Clara Buedo, investigadora del perfume: “La idea de que en la Edad Media no se lavaban es falsa. En España ha estado muy arraigada la cultura de la higiene”
“El perfume siempre ha estado relacionado con el lujo y el poder”. La periodista y escritora rastrea el pasado olfativo de la península ibérica en su segundo libro, ‘El perfume en España’
Qué entiende una sociedad por buen olor o qué aromas prefiere son dos detalles que hablan del gusto del momento, pero también de corrientes más profundas. Por eso, el último libro de Clara Buedo (Madrid, 52 años), El perfume en España, es más que un recorrido por las fragancias que han marcado al país a lo largo de la historia. El suyo es un repaso que habla de las estéticas del lujo y del placer o de la noción cambiante de belleza, pero también de medicina, botánica, relaciones de poder, comercio global o geopolítica. Porque las sustancias aromáticas tuvieron connotaciones místicas y fueron símbolo de magnificencia ya desde la época de los íberos. Son prueba de ello la Dama de Baza y la de Elche, que lucen collares decorados con pequeñas ánforas para transportar aromas. “En el caso de la primera, que se considera una dama oferente relacionada con el ritual, sería quizá una sacerdotisa que usaba el perfume en el contexto de la ceremonia. Colocar esas ánforas podría indicar que estaba en contacto con esas composiciones. Sin embargo, la de Elche se piensa que era una dama de la alta sociedad. Aquí el collar sería un símbolo de estatus, porque ya entonces el perfume estaba relacionado con el lujo y el poder”, dice Buedo.
Los distintos polos de poder nos han influenciado mucho olfativamente, de los griegos a los borbones franceses. ¿En qué momento de la historia hubo más autonomía?
Diría que en los siglos XVI y XVII, que fueron marcadamente españoles. España era el faro con el que se alumbraba Europa, que admiraba sus modas, sus costumbres y también sus perfumes. Entonces hasta Francia los veneraba. Se arrastraba la herencia árabe, que nos legó enormes conocimientos sobre destilación o sobre el uso de ingredientes aromáticos derivados de nuevos cultivos como los cítricos. Así se fueron creando unos compendios con recetas secretas que iban pasándose entre la aristocracia. Los nobles se convirtieron en improvisados alquimistas porque tenían en sus casas alambiques para destilar y crear sus composiciones.
Como la casa de destilación que creó Felipe II en El Escorial.
Él precisamente hereda el interés de los tratados de los eruditos árabes, que exploraban la destilación de todas las sustancias botánicas: flores, raíces, hierbas… He encontrado muchos documentos que demuestran que era una persona que adoraba perfumarse y crear fragancias. Eran aguas aromáticas, lo que más se destilaba entonces, y muchas salían en recipientes chiquititos hacia otras cortes, especialmente las regentadas por miembros de su familia.
¿Y por qué tanto de él como de su abuela Isabel la Católica, otra amante del perfume, ha llegado una idea tan austera?
Quizá esa imagen de recato y sencillez fue más una cuestión simbólica para realzar su magnánima catolicidad, pero en sus cortes hubo mucho lujo. En la historia perfumada de España el caso de Isabel la Católica es muy curioso; ha trascendido una idea anodina, pero ella tenía muy claro cuáles eran los artilugios necesarios para marcar su estatus y entre ellos estaban los perfumes. Además de emplearlos a nivel personal, también los utilizó como obsequio, como hicieron los árabes. Eran casi como una valija diplomática para agasajar a socios o contrincantes y por ejemplo en sus inventarios había muchos pedazos de ámbar gris y cuernos de algalia que se custodiaban en arquetas bajo llave por su gran valor.
El incienso, que se usó en religiones politeístas hasta el Imperio Romano, fue recuperado para los ritos católicos más de 500 años después. ¿Cómo se mantuvo el significado?
La resina de boswellia, en España llamada genéricamente incienso, es una sustancia que siempre ha estado vinculada con lo sagrado y que se ha usado para intentar mantener una conexión con los dioses, por una cuestión simbólica. En el caso de la ideología católica, el humo del incienso que se eleva a los cielos venía a ser como la representación visible de la presencia del Espíritu Santo. Además, siempre ha existido la relación entre el buen olor atribuido a Dios y el mal olor al Diablo. Hoy en día en casi cualquier religión hay presencia de inciensos y sahumerios.
En el libro desmiente el mito de la falta de limpieza medieval.
La idea de que en la Edad Media no se lavaban es falsa. En España siempre ha estado muy arraigada la cultura de la higiene o el baño, desde griegos o romanos y hasta Al-Ándalus. También fueron muy importantes las almonas de jabones de donde surgió el mítico jabón de Castilla, que se creó a partir de recetas árabes en la almona de Triana. Fue una delicia para europeos como los ingleses, con los que se estableció un lucrativo comercio. Obviamente, dependía mucho de la clase social porque no todo el mundo tenía bañera en casa. Pero incluso sin tenerla, cada uno hacía lo que podía con lavados por partes.
Y también pasaba en América, cuenta que Moctezuma se bañaba dos veces al día.
Sí y allí se mezcló esa cultura que ya tenían con la que siempre hubo en España. Para ellos las flores eran sagradas y algunas incluso se utilizaban como jabón. Entendían el perfume como un obsequio a los dioses.
También hace un repaso por varios aromas cotidianos con mucha historia, del jabón de Heno de Pravia al Magno de La Toja, la colonia de Álvarez Gómez... ¿Cómo han sobrevivido tantos?
España ha sido muy buena en lo que se llamó la perfumería higiénica. En composiciones perfumadas quizá no tan de lujo como podían ser las francesas, pero sí de uso diario, por lo que han estado muy presentes en nuestras vidas y han formado parte de muchas generaciones. Somos muy buenos perfumando lo que utilizamos para lavarnos y algunos de esos olores son míticos también fuera.
Algunos de esos olores definen lo que hoy se entiende por gusto olfativo español. Escribe que “llevamos muy arraigados en la memoria los graneles frescos y cítricos de antaño, un olor que siempre definirá a España, el país del frescor aromático y el bienestar cítrico”.
Tiene que ver nuestro pasado musulmán, por toda su aportación a los cítricos, pero también hay otros factores. Somos un país en el que se desarrolla una amplia variedad de botánica aromática, influye nuestro clima, nuestras costumbres, el gusto por el buen vivir y disfrutar del aire libre, esa cultura de la higiene que llevamos grabada en el ADN… Quizá todo ello es lo que nos ha llevado hacia aromas refrescantes y revitalizantes, que inspiran alegría y buen rollo.
El perfume en España
Cátedra, 2025
336 páginas. 21,50 euros