Toldos en la Puerta del Sol, o cómo destruir un espacio selfi
Algunas de las quejas más frecuentes sobre el proyecto de remodelación de la plaza de Madrid se sintetizan en la falta de sombras. ¿Cuál es el remedio? Los árboles destruirían su simbolismo, y los toldos complicarían las fotos
Ante la difusión del proyecto de remodelación de la Puerta del Sol de Madrid se han producido diferentes reacciones, tanto negativas como positivas. Algunas de las quejas más frecuentes se resumen en la falta de sombras. Y los remedios son variados, aunque se pueden resumir en dos grandes grupos: aquellos que se centran en introducir naturaleza (básicamente árboles) y los que proponen instalar toldos. A pesar de que pertenezco al grupo de los acérrimos defensores de introducir la naturaleza en la ciudad, tal y como he propuesto en un reciente artículo en este mismo diario, habría que analizar un poco el contexto de este caso en particular.
Normalmente, los espacios verdes deberían ser el entramado básico para organizar la ciudad. Sobre todo, los de cercanía. Por muchas razones de todo tipo, desde sanitarias hasta sociales, pasando por la sostenibilidad del planeta. Ahora bien, ¿de verdad pensamos que la gente que vive cerca de la Puerta del Sol va a ir a dicho espacio emblemático a realizar ejercicio físico, relacionarse con el resto de vecinos, llevar a sus niños a tirarse por el tobogán o deleitarse oyendo los trinos de los pajaritos en los árboles?
Más bien parece que habría que buscar otros espacios de cercanía donde poder llevar a buen término estas funciones esenciales para la vida urbana. Comprendo que no es sencillo, puesto que los espacios con posibilidades de convertirse en espacios domésticos verdes en los alrededores son, la mayoría, puramente comerciales o de paso. Lo que está claro es que la posibilidad de convertir la Puerta del Sol en un espacio doméstico verde habría que descartarla, también por otras razones, como las que se derivan de su consideración como patrimonio cultural de los madrileños.
¿De verdad pensamos que la gente que vive cerca de la Puerta del Sol va a ir a dicho espacio emblemático a realizar ejercicio físico, relacionarse con el resto de vecinos o deleitarse oyendo los trinos de los pajaritos en los árboles?
Además, repasando la evolución que han tenido las sucesivas remodelaciones de la plaza, se puede observar la escasa presencia de vegetación a lo largo de su historia. Y cuando ha tenido alguna, sobre todo a partir de mediados del pasado siglo, ha sido no para aumentar las sombras o disminuir la contaminación, sino más bien con criterios estéticos. Por ejemplo, mediante isletas de césped o arbustos bajos para organizar la circulación de automóviles. De forma que, realmente, desde el punto de vista de la evolución histórica, casi nunca se han intentado crear sombras mediante árboles en este espacio, emblemático para la ciudad.
¿Árboles que destruirían el simbolismo?
Atendiendo a los diferentes tipos de espacios parecidos al analizado, podríamos clasificarlos en tres categorías: simbólicos, de equipamiento y de infraestructuras. Para diferenciarlos se recurre a las funciones que cumplen. Pueden ser considerados desde espacios de confrontación hasta de expresión popular, pasando por los de socialización o tránsito. Ya en un trabajo que hicimos en su día para el Ayuntamiento de Madrid se veía claramente que la Puerta del Sol era un espacio simbólico.
No es sencillo que un espacio urbano llegue a ser un símbolo de una ciudad y cuando alguno lo consigue hay que cuidarlo adecuadamente. Desde el levantamiento del 2 de mayo de 1808 hasta el movimiento 15-M o la proclamación de la segunda República en 1931, la Puerta del Sol ha sido el lugar elegido para simbolizar cambios importantes en la ciudad. Es posible que otros elementos concretos como La Cibeles o el Santiago Bernabéu, estadio de fútbol del Real Madrid, sean también símbolos urbanos. Pero no es tan fácil que un espacio llegue a adquirir este estatus de símbolo. De forma que habría que conseguir que siguiera siéndolo.
