Nick Knight: “Hoy a los fotógrafos se les pide demasiado. No es solo la falta de tiempo, es la falta de apoyo”
El británico, uno de los creadores de imágenes más influyentes del mundo, ultima su primera exposición en España y acaba de pasar por la Fundación Marta Ortega. Charlamos con él sobre su visión de la fotografía de moda actual y el futuro de la imagen en tiempos de Inteligencia Artificial
Puede que Nick Knight sea uno de los fotógrafos de moda más influyentes de los últimos cuarenta años, pero hace tiempo que él no se considera a sí mismo fotógrafo, sino creador de imágenes. “La mayoría de lo que he hecho en estas últimas dos décadas se sale de los parámetros de la fotografía; trabajo con el 3D, con la inteligencia artificial, con el vídeo… la fotografía tiene unas reglas y unos parámetros muy claros, una vez que te sales de ellos, las posibilidades son enormes; estamos en un momento muy excitante a nivel de creación de imágenes, y no me gusta tener que etiquetar lo que hago y meterlo en una especie de caja”, explica quien, en el 2000, revolucionó la forma de comunicar la moda con Showstudio, la plataforma pionera en presentar las colecciones a través de fashion films. Knight ha pasado parte del verano en A Coruña, preparando la exposición que inaugurará a finales de octubre en la Fundación Barrié, una retrospectiva de la famosa serie fotográfica que realizó con las rosas de su jardín (fotografiadas con el móvil, retocadas a mano como si se tratara de un cuadro) y, de paso, ha aprovechado para participar junto al crítico de moda Tim Blanks en una de las charlas que la Fundación Marta Ortega Pérez ha ofrecido durante el mes de julio. En británico ya trabajó con Zara en 2023, realizando una de las campañas de la colección Atelier, fotografías en las que, como suele ser habitual en él, las prendas adquieren un perturbador primer plano a fuerza enmascararlas en un juego de luces, sombras y movimiento. “No creo en esa idea de que la fotografía tenga que capturar el instante. Tampoco creo que tenga que ser una forma de arte similar a la pintura. Siempre ha vivido en esos dos extremos, pero la fotografía es una opinión, no tiene que ver con la realidad necesariamente, pese a que ahora la fotografía de moda busque lo contrario, que se vea la ropa de una forma explícita” explica desde la cafetería de la Fundación ataviado con su mítico uniforme: americana negra, camisa blanca y los Levi’s 505 de seda y algodón que usa para trabajar en el estudio desde hace más de treinta años.
Usted iba para médico, y acabó dejándolo todo tras recibir varios premios y encargos por su serie fotográfica sobre los ‘skinheads’ británicos…
Sí, ese era el plan de mi madre, que fuera médico. Pero empecé a usar la fotografía como una especie de rito de pasaje, de la adolescencia a la madurez, ese momento en el que rechazas todo lo que te han enseñado de alguna forma. Siempre me ha interesado la gente en los márgenes, aunque en realidad no son márgenes, porque eso implicaría que hay una especie de centro en la sociedad en el que hay que estar, y no es así… digamos que siempre me ha interesado la gente que ha tenido una vida distinta de la mía. Y eso sigue siendo así. Lo que pasa es que durante una época iba con la cámara retratando a gente que me interesaba en la calle. Eso te da un propósito más allá de que te guste la ropa, la música, los clubes. Y bueno, digamos que acabé…quizá hubiera sido un buen médico, pero creo que acabé haciendo cosas que ayudan de alguna forma. He asumido que he jugado un papel en el consumo y en el capitalismo, lo acepto, pero quiero creer que está también la idea de la creación, de la fantasía, de la expresión…ahí es donde encuentro la justificación a lo que hago.
Pero podría decirse que usted no ha sido un fotógrafo al uso. De hecho, siempre ha querido trabajar, y durante muchísimos años, solo con la misma gente: Yamamoto, McQueen, Galliano, Lady Gaga…
Es parte de mi naturaleza, quiero decir, llevo treinta años casado con mi mujer, llevo toda la vida trabajando con David Chipperfield, e hizo mi casa hace mucho, mucho tiempo… el verdadero diálogo creativo solo se mantiene cuando creas relaciones profundas y, sobre todo, hablamos de personas extrañas… Galliano y Mcqueen son figuras culturales, para mí es como haber trabajado, no sé, con Mozart y Beethoven al mismo tiempo. Mi trabajo siempre ha consistido en intentar transmitir lo que ellos veían pero no podían materializar en una visión, es decir, es un privilegio, porque me han implicado en su proceso creativo. Imagina que McQueen te haya dado la responasabilidad de plasmar en imágenes no solo sus diseños, sino las ideas que pasaban por su cabeza.
Cuando creó Showstudio hace veinticinco años, nadie daba un duro por los ‘fashion films’. Después, se creó un debate sobre si el vídeo sería la muerte de los desfiles… ¿en qué punto estamos ahora?
