2022: un año lleno de desafíos para las mujeres

Para lograr superar los retos y las secuelas económicas y sociales de la crisis sanitaria por la covid-19 de forma más inclusiva e igualitaria el compromiso de los gobiernos, organizaciones internacionales, empresas y ONG debe ser real en estos meses

Una protesta feminista a las puertas de un tribunal en Río de Janeiro, en noviembre de 2020.PILAR OLIVARES (Reuters)

Comenzamos este 2022 con la ilusión de los avances que se han logrado para controlar la pandemia de covid-19. Sudamérica está a la vanguardia mundial de vacunación, aunque todavía falta mucho por hacer y hay muchas injusticias que superar en cuanto a la distribución de la vacuna.

La población está agotada, las consecuencias sobre la salud mental y física de la gente se hacen cada vez más evidentes, y las secuelas económicas y sociales de la crisis sanitaria reclaman acciones todavía más enérgicas y más urgentes de parte de gobiernos nacionales y autoridades locales. El año, además, comienza con cinco millones más de personas en pobreza extrema, para un total de 86 millones en toda la región, según datos de la CEPAL. Es un retroceso que no habíamos tenido durante al menos dos décadas en la región.

Sobre este telón de fondo, estos 11 meses que tenemos por delante desde la perspectiva de las mujeres de América Latina y el Caribe generan tanto desafíos como oportunidades a tener en cuenta y áreas que creo prioritarias y en las que estaremos trabajando desde ONU Mujeres todo el año.

Tenemos pendiente la gran tarea de erradicar la violencia contra las mujeres. La situación, que ya era preocupante a comienzos de 2020, se agravó en los meses siguientes. Más de 4.000 latinoamericanas fueron víctimas de feminicidio en 2020, según cifras de CEPAL. También aumentaron de forma alarmante las llamadas a las líneas de apoyo contra la violencia en el hogar. El confinamiento, el desempleo y el incremento desproporcionado de la carga de cuidados contribuyeron a agudizar el problema.

Las mujeres se encontraron, de pronto, sin empleos, excluidas de la economía informal por las medidas de seguridad, a cargo de las tareas del hogar a las que se sumaron el apoyo a los hijos por el cierre de las instituciones educativas.

Como dijo el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, la pandemia representó, en algunos casos, un retroceso de hasta 10 años en derechos ya conquistados y consagrados de las mujeres. En 2022 es imperativo superar ese rezago. No para volver a la situación de hace dos años, que ya era mala, sino para hacerla aún mejor y avanzar en las transformaciones necesarias para sociedades más justas e inclusivas.

Las mujeres son las primeras que pierden la posibilidad de seguir generando un ingreso, las niñas son las primeras que abandonan la escuela

Escribí estas líneas mientras veo en las noticias las terribles consecuencias de las lluvias en Quito y São Paulo, con saldo de decenas de personas muertas, familias desplazadas y viviendas destruidas. Y como siempre, mujeres y niñas son las más vulnerables ante este tipo de situaciones.

Las mujeres son las primeras que pierden la posibilidad de seguir generando un ingreso, las niñas son las primeras que abandonan la escuela; cuando ocurren desplazamientos, niñas y mujeres quedan más expuestas al riesgo de violencia sexual y de otros tipos.

2022 tiene que ser el año en el que establezcamos vínculos claros entre las consecuencias del cambio climático y sus efectos para mujeres y niñas. Necesitamos acciones específicas con enfoques de género, pero también asegurar la participación de las organizaciones de mujeres y feministas en la respuesta de emergencia y los planes de reconstrucción.

Estamos en medio de un superciclo electoral en la región, que comenzó en 2021 y que culminará en 2024, con la renovación de casi todos los gobiernos latinoamericanos, y que tendrá consecuencias a muy largo plazo en la región.

2022 tiene que ser el año en el que establezcamos vínculos claros entre las consecuencias del cambio climático y sus efectos para mujeres y niñas

Es una circunstancia que debemos aprovechar para abrir espacios a la participación política de las mujeres. Somos la mitad de la población; sin embargo, en este momento hay una sola presidenta en el continente y unas pocas precandidatas.

Somos la región que encabeza a escala mundial los índices de paridad en los parlamentos. Aun así, no llegamos ni siquiera a un tercio de la representación, y son pocos los países que tienen normas, leyes y reglamentos para garantizar una participación igualitaria; y menos todavía los que las aplican de forma efectiva.

Además, los asesinatos, las amenazas, el amedrentamiento y las campañas en línea contra las mujeres en política son una dolorosa realidad cotidiana en la región. Este debería ser el año en el que avancemos también en garantizar la participación de las mujeres en política y su liderazgo en los espacios de toma de decisión.

Finalmente, la gran tarea pendiente de la brecha digital de género. Vivimos en una región en la que 40% de los hogares no tienen acceso a internet. Eso cierra posibilidades de educación, empleo y acceso a otras oportunidades para mujeres y niñas.

Se estima que la revolución digital acelerada por la pandemia nos llevará, en un futuro no muy lejano, a que 75% de los empleos estén relacionados con Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (las llamadas STEM). Tenemos que hacer esfuerzos muy grandes, muy comprometidos, pero también muy bien financiados para superar ese rezago y que cada vez haya más mujeres y niñas en línea; y con estudios -y empleos- en STEM.

Como plantea el título de esta columna, tenemos delante un año lleno de desafíos. Ojalá logremos el compromiso de muchos gobiernos, organizaciones internacionales, empresas y ONG para que este sea el año en el que comencemos a superarlos de forma más inclusiva e igualitaria.

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