Los valencianos compran el Gigante de Piedra

El Gobierno de Ximo Puig adquiere por 1,14 millones parte del Penyagolosa, la segunda montaña más alta de la comunidad para preservarla

La cima del Penyagolosa, en Castellón. En vídeo, imágenes de Viunatura de la montaña.Vídeo: ÀNGEL SÁNCHEZ / VIUNATURA

Desde los 1.813 metros de altura del Penyagolosa, la segunda montaña más alta de la Comunidad Valenciana, es fácil distinguir en los días claros el delta de Ebro, el alicantino cabo de San Antonio o las Baleares. Pocos conocen, sin embargo, que este paraje es la mayoría privado. El Gobierno valenciano, que declaró parque natural esta montaña y su entorno, ha comprado por 1,14 millones de euros un tercio de la cima a unos particulares. 150 hectáreas de este pico situado en Castellón, conocido popularmente por ...

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Desde los 1.813 metros de altura del Penyagolosa, la segunda montaña más alta de la Comunidad Valenciana, es fácil distinguir en los días claros el delta de Ebro, el alicantino cabo de San Antonio o las Baleares. Pocos conocen, sin embargo, que este paraje es la mayoría privado. El Gobierno valenciano, que declaró parque natural esta montaña y su entorno, ha comprado por 1,14 millones de euros un tercio de la cima a unos particulares. 150 hectáreas de este pico situado en Castellón, conocido popularmente por su perfil como el Gigante de Piedra (Gegant de Pedra, en valenciano), son ahora patrimonio público.

Hace más de dos años que el Ejecutivo valenciano andaba detrás de la segunda cumbre más alta después del Cerro Calderón, en el Rincón de Ademuz (Valencia). El presidente de la Generalitat, el socialista Ximo Puig, desveló hace unos meses la adquisición, que no se aprobó hasta el pasado diciembre. Hace tres semanas se cerró la compra en una notaría de Castellón y ayer se celebró un acto simbólico en la cumbre, al que asistió el presidente: "Es mucho más que un espacio natural maravilloso, también tiene un gran valor sentimental para todos nosotros", dijo. 

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En el pico del Penyagolosa confluyen al menos dos fincas privadas: el Mas de Sanahuja y el de La Cambreta, de 150 y 400 hectáreas, respectivamente. La Generalitat ha comprado la primera, donde está la caseta forestal y la mayor parte de la senda de acceso a la cumbre. La adquisición de la montaña era una aspiración de la Generalitat pero si algo la empujó a sentarse a negociar fue la solicitud por parte de los dueños de La Cambreta de una licencia para explotar un coto de caza mayor.

“Nos pusimos en contacto con la tercera generación de propietarios del Mas de Sanahuja, 11 herederos, y con los de La Cambreta. En los primeros encontramos predisposición y en los segundos no tanto”, admite el delegado de la Generalitat en Castellón, Adolf Sanmartín. Se hicieron tasaciones, peritajes de parte, hubo momentos de ruptura, incluso se insinuó la vía de la expropiación pero al final se cerró el trato. Los contactos con la finca más grande no cuajaron.

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El valor del Penyagolosa está fuera de duda: pertenece a la Red Natura 2000, con zonas de especial protección para las aves, es una referencia para los excursionistas y ahora también circuito de carreras de montaña, con competidores de todo el mundo. Cuenta además con el santuario de Sant Joan de Penyagolosa, lugar de peregrinaje local con gran potencial turístico.

Para los herederos del Mas de Sanahuja, la propiedad tiene más valor sentimental que económico. Charo, nieta de los Monfort, que compraron la masía en 1945, explica la venta: “Como es un parque natural tienes muy limitada la actuación. Se necesita mucho dinero para restaurar la masía y compra al resto su parte. Por eso, al final, decides vender”.

La finca está repleta de historias y anécdotas y no todas buenas. Charo conoce las penalidades de posguerra que soportaron sus antepasados en la finca, las incursiones de los maquis por comida y las represalias de la Guardia Civil. Cuando murió su abuela, en 1974, se distanciaron del paraje y aunque han recibido alguna que otra oferta de compra, reconoce que no es fácil ponerse de acuerdo con una propiedad tan fragmentada.

Unos propietarios habían pedido licencia para un coto de caza mayor

Desde los años ochenta, la montaña cuya silueta recuerda de lejos a un gigante tumbado, de ahí el legendario sobrenombre, ha multiplicado su número de visitantes. “Nos gustaría que se restaurara todo y se le diera un buen destino. De algún modo sigue siendo nuestro porque es público”, subraya Charo.

Para Vistabella, uno de los tres municipios sobre los que se extiende el Penyagolosa, con 350 habitantes, el parque natural es vital. Su alcaldesa, Belén Bachero, espera, tras la compra, una gestión más eficiente. “Supongo que el presidente se reunirá con los alcaldes de la zona para ver el uso que le vamos a dar. Queremos que se revitalice porque vivimos del Penyagolosa”, comenta Bachero, que si de anécdotas se trata, casó en la cima a una pareja de amigos.

Carmen, vecina de la zona desde hace 25 años que prefiere no dar su apellido, conoce las masías y a los pastores del lugar. Gregorio, el único que frecuenta los pastos de montaña, se jubilará en uno o dos años. Será la primera vez desde la Edad Media que no se pastorea en esa parte de la cumbre y existe preocupación porque el ganado ha contribuido a que no se hayan producido pavorosos incendios en la montaña.

Eso sí, la presión sobre el Gegant de Pedra, crece cada año. “Hay meses que suben hasta lo alto 3.000 [cuando hace buen tiempo], explica Carmen. “Se trata de cuidar la montaña y conservar el paisaje porque los humanos somos unos devoradores”.

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