jóvenes que aplauden al aterrizar… Y gente que llora. Estas son algunas de las estampas habituales en los aviones. Hoy, vamos a centrarnos en la última. Mientras que quienes forman parte del denominado Mile High Club (el club de una milla de altura) son los que ha mantenido en alguna ocasión relaciones sexuales en una aeronave, el ...
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Bebés que sollozan y patalean. Personas que se santiguan al despegar. Jóvenes que aplauden al aterrizar… Y gente que llora. Estas son algunas de las estampas habituales en los aviones. Hoy, vamos a centrarnos en la última. Mientras que quienes forman parte del denominado Mile High Club (el club de una milla de altura) son los que ha mantenido en alguna ocasión relaciones sexuales en una aeronave, el Mile Cry Club (el club del llanto) lo componen aquellos que han derramado alguna lágrima volando… Y son muchísimos más que los que han disfrutado del placer entre las nubes.
“Llorar en un avión suele ser una respuesta emocional natural a una variedad de situaciones que pueden ocurrir durante el viaje. Las propias emociones intensas que viajar en avión genera a algunas personas”. Muchas veces estamos ante una despedida o un reencuentro. “También entran en juego el miedo o la ansiedad que muchos pasajeros sufren al volar, principalmente porque es algo que está fuera del control del pasajero, y por la preocupación de que se produzca un accidente. Estas emociones pueden provocar lllorar como una respuesta natural al estrés. Por si fuera poco, viajar en avión a veces puede ser agotador, especialmente en vuelos largos o cuando se atraviesan múltiples zonas horarias. El cansancio y la fatiga pueden aumentar la sensibilidad emocional y hacer que las personas sean más propensas a llorar”, explica Adela González Marín, Doctora en Psicología y Presidenta de la Asociación Española de Psicología de la Aviación (AEPA).
La propensión a llorar es aún más acusada cuando los pasajeros deciden ver una película triste. No es lo mismo ver el final de Vidas pasadas en el salón de casa que a bordo de un avión. Eso es lo que le ocurrió a Andrew Scott, protagonista de la serie Ripley y de la película Desconocidos, al ver Up. “La azafata vino a preguntarme si todo iba bien”, explica en el Late Night with Seth Meyers. “Si alguien va a ver esa película en un avión, tendría que anunciarlo a quienes se sientan en su misma fila para que no piensen que está sufriendo una crisis mental”, responde el presentador.
“Aquellas personas propensas a emocionarse fácilmente, quizá puedan evitar el contenido triste”, asegura Adela González Marín. Como sugiere el artículo académico The Riddle of Human Emotional Crying: A Challenge for Emotion Researchers (El enigma del llanto emocional humano: un desafío para los investigadores de las emociones), al ofrecer la mayoría de las aerolíneas pantallas y auriculares personales, se genera además un escenario capaz de crear una percepción de soledad en la que el ser humano puede sentirse más libre para llorar. Al viajar en avión, el pasajero tiene mucho tiempo consigo mismo, alejado de toda actividad diaria para mantenerse sentado sin demasiado que hacer. Esto puede dar lugar a que piense más en sus emociones, miedos, preocupaciones e incluso tenga sentimientos melancólicos.
Tal y como manifestó la doctora Tara Swart en este artículo de la versión estadounidense de Traveler “la presión atmosférica más baja de lo habitual típica de los aviones provoca una hipoxia leve en el cerebro (niveles bajos de oxígeno). Esto afecta a nuestra cognición y nos hace menos capaces de regular nuestras emociones y gestionar el estrés. Esto suele manifestarse en personas que lloran al ver películas tristes o que, en general, se sienten nerviosas”.
No se recomienda evitarlo
Las expertas consultadas coinciden en que no hay que evitar llorar. “Puede ser una forma muy saludable de combatir el estrés del vuelo y liberar las tensiones. Para evitar los nervios se pueden hacer ejercicios de respiración en el embarque o tomar alguna infusión relajante que alivie la tensión del miedo a la que se añade la del viaje. El miedo a volar suele darse en personas que necesitan tener las cosas bajo control o personas que amplifican las sensaciones… Al final, llorar es una forma de autogestión mucho mejor que chillar”, señala Anabel Fernández Álvarez Psicóloga Aeronáutica y Psicoterapeuta.
“Entiendo que no es agradable, pero es una forma de regulación de nuestro sistema. La represión de las emociones no suele funcionar a la hora de resolver situaciones problemáticas. Potencia la sensación de inadecuación y la vergüenza. Es mejor optar por un enfoque de afrontamiento. Para regular nuestras emociones al volar, podemos buscar apoyo emocional si viajamos en compañía o optar por estrategias de autorregulación como la respiración, la relajación o la meditación”, coincide Raquel Molero, psicóloga y directora de AraPsicologia.
Aunque en un avión no hay asientos específicos que provoquen más posibilidades de llorar, lo cierto es que sí hay algunos factores pueden influir en cómo nos sentimos durante el vuelo y, por lo tanto, fomenten la propensión a llorar. Adela González Marín enumera para S Moda tales factores y qué asientos son los más delicados para quienes tienen una mayor tendencia a pasar un mal rato en los vuelos.
- Asientos cerca de los planos: “Los asientos cerca de las alas del avión tienden a sufrir menos turbulencias, lo que puede ayudar a algunas personas a sentirse más cómodas, más tranquilas y menos propensas a experimentar ansiedad”, explica.
- Asientos junto a la ventana: “Algunas personas encuentran consuelo al mirar por la ventana durante el vuelo, lo que puede ayudarles a sentirse más tranquilas. Sin embargo, otras pueden sentirse más ansiosas al ver la altura desde la ventana”, asegura.
- Asientos en la parte delantera del avión: “Los asientos en la parte delantera del avión pueden experimentar menos ruido y vibraciones del motor, lo que puede hacer que el vuelo sea más tranquilo y relajante para algunas personas”, dice.
“Por otro lado, aquellas personas con fobia a estar en espacios cerrados pueden sentirse peor en la parte trasera del avión. En último caso, la propensión a llorar durante un vuelo puede depender más de factores individuales, como el nivel de ansiedad, el estrés o las emociones personales, que de la ubicación específica de los asientos en el avión”, comenta.
Llorar en un avión puede ser una experiencia incómoda para algunas personas por la presencia de otros pasajeros. “Sin embargo, ante la necesidad de llorar en privado, ir al baño puede ser una opción. En el caso de sentir angustia y necesitar apoyo, se debe hablar con un miembro de la tripulación. Ellos están capacitados para manejar diversas situaciones y pueden ofrecer ayuda”, explica González Marín.
Para finalizar, las expertas advierten que beber alcohol no es una buena idea, pues agrava la deshidratación, algo que de entrada ya afecta a la mayoría de los pasajeros a causa de la presurización de la cabina. De este modo, el alcohol, junto a la hipoxia, puede hacernos más susceptibles y puede aumentar la sensibilidad emocional, fomentándose de tal forma el llanto.