¿Dejar de esquiar por amor a la montaña?
La expansión de las estaciones de esquí amenaza los últimos glaciares, según el cortometraje ‘Vanishing lines’
¿Quién no ha soñado con unas vacaciones colgado en una estación de esquí, donde alejarse del mundanal ruido y disfrutar de paisajes dignos de tarjeta postal? Muchos sueñan y muchos lo hacen realidad. Lo sé a ciencia cierta porque vivo en los Alpes y he aprendido rápidamente que, sobre todo en febrero y marzo, cuando tienen vacaciones los niños franceses, no se puede salir de la ciudad los sábados. Tal cual. Circulan tantos coches desde o hasta las pistas de esquí que las carreteras, incluso las autopistas, se colapsan. El sábado pasado necesitabas dos horas y media para hacer un trayecto que en condiciones normales te toma apenas media hora.
Tanto esquiador y tanto amante de las montañas crea molestias al que vive aquí. El hecho no pasaría de la anécdota si no fuera porque el turismo de invierno está poniendo en peligro ese ecosistema que tanto decimos amar. La misma paradoja de la que hemos hablado en otras ocasiones, por ejemplo, al comentar el libro Manual del Antiturismo: queremos disfrutar de esa naturaleza, pero por el hecho de viajar estamos en realidad destrozándola. ¿Hay que dejar de viajar, también a las montañas, para salvar el planeta?
El cortometraje Vanishing lines (líneas que se desvanecen, en español) se exhibió por primera vez al público en diciembre pasado y ha sido financiado por la empresa Patagonia. Durante 20 minutos se ofrece al espectador imágenes espectaculares aéreas de los Alpes combinadas con el testimonio y las opiniones de personas vinculadas estrechamente al mundo del esquí en la zona como Benjamin Stern, un empleado del Club Alpino Austríaco, y Birgit Sattler, investigadora en limnología de la Universidad de Innsbruck (Austria).
Los Alpes acogen la friolera de 25.000 kilómetros de pistas, lo que les convierte en el macizo montañoso más industrializado del mundo
Los Alpes ellos solitos acogen la friolera de 25.000 kilómetros de pistas, lo que les convierte en el macizo montañoso más industrializado del mundo. Es la misma distancia que separa la ciudad austríaca de Innsbruck de la isla de Hawai, ida y vuelta. Dicho de otra manera, el vuelo más largo del mundo en el 2019, que unió Nueva York y Sidney, recorrió tan solo 16.000 kilómetros. ¿Por qué nos indignamos tanto con lo que estamos haciendo a los océanos y, en cambio, nadie levanta una mano a favor de las montañas?
Vanishing lines, un documental realizado en alemán y subtitulado al inglés, quiere denunciar la hiperindustrialización de la alta montaña para acoger más y más turistas cada vez a mayor altura. ¿Cuántas estaciones de deportes de invierno necesitamos? Lo salvaje no necesita defensa; solamente más defensores. La cita no es mía sino del escritor estadounidense Edward Abbey. Con ella se abre el cortometraje, que critica se centra en concreto en el proyecto de unión de las estaciones Pitzal y Ötzal en el Tirol austríaco, lo que conllevará la destrucción de glaciares en un área equivalente casi a 116 campos de fútbol.
La región del Tirol ha prohibido por ley la creación de nuevos proyectos en las montañas. Sin embargo, los constructores y promotores del sector han conseguido que se aprobaran sus ideas expansionistas porque no crean algo nuevo; solo amplían una infraestructura ya existente. De momento, sus ansias de crecer están congeladas gracias a la presión ciudadana. El País semanal hablaba del tema este mismo mes de febrero en el artículo La polémica unión de dos estaciones de esquí en los Alpes austríacos.
Para los autores del documental, no tiene ningún sentido aumentar las estaciones de esquí porque como consecuencia del cambio climático hacia el 2050 la mayoría de los glaciares de los Alpes Orientales habrán desaparecido. ¿Para quién se están expandiendo entonces los centros vacacionales?, se pregunta de manera retórica Stern en el cortometraje, quien considera que las nuevas generaciones exigen cada vez más que sus viajes cumplan requisitos de sostenibilidad.
Birgit Sattler es una de las voces que aporta el conocimiento científico al discurso proteccionista del medio ambiente. Esta experta en la vida en los glaciares explica que se trata de hábitats extremadamente sensibles y que no pueden ser considerados únicamente como bienes a explotar en vistas a un negocio redondo, sino que necesitan ser protegidos como ecosistemas. ¿Es posible evolucionar hacia un negocio de turismo sostenible en las montañas? A mi modo de ver, para ser completamente consecuentes, deberíamos empezar quizá ya por desplazarnos hacia las montañas en transportes colectivos como autocares o trenes en vez de pillar el coche y colapsar las carreteras. Mucho camino nos queda aún hacia un consumo sostenible.