El 40% de los países no sabe cómo de contaminado está su aire: un grupo de investigadores quiere cambiar eso

El programa de monitores de calidad de aire de la Universidad de Chicago apunta a disminuir la brecha de lo que consideran una de las mayores amenazas a la salud pública

Miembros de la organización Breathe2Change, en Argentina, en un ensayo con los monitores de calidad de aire de la Universidad de Chicago, en una imagen cedida.Universidad de Chicago

Dos países tan alejados como República Democrática del Congo y Bolivia tienen una problemática ambiental y sanitaria común: los datos sobre la calidad del aire que respiran sus ciudadanos son prácticamente inexistentes. La situación es la misma en el 40% de los estados del mundo, de acuerdo con el Instituto de Políticas Energéticas de la Universidad de Chicago (EPIC, por sus siglas en inglés). Por ello, el EPIC acaba de lanzar un nuevo fondo de 1,5 millones de dólares que busca llevar sus nuevos monitores de calidad del aire a “algunas de las comunidades más contaminadas del planeta”, para que así tengan acceso a datos abiertos sobre polución. El proyecto, además, tiene un objetivo ambicioso: beneficiar a mil millones de personas con estos datos de aquí a 2030.

Christa Hasenkopf, directora del Programa Aire Limpio de EPIC, apunta que alrededor de 838 millones de personas respiran aire que está cuatro veces por encima de los niveles salubres de contaminación con partículas con un diámetro de 2.5 micrómetros o menos (la llamada contaminación por PM 2,5), según lo establecido por la Organización Mundial de la Salud. “La investigación nos dice que un solo monitor puede tener un enorme impacto”, afirma Hasenkopf desde Múnich, Alemania.

Según la investigadora, la contaminación atmosférica es “la mayor amenaza externa para la esperanza de vida humana”. Desde el EPIC aseguran que el impacto de esta contaminación en la esperanza de vida es “comparable al tabaquismo y más de tres veces superior al consumo de alcohol”.

El equipo de Breathe2Change lleva a cabo el plan piloto de los monitores del EPIC en Argentina. Universidad de Chicago

En el centro de investigación hacen hincapié en que la financiación de la lucha contra la contaminación del aire es desigual: “Europa, Estados Unidos y Canadá solo aportan el 4% de los años de vida perdidos en el mundo a causa de esta contaminación, pero reciben el 60% de los fondos filantrópicos para combatirla”. África, en el otro extremo, recibe “la mitad o incluso menos” de esta financiación, lo que repercute directamente en la falta de datos. De acuerdo con la información del EPIC, solo el 19% de los gobiernos de América Latina, el 7% de los de Asia y el 4% de los de África proporcionan a sus ciudadanos datos abiertos sobre la calidad del aire. “Sin información sobre cómo afecta la contaminación a las comunidades locales, es difícil hacer un llamado al cambio o generar políticas”, indican desde el instituto.

“Lo que hace especial a este fondo es que la convocatoria es mundial, dando preferencia a lo que denominamos ‘países con mayores oportunidades”, explica la directora del Programa Aire Limpio. Estos son los países “con altos niveles de contaminación atmosférica”, según los datos obtenidos por satélite, pero con “escasos o nulos datos” sobre la calidad del aire generados sobre el terreno. “Este es el tipo de información que se necesita para que los países avancen hacia un aire más limpio”, expresa Hasenkopf, que destaca que están buscando alianzas con gobiernos, otros centros de investigación y oenegés para cumplir su meta de cubrir a mil millones de personas en seis años.

Hasenkopf dice haber sido testigo del impacto que tienen los datos de la calidad del aire en países como China y Mongolia, donde una vez que empezaron a medir y compartir públicamente la información de las mediciones hubo un “impacto enorme a escala nacional” en la toma de decisiones ambientales y sanitarias. “Cómo estos datos se llegan a traducir en una mejora varía de un lugar a otro, pero tenerlos parece catalizar el interés público y la voluntad política de abordar el problema”, afirma la investigadora del EPIC. El equipo quiere emular estos casos de éxito en otros países donde creen que hay una gran oportunidad de beneficios.

La organización KINAQ, en la República Democrática del Congo, instala los monitores de calidad de aire en una imagen cedida. Universidad de Chicago

En Asia, América Latina y África se sabe que hay una importante contaminación atmosférica gracias a la información satelital. Esta es, según Hasenkopf, “excelente para obtener una visión general de la contaminación del aire”, pero los monitores en la tierra “son mejores para captar la calidad del aire en tiempo real y a largo plazo en un lugar determinado, que es lo que se necesita para formular y dirigir las políticas”.

Por su parte, en España, el Ministerio para la Transición Ecológica recopila estadísticas de la contaminación del aire y publica los datos en el Índice Nacional de la Calidad del Aire (ICA). Este índice utiliza datos en tiempo real procedentes de las estaciones de monitorización, que son complementados por datos del Sistema de Monitorización de la Atmósfera del Sistema Copernicus de la Unión Europea.

El ICA define seis categorías de calidad del aire: buena, razonablemente buena, regular, desfavorable, muy desfavorable, y extremadamente desfavorable. Según el visor en tiempo real que el Ministerio tiene disponible en línea, la mayor parte de los centros poblacionales del país tienen una calidad del aire “regular”. El norte de España, sin embargo, posee en promedio una mejor calidad, con más localizaciones calificadas con aire “bueno”.

La vigilancia de la calidad del aire en regiones con escasas o nulas infraestructuras también supone dificultades logísticas, pero la directora del Programa de Aire Limpio considera que para sortear estos desafíos deben apoyar a “los agentes locales” con los que implementarán los monitores en cada país. “Creemos que los agentes locales tienen el conocimiento y la experiencia necesarios para llevar a cabo con éxito estos proyectos”, dice. En el EPIC ven como un punto clave el involucrar a las comunidades de los lugares afectados por la contaminación, para que así puedan ser parte de la toma de decisiones una vez que se tengan los datos.

Sobre si objetivo de beneficiar a mil millones de personas es demasiado ambicioso, Hasenkopf responde que este, en realidad, se queda corto “teniendo en cuenta la magnitud del problema”: “Las investigaciones demuestran que pueden pasar varios años generando y compartiendo estos datos antes de que se avance hacia un aire más limpio. Nuestro objetivo es muy modesto”.

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