¿Pueden los crucigramas frenar el deterioro cognitivo?
Algunos estudios apuntan a que podrían tener un efecto protector en el cerebro, pero los expertos creen que, en este tema, aún quedan espacios en blanco que rellenar
Con 10 letras, pasatiempo que podría ayudar a combatir el deterioro cognitivo. Durante los meses de verano, millones de personas intentarán resolver pistas como esta para completar el juego más famoso y longevo que se encuentra en este periódico. Y en casi todos los periódicos del mundo. El primer crucigrama de la historia se publicó en 1913, en el extinto diario New York World. De la prensa saltó a los cuadernos monográficos y ahí su fama explotó. En 1924, cuatro de los 10 libros de no ficción más vendidos en Estados Unidos fueron de crucigramas. Pero la fama no era precisamente positiva. Como recuerda Alan Connor en su libro The Crossword Century, durante aquella década algunos expertos empezaron a señalarlos como “una amenaza para la sociedad productiva”. A los aficionados se les llamaba con desprecio solucionistas.
Un informe de la Biblioteca Pública de Nueva York de esos años denunciaba que los aficionados “se arremolinan sobre los diccionarios y enciclopedias para ahuyentar a los lectores y estudiantes que necesitan estos libros en su trabajo diario”. “¿Puede haber alguna duda sobre el deber de la Biblioteca de proteger a sus lectores legítimos?”, se preguntaba. Los solucionistas de entonces, como los gamers de ahora, no estaban muy bien vistos. Se decía que estos jueguecitos les freían el cerebro, que era una moda pasajera y superficial. Pero la cosa cambió en la II Guerra Mundial, cuando se empezó a usar la enigmística para poner a prueba y reclutar a los descifradores de los lenguajes en código del enemigo. El crucigrama se empezó a ver como una especie de gimnasio mental, una forma de ejercitar el cerebro y fomentar el conocimiento. Esta idea fue cogiendo fuerza con los años, hasta que la ciencia pudo adentrarse en nuestra cabeza para comprobar hasta qué punto era cierta.
Una de las razones por las que los expertos sospechan que los crucigramas pueden ayudar a mantener la función cerebral es que requieren un pensamiento complejo. “La forma en que funciona el cerebro, y ahora la entendemos un poco mejor, es como una red”, explica en conversación telefónica Davangere P. Devanand, profesor de psiquiatría y neurología de la Universidad de Columbia. Y esto se ve de forma muy clara cuando realizamos un crucigrama. “La atención, la memoria, la experiencia, la comprensión… se conectan muchas funciones a la vez”, señala el experto. “Diferentes partes del cerebro se unen para trabajar en sincronía”.
En 2022, Devanand publicó un estudio en el que analizaba cómo reacciona el cerebro de adultos mayores con deterioro cognitivo leve —pacientes que experimentan algunos olvidos, pero siguen funcionando en su vida cotidiana — a la creación de crucigramas. El artículo comparó a un amplio grupo de mayores que habían realizado pruebas de enigmística con otros que se habían ejercitado con juegos específicamente creados para mejorar las capacidades cognitivas. “Lo que encontramos fue que los crucigramas obtuvieron resultados significativamente mejores que los juegos”, señala el neurólogo. Las personas con un deterioro cognitivo más avanzado fueron los que se beneficiaron más de este ejercicio. Y lo que es más interesante, los participantes no solo demostraron un mejor desempeño en los test. “También mostraron haber mejorado en la gestión de temas personales como sus finanzas, sus aficiones, recordando citas y eventos… porque incluso si conseguimos una mejora en la cognición, si no ayuda a la persona en su vida diaria, no significa mucho”.
El estudio no solo se basó en las respuestas de los participantes, sino en el tamaño de sus cerebros. En las personas con deterioro cognitivo leve se ha visto que el cerebro tiende a encogerse, especialmente el hipocampo, encargado de los recuerdos y la memoria, y el grosor del córtex, donde se produce el pensamiento. Estas áreas del cerebro se redujeron entre quienes practicaron crucigramas, pero entre un 1 y un 0,5% menos que entre quienes habían entrenado con juegos. Es una diferencia considerable.
El estudio de Devanad no es el único en apuntar en esta dirección. En un estudio de 2011 sobre personas en fases preclínicas de demencia, Jagan Pillai, neurólogo del Cleveland Clinic Lou Ruvo Center for Brain Health, llegó a la conclusión de que hacer crucigramas retrasaba en dos años y medio la aparición del deterioro acelerado de la memoria. Hay más experimentos similares, pero se necesita seguir investigando para obtener resultados más concluyentes.
