Relato de dos náufragos

Los supervivientes de la última tragedia del Mediterráneo mantienen que murieron 31 personas, 18 más que los 13 de la cifra oficial

Los malienses Boussage Gory y Amedi Sakuna, supervivientes del naufragio de una patera en la costa de Melilla.Vídeo: Antonio Ruiz | epv

Cuatro de la madrugada del lunes y la mar en calma. Más de medio centenar de jóvenes se prepara para lanzarse al mar desde una de las kilométricas playas de arena de Nador, donde marroquíes y vecinos melillenses pasan el verano disfrutando de la poca costa agreste que ha dejado la hiperurbanización. A nadie se le ocurre que el mar de Alborán vaya a despertar hasta que, al amanecer del lunes y en mitad de la nada, comienza a llover. “El bote daba bandazos”, explica Amedi Sukuna, superviviente maliense de 22 años de ...

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Cuatro de la madrugada del lunes y la mar en calma. Más de medio centenar de jóvenes se prepara para lanzarse al mar desde una de las kilométricas playas de arena de Nador, donde marroquíes y vecinos melillenses pasan el verano disfrutando de la poca costa agreste que ha dejado la hiperurbanización. A nadie se le ocurre que el mar de Alborán vaya a despertar hasta que, al amanecer del lunes y en mitad de la nada, comienza a llover. “El bote daba bandazos”, explica Amedi Sukuna, superviviente maliense de 22 años de la última tragedia del Mediterráneo. “Íbamos sentados y el agua nos llegaba al pecho”, recuerda al reconstruir el naufragio.

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La tripulación de la guardamar Polimnia de Salvamento Marítimo rescató este lunes 80 personas (seis de ellas, menores de edad, según la Delegación del Gobierno) y 13 cuerpos que viajaban en dos pateras a la deriva cerca de la isla de Alborán y el cabo Tres Forcas, a unos 70 y 20 kilómetros, respectivamente, de Melilla, a donde fueron trasladados esa misma tarde.

“Nos salvamos 25, gracias a Dios”, dice Boussage Gory, maliense de 20 años y compañero de fatigas de Amedi, a quien el frío le ha dejado dolor en el pecho. Según el joven, 31 personas murieron, 18 más que la cifra oficial. “Estábamos muy, muy cansados”, prosigue Boussage, “a muchos se les fue la cabeza y cayeron al mar a pesar de que los que estaban en el barco hicieron todo lo posible por abrazarlos para retenerles”. Él mismo reconoce que, en un momento de locura, estuvo a punto de saltar, preso del pánico y del cansancio. “Mis compañeros me sujetaron, estoy vivo gracias a ellos”, relata ahora sentado a las puertas del saturado Centro de Estancia de Inmigrantes (CETI) de Melilla.

En lo que va de año ya han muerto 596 personas en la ruta marítima que lleva a España, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Es la peor cifra en más de una década y casi cuatro veces más de las registradas en el periodo del año anterior.

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“El día que salieron ellos, partieron otras 20 pateras”, afirma Helena Maleno, activista por los derechos de los migrantes de la organización Caminando Fronteras. “La patera nos llamó porque tenía dificultades”.

Morir en el camino

“Venían fríos, fríos, era imposible hacerles entrar en calor”, relata uno de los miembros del dispositivo de emergencias desplegado en el puerto de Melilla que recibió a la guardamar el lunes por la tarde. De las 13 personas fallecidas, cuatro se quedaron por el camino. La tripulación rescató nueve cuerpos semihundidos en el propio bote, según fuentes de Salvamento Marítimo. Ni siquiera sabían si estaban vivos o muertos mientras los sacaban. Otro joven murió por el camino y otro más desembarcó sin pulso. Los dos que “tenían un hilo” de vida, según técnicos de emergencias, sucumbieron a los intentos de reanimación casi una hora después. “Cuando la forense vio los intentos, las descargas, los electros… dijo que ya no había nada que hacer”, recuerda el asistente que estaba en el muelle.

A falta de los resultados de la autopsia, quienes observaron los cuerpos culpan de las muertes al frío y al temporal que anegó la patera. Según los técnicos, las bolsas de calor que llevaban en tres ambulancias se agotaron. También el suero que los tripulantes de la guardamar calentaban por turnos en el microondas del buque. Ahora, los cuerpos de los inmigrantes sin nombre esperan en el Hospital Comarcal de Melilla a que finalicen las pruebas de ADN, toma de huellas y fotografías que la Interpol utilizará para intentar que sean identificados por sus familiares. Solo aquellos a quien alguien recuerde, se repatriarán para ser enterrados en casa.

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