Por otra parte, es posible plantar árboles sobre una plancha de hormigón, pero no parece demasiado adecuado y casi todo el subsuelo de la Puerta del Sol tiene cosas debajo. Se ha hecho en zonas de Madrid-Río y, probablemente se hará en Madrid Nuevo Norte, pero no es lo ideal, ni ecológica ni económicamente. Pasa lo mismo que con las macetas.
¿O toldos, que complicarían los selfis?
Como conseguir sombra mediante árboles habría que descartarlo, queda ver si sería posible hacerlo con la instalación de toldos. Habría dos posibilidades: toldos en medio de la plaza o en las fachadas de los edificios. Empecemos por analizar el segundo caso. Si nos fijamos, hay una fachada, la correspondiente a la sede de la Comunidad de Madrid, que está casi siempre en sombra debido a su orientación mirando al norte. En el resto de las fachadas, los comercios ya han puesto toldos. Se supone que con el oportuno permiso del Ayuntamiento al ser una cuestión un tanto delicada en un lugar tan emblemático. Por tanto, probablemente serían toldos que atravesarían la plaza, o bien más cercanos al suelo a modo de pérgolas.
Sin embargo, así se destruiría un espacio selfi. Si introducimos en el buscador de Google la expresión “Madrid, Puerta del Sol” aparecen nada menos que unos 23.700.000 resultados. Muy lejos de los cerca de 7.000.000 de Cibeles, los 3.600.000 de la Puerta de Alcalá, o incluso los 8.500.000 del estadio del Real Madrid. Y eso que se trata de un espacio y no de un monumento. Turistas y viajeros no pueden irse de Madrid sin hacerse un selfi en la Puerta del Sol. Por ejemplo, posando ante la estatua ecuestre de Carlos III. Pero, sobre todo, delante del Oso y el Madroño, o del kilómetro cero. En ambos casos, y como no podía ser de otra forma, aparece el símbolo de cámara fotográfica en Google Maps. En concreto, en el kilómetro cero dice “Placa discreta en una plaza famosa”.
Pero ya en la situación actual existen algunos problemas a la hora de sacarse fotos. El más importante es el intercambiador conocido popularmente como el “iglú”, situado estratégicamente en la línea fotográfica entre la escultura del Oso y el Madroño y el Reloj (famoso por las doce uvas). Por más contorsiones que hagan los selfituristas, es casi imposible de evitar. Ya el disgusto, esta vez de los madrileños, se había manifestado cuando en la reforma de la plaza de 1986 de los arquitectos Riviere, Ortega y Capitel se colocaron unas farolas modernas, popularmente denominadas “supositorios”. Hubo que cambiarlas, claro.
Cualquier día, algún bienintencionado selfiturista reducirá el “iglú” a pequeños cristalitos que no interfieran en su foto. O un aguerrido defensor del patrimonio madrileño conseguirá cambiarlo por las antiguas bocas que casi no molestaban en las fotos. Y es que la Puerta del Sol necesita estar despejada de elementos extraños a la imagen popular. Se trata de uno de esos casos en los que se han mimetizado el marketing, la imagen del residente y la imagen del foráneo. De ahí que se haya convertido en un espacio icónico de la ciudad.
Por tanto, “Cuando llegues a Madrid chulona mía” lo importante no es que te conviertas en “emperatriz de Lavapiés”, como decía la letra del chotis atribuida a Agustín Lara. Lo realmente interesante es que te hagas un selfi en la Puerta del Sol y luego lo envíes a los conocidos por WhatsApp, Twitter o Facebook, para que lo sepan y se mueran de envidia. Cuando lo hayas hecho ya te puedes ir tranquilamente de esta ciudad maravillosa con el deber cumplido. Ni tan siquiera será necesario que lo rotules con la frase “En la Puerta del Sol de Madrid” porque todos serán conscientes de ello.
Para lo único que servirían los toldos sería para hacer más complicado el selfi. Por tanto, ni árboles ni toldos. Además, ¿cómo llamaríamos a la Puerta del Sol sin sol, Puerta de la Sombra? No, por Dios, dejemos las cosas como están. Por cierto, tampoco deberíamos preocuparnos por el “iglú”, que con el cambio climático y tanto sol se derretirá en cualquier momento, como les pasó a los célebres “supositorios”.
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