8 pasos (sencillos pero de gran impacto) para que tu rutina de belleza sea 100% sostenible
Sin necesidad de cambiar tus costumbres ni transformar tu ritual diario: estas medidas son fáciles de aplicar y muy eficaces para cumplir tu objetivo y cuidar un poco más el planeta.
Este verano comenzó diferente. No hubo una historia buenrrollista con música, amores de verano y cerveza en nuestros televisores. El emblemático anuncio de Estrella Damm que esperamos con ansia cada año se había convertido en una llamada desesperada (y preciosa) a la conciencia del público sobre la situación medioambiental y la salud de nuestro mar Mediterráneo: en Europa se vierten entre 70.000 ...
Este verano comenzó diferente. No hubo una historia buenrrollista con música, amores de verano y cerveza en nuestros televisores. El emblemático anuncio de Estrella Damm que esperamos con ansia cada año se había convertido en una llamada desesperada (y preciosa) a la conciencia del público sobre la situación medioambiental y la salud de nuestro mar Mediterráneo: en Europa se vierten entre 70.000 y 130.000 toneladas de plástico cada año, una plaga que supone el 95% de los residuos de este ecosistema, según el Informe ‘Liberando el Plástico en el mar Mediterráneo’ de WWF (World Wildlife Fund).
La sostenibilidad es hoy uno de esos asuntos prioritarios a los que no estamos dando la importancia necesaria -causas y voces como la de Greta Thunberg son la prueba fehaciente- y del que debemos tomar consciencia y conciencia de forma inmediata. Y uno de los ámbitos en los que más ha resonado su urgencia y su efecto ha sido el de la cosmética: tornar nuestra rutina de belleza en un proceso 100% sostenible es una prioridad. Aprovechemos el empuje y las ganas de cambio que trae la vuelta al cole y asumamos el primer reto con estos 8 pasos sencillos pero máximamente eficaces que te contamos a continuación.
Si este verano comenzó diferente, lo justo y necesario es que también termine diferente. Al menos, en lo que se refiere a los sencillos pero grandes gestos que están en nuestra mano. Al menos, y como propósito imprescindible: en nuestros neceseres.
1. Reduce los envases
Huyendo de los datos negativos sobre la cantidad de plásticos que hay en los océanos, nos fijamos en los positivos para un plus de motivación: según la marca líder en cosmética eco y sin envases Lush, “una pastilla de champú sólido equivale a 3 botellas de 250ml. y en los últimos 14 años hemos vendido 41,3 millones de champús sólidos que han supuesto que 124 millones de botellas de plástico se dejen de fabricar”. Y esto no solo es el equivalente a 3.100 toneladas de plástico que no van a acabar en el mar, sino que también se ha evitado su proceso y gasto de fabricación. Como ellos mismos dicen, “son toneladas de plástico que le hemos ahorrado al planeta”: quizá fuera lo que ya estuviera pensando la visionaria co-fundadora de la marca Mo Constantine allá por 1987 cuando inventó el primer champú sólido.
Es este su producto estrella, pero en 2019 han lanzado también su línea facial sin envases y han abierto tres tiendas -en Berlín, Milán y Mánchester- #ZeroWaste, en las que no hay absolutamente nada de plástico ni envase innecesario.
Apuesta por este tipo de productos o, si no puedes hacerlo siempre, trata de que sus envases sean de vidrio (para reutilizarlos) o eco-friendly y biodegradables. Si lo son, lo indicará en la etiqueta con los sellos “eco-friendly PE”, “Green PE” o “HDPE PCR”: lo que significa que están fabricados con bioplástico basado en caña de azúcar de fuentes naturales o con resina de polietileno de alta densidad reciclado y descontaminado, apto para ser reutilizado.
2. Y, cuando no puedas, reutilízalos
¿Y qué hacer con todos esos que tienes ya? Conviértelos en botes para lápices, obras de arte DIY que te inspiren los tableros de Pinterest o … El objetivo es tirar a la basura los menos posibles y, siempre que lo hagas, en el contenedor amarillo.
3. Di adiós a los discos de algodón
Eterna es la imagen del caballito de mar enganchado al bastoncillo que ha recorrido el mundo. No es para menos: un bastoncillo puede tardar hasta 300 años en degradarse. Así que es hora de probar las toallitas, muselinas y discos lavables y reutilizables.
4. Pon orden en tus armarios de belleza
Conviértete en Marie Kondo cada vez que entres en tu baño o te sientes en tu tocador y ordena al máximo tus cosméticos para que ninguno se quede olvidado al fondo de la estantería. Recuerda que todos tienen una fecha de vencimiento -la indica en el dibujito del tarro abierto que llevan normalmente en su parte inferior: son los meses que durará ese producto una vez abierto- y termínalos antes de comprar otro.
5. Pásate a los cepillos de madera
Apostamos a que los has visto mucho últimamente: los kits de higiene dental ecológicos se han puesto de moda y copan los perfiles más comprometidos de Instagram. Di adiós a los de plástico y pásate a los de bambú, que son biodegradables. Haz lo propio con los de pelo y mantenlos cuidados para que duren lo máximo posible.
6. Y a la copa menstrual y las cuchillas no desechables
No hay mucho que explicar ya en cuanto a las ventajas de la copa menstrual frente a las compresas y tampones: con saber que, bien usada y cuidada, dura más de 10 años, queda todo claro.
Algo similar pasa con las cuchillas. Pásate a las de larga duración elaboradas en acero y dejar de tirar un montón de plástico cada vez que te rasuras.
7. Si algo no te va bien, regálalo
Y otro truco: si eres fiel a un champú, a una hidratante o a un limpiador, cómpralo en el tamaño más grande posible. Lo acabarás gastando y crearás menos residuos. Y otro: si ves que un cosmético no va bien a tu piel o vas a dejar de utilizarlo, regálaselo a tu madre o a tu amiga, que se aproveche y no se convierta en basura.
8. Recicla lo que uses: ni WC ni papelera del baño
Lo de que no debes tirar algodones ni productos de higiente femenina a la taza del váter ya lo sabes: sigue sin hacerlo. Y, en cuanto a esa papelera tan cómoda que tienes en el baño, procura que se llene solo con las cosas que pueden ir juntas al contenedor gris: compresas y tampones, toallitas, algodones, papel usado, hilo dental o tiritas… Otros como pelos, restos de producto o envases que sean biodegradables, al marrón. Cuchillas, cepillos de dientes, aerosoles o pequeños gadgets electrónicos, al punto limpio. Lo demás, a sus respectivos contenedores según sean embalajes de plástico o cartón.