Devanand es el primero en mostrarse cauto con sus resultados. “Este estudio sugiere que los crucigramas pueden ayudar, pero no es un estudio definitivo”. Por eso está ahora trabajando en otro más grande en el que habrá un grupo de personas que harán un crucigrama a la semana, otro, en el que harán cuatro crucigramas y un tercero en el que no realizarán ningún ejercicio cognitivo. El neurólogo espera que esto ayude a esclarecer las cosas. Mientras tanto, reconoce, la ayuda que supone realizar este pasatiempo, “es estadísticamente significativa, pero no es dramática”. Un paciente con un deterioro cognitivo leve no se va a curar por hacer crucigramas, pero sí se puede notar cierta mejora con el tiempo. “Esto, por sí solo, funciona, pero creo que combinándolo con otros factores puede ser determinante. Es la pieza de un puzle más grande”.
Ainhoa Esteve Arrien, geriatra especializada en deterioro cognitivo, se muestra de acuerdo con esta idea, y señala como el ejercicio cognitivo se debe combinar con el ejercicio físico, el abordaje farmacológico y el cuidado de la dieta. La experta, además, señala una pequeña distorsión que se suele dar al analizar los efectos beneficiosos de los crucigramas. “La mayoría de tests que utilizamos para medir la función cognitiva se evalúan mediante el lenguaje y como los crucigramas entrenan también el lenguaje, este tipo de entrenamiento es más eficiente en la evaluación”, señala. En cualquier caso, Esteve cree que se debe cambiar el abordaje de la demencia, pasando a la acción y prevención en lugar de limitarse a observar. Y los crucigramas pueden ser una herramienta más en esta estrategia. “Solo de esta manera se puede retrasar el inicio de la demencia”, explica.
Ni Wordle ni Sudoku, el trono imbatible del crucigrama
Los crucigramas han estado siempre ligados a los escritores. Su inventor, el inglés Arthur Wynne, era periodista. Vladimir Nabokov publicó los primeros crucigramas rusos de los que se tiene noticia y Georges Perec compaginó la escritura con la publicación de un crucigrama semanal para la revista francesa Le Point. Escritoras como Agatha Christie o Ana María Matute (quien decía no sentarse a escribir cada mañana hasta haber resuelto uno) fueron grandes aficionadas al género. Son juegos mentales íntimamente ligados con la palabra, el conocimiento y la cultura.
El 22 de marzo de 1925, la revista Blanco y Negro publicó el primer crucigrama de la historia de España. Desde entonces han sido una constante en la prensa española, sabiendo adaptarse a las nuevas realidades. Cuando los periódicos dieron el salto del papel al digital, se mantuvieron en lo más alto. En EL PAÍS es frecuente encontrar la página de pasatiempos entre las más visitadas del diario. Pero en los últimos años, con la sobresaturación de pantallas, se han vuelto a reivindicar los pasatiempos de papel y lápiz (o boli, para los más atrevidos) como una recta para la desintoxicación digital.
“Funcionan perfectamente en los dos formatos”, confirma en conversación telefónica Natalya Sanoja, autora del Crucigrama Experto de EL PAÍS. Sanoja comparte página en el periódico con los clásicos Mambrino y Tarkus. Lleva más de 30 años resolviendo crucigramas, y otros 20 construyéndolos. Y destaca que los crucigramas tienen un grupo de aficionados fiel y constante. Hay usuarios ocasionales, pero la mayoría los realizan de forma periódica. Confirma, por su experiencia, que la media de edad de los usuarios es más bien elevada. “Pero tiene toda la lógica”, dice. “Este es un juego en el que, cuanto más mayor te haces, más conocimiento y cultura consigues, mejor eres”, señala.
Sanoja cree que los crucigramas reflejan la cultura de una época, que dialogan de alguna forma con el resto del periódico. Aunque deben ser un espacio de encuentro, alejado de la confrontación política, sirven para educar y concienciar. De ahí que en los últimos años se haya planteado la inclusión de neologismo como mansplaining o greenwashing. La autora cree que “los crucigramas suponen un excelente ejercicio mental” y destaca, más allá de los efectos que puedan tener en el cerebro, la función lúdica y entretenida de esta actividad. Los pasatiempos pueden ejercer de compañía, pueden mantener a los mayores activos y conectados con la actualidad. Sirven incluso de conectores sociales, pues se pueden hacer en compañía. “Me hace ilusión cuando ves esto, que pueden ser intergeneracionales, que un abuelo le puede preguntar a su nieta por una cantante que resulta ser Lady Gaga”, explica.
Los pasatiempos no son ajenos a las modas. En los últimos años, estas han tenido nombres propios. Spelling Bee, Wordle o Sudoku, por citar los más recientes, han amenazado, pero no han arrebatado el trono. El crucigrama se mantiene siempre en el podio como el juego imbatible, el más popular e internacional de todos. “Yo creo que es porque ninguno apela tanto a nuestro intelecto, a nuestra cultura y nuestro lenguaje”, aventura Sanoja. Puede que no esté del todo claro el efecto que tienen en nuestro cerebro, si tienen realmente la capacidad para ralentizar los primeros síntomas de la demencia. Pero lo que parece claro, con más de un siglo de vigencia, es que siguen fascinando a usuarios, a solucionistas, de todas partes del mundo.
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