Estamos en un momento de transición. Ya no funciona el viejo sistema pre-internet, aunque la moda intente mantenerlo. Es curioso cómo la moda, que es el sistema del cambio, se aferra siempre a viejos esquemas. Los desfiles, los periodistas, los compradores, el diseñador que vende a los compradores, la revista que muestra las imágenes… mi hijo por ejemplo, que está en la veintena, no puede creerse que antes tuviéramos que esperar cinco meses para ver un desfile en las revistas. Muchos diseñadores jóvenes llevan años dirigiéndose directamente a su audiencia potencia a través de vídeos de Instagram o Tik tok, no es como cuando empezamos Showstudio, que ni siquiera la estructura de Internet nos permitía subir los vídeos con calidad. Y, entonces y ahora, un diseñador diseña para que su ropa se vea en movimiento, no como si fuera una pintura.
Entonces, ¿qúe papel deberían jugar las revistas?
Pues ahora que todos vemos los desfiles en directo, deberían crear imágenes muy imaginativas, inventar formas de fotografiar. Pero no se atreven porque las ventas está bajando y las marcas tienen el control absoluto, así que responden de la manera más sencilla: con total looks, sin mezclar nada y fotos que parecen decir: ‘esta es la ropa y así queda puesta’. Es lo que hablábamos: los diseñadores quieren ver su ropa en movimiento, por eso el ´video se acerca más a su visión, no una imagen fija. Muchas grandes fotos de moda tienen que ver con alguien saltando o moviéndose, pero cuando captas el movimiento entero, aunque sea en una secuencia fija, es cuando tienes la historia.
Recientemente ha estado trabajando en avatares, en esculturas y ha hecho toda la instalación inmersiva de la última exposición MET. ¿Son buenos tiempos para la creación de imágenes?
Estamos en el principio de un gran cambio, no solo en la forma de crear imágenes, sino de consumirlas, es decir, ¡puedo escribir algunas en un ordenador y el ordenador convierte mis palabras en una especie de escultura! El cambio está siendo tan profundo que todo el mundo quiere definirlo pero nadie puede, nadie sabe cuál es el potencial. Nunca he vivido un momento así en toda mi carrera. Antes el soporte eran las revistas, los libros o las paredes de las exposiciones, pero ahora es el teléfono, eso lo cambia todo.
Pero hay una cuestión: la de la inmediatez. Cada vez hay más carga información visual y cada vez tiene una vida más corta…
Ese es otro tema. Hace veinte o treinta años, cuando querías captar la visión de un diseñador en imágenes había días y semanas de preproducción, producción y posproducción. Ya no. No sé si es mejor o peor, para mí no lo es, pero hay todo un debate sobre si es mejor confiar en la inmediatez, en algo parecido al instinto, para tener una buena foto. A mí no me funciona, y no tiene que ver con el medio, es decir, da igual si uso el teléfono, necesito hacerme una estructura mental y eso lleva tiempo. No sé, creo que ahora a los fotógrafos se les pide demasiado, y no tiene que ver solo con la falta de tiempo, también con la falta de apoyo o de comprensión. Ahora un cliente te dice: ¿Pero cuántas fotos puedes hacer en cuatro horas? Y yo siempre digo, una o dos. No soy capaz de más, pero ellos quieren treinta. No sé, cuando Avedon se iba a Tokio con Diana Vreeland tomaban una foto al día, y Alexei Brodovich (mítico director de arte de Harpers Bazaar) les daba directrices y establecían un diálogo. ¿Ahora quién enseña a los fotógrafos?
¿Cree que pueden convivir revistas y redes sociales?
Son sistemas distintos. Las redes necesitan alimentarse, por eso se llama ‘feed’. A mí me encanta postear en mi cuenta de Instagram, pero si no lo hago, llegados a este punto, no pasa nada. Si eres una marca ahora mismo, eres un canal de comunicación inagotable. No esperas los tres meses que necesita una revista. No esperas ni un día. Por eso yo he querido buscar formas nuevas, distintas al viejo sistema. Avatares o, por ejemplo, la influencia de la moda en los videojuegos es inmensa ahora mismo. Hay una audiencia ahí fuera que consume imágenes de otra forma. Sigo haciendo imágenes que se imprimen y quedan en una página, porque me apasiona, pero también avatares con ropa, avatares que hablan, porque no quiero rendirme al sistema de hacer muchas fotos en un tiempo muy limitado sin pensar.
A los fotógrafos de moda les está pasando como a los diseñadores, que pierden su propósito con tanta colección al año…
Mira, por ejemplo, durante el COVID. Muchos diseñadores me decían: “no sé si quiero seguir con esto, al menos no a este ritmo”. Para ellos era como una liberación, una liberación en esa situación, imagínate. Muchos querían cambiar por supuesto el número de colecciones, pero también la forma de mostrarlas, no con un grupo de modelos arriba y abajo en un desfile que cuesta muchísimo dinero. A ellos les hace ilusión que la gente vea cómo diseñan, qué historia se cuentan para diseñar, cómo es el proceso, cómo se mueve la ropa, qué emociones quieren transmitir… pero acabó la pandemia y nadie inventó una forma nueva de seguir haciendo mucho dinero con la moda, así que se volvió a lo mismo. ¡A lo mismo que se lleva haciendo setenta años!
Eso quizá tiene que ver con que todas las marcas famosas pertenecen a dos o como mucho tres empresas.
Claro, y tienes que hacer lo que tienes que hacer. Pero el cien por cien de los diseñadores no volvieron tras la pandemia a hacer lo mismo. Una parte, igual un 30%, intenta hacer las cosas de otra forma. Muchos ni siquiera quieren firmar ya con una gran empresa ni quieren hacer 20.000 camisetas del mismo modelo. La pandemia fue lo que les hizo tomar la decisión final, pero llevan 25 años viendo cómo este sistema es tan invasivo y tan poderoso que crea muchos problemas de salud mental e incluso muertes trágicas, rompe vidas porque necesita más y más ropa, cuando nadie necesita tanta ropa.
Usted puede permitirse ser la resistencia. Alguien que ve con optimismo las posibilidades del futuro pero que, a la vez, lleva 25 debatiendo sobre detalles de desfiles en vídeos de 15 minutos en Showstudio y encargando textos larguísimos sobre colecciones. Eso ya no pasa en la mayoría de los medios o las redes que tratan la moda.
Claro, porque creo en la educación y en la transmisión de conocimiento. A mí la moda no me interesa, me fascina. Y cuando creo que hay algo interesante que merece ser mostrado pongo todo de mi parte para que así sea, porque, como hablábamos, puede que vivamos en la era de la inmediatez, pero yo soy de los que creen que la gente, si quiere mantener la atención la mantiene. Son cosas distintas. La gente quiere pensar por sí misma y para eso necesita formación y tiempo. De hecho, hemos implantado un sistema de inteligencia artifical para que una voz lea los textos o describa los vídeos en varios idiomas. Son las cosas que me interesan ahora mismo, transmitir no lo que sé, lo que hacen otros, al mayor número de personas posibles.
Nunca le ha gustado que su trabajo se vea en exposiciones o en libros, ¿qué le gustaría hacer con su legado fotográfico?
Bueno, con el tiempo me he acostumbrado a ello, pero es cierto que nunca miro atrás. La foto o la imagen que hice en el pasado está en pasado y me interesa cómo haré la siguiente. Por eso me cuesta tanto recopilar qué quiero mostrar o no en un libro o una exposición. Y, sobre todo, lo que más me cuesta es pensar cómo el público va a verlas, porque en su mayoría no las hice para que alguien se quedara mirándolas fijamente como si fueran un cuadro o una obra de arte, prefiero que sea una valla publicitaria que ves al caminar o una imagen que ves cuando pasas las páginas de una revista, porque están hechas para ser miradas así.
En cuanto al legado, por un lado mi mujer, Charlotte, que se encarga de la gestión de mis fotos, y yo hemos pensado en donarlas, catalogarlas, que sirvan como posible herramienta a otros, si es que eso es posible. Pero por el otro hay muchos grandes fotógrafos que quemaron su archivo, te sorprendería cuántos han sido, al margen de los que lo perdieron o los que fueron obligados a que se perdiera, ya sabes. Quizá sea un gesto demasiado dramático por mi parte, pero siempre he creído que era muy sincero. Luego está la tercera opción: hay tanta información en Internet ahora mismo que si yo meto, ni sé, diez mil fotos mías, la máquina sabe cómo cojo la cámara, qué lente uso, qué postura es mi favorita….
¿De verdad cree que una Inteligencia Artificial puede reemplazarle cuando se muera?
Por supuesto. O al menos continuar con mi trabajo del modo en que yo lo hago. Puede reemplazar mi punto de vista, pero el punto de vista ya lo he creado yo en todos estos años, que es lo que importa. Al final todos somos personas repetitivas, si no el algoritmo de las redes sociales no nos tendría tan enganchados. A todos nos han acabado por gustar las mismas cosas.
Pero, ¿cree en el futuro de esa forma?
No, no. No creo que la tecnología nos vaya a salvar en una situación como esta. De hecho creo en lo local para salvarnos. Creo en el modelo de ciudad que mi amigo Chipperfield está haciendo aquí, en Coruña, que es algo que no necesita demasiada tecnología, solo ganas. Y creo en mirar a dinámicas del pasado para resolver problemas futuros. En lo que no creo es en el ego. El ego es algo muy aupado en la tecnología, replegarnos a nosotros y a lo que queremos reflejar. Eso no nos va a salvar, y menos en un sistema que parece que ha echado fuera a las personas. Pero opino que la tecnología tiene otra vertiente, y que puede de hecho quitarnos de encima esa cosa del ‘legado’ del ‘individualismo’ y de la autoría a toda costa. Yo siempre he sido un mero transmisor de la visión de otros y, sinceramente, como tal, ahora tengo infinitas posibilidades de expresarlo. Y si las máquinas lo pueden hacer por mí no veo ningún problema en ello.