Alterconsumismo
Coordinado por Anna Argemí

¿Son las criptomonedas verdaderas monedas?

El autor pone de relieve su aspecto pernicioso para el buen funcionamiento de la economía

La imitación física de la Bitcoin.OZAN KOSE (AFP)

El éxito de bitcoin, puesto en marcha en 2008, cambió fundamentalmente la opinión pública sobre monedas paralelas. De ser medios de cambio marginales que usaban colectivos que querían practicar alternativas, a convertirse en un instrumento “útil” en las actividades económicas. ¿Pero son realmente monedas esas herramientas denominadas “criptomonedas”?

Me gustaría empezar por volver a las tres funciones básicas del dinero:

  • Unidad de cuenta. Un libro de 20 euros equivale a una cena de 20 euros.
  • Medio de intercambio. Si tengo un billete de 20 euros, puedo comprarme un libro o cenar. Acabamos de ver dos medidas contrarias: en El Salvador, bitcoin se ha convertido en una de las monedas oficiales, hecho que he criticado ya en un artículo en este mismo blog. Por otro lado, China ha prohibido todas esas criptomonedas, expulsando su uso para fuera de su propio territorio.
  • Depósito de valor. Si tengo un billete de 20 euros, puedo cenar en este restaurante cuando quiera (hoy, mañana, en una semana o en un año).

La tendencia popular de adorar las criptomonedas porque cada vez valen más ignora, sin embargo, dos de estas tres funciones fundamentales: unidad de cuenta y depósito de valor. La primera función se logra si, por ejemplo, el mismo tipo de cena vale 20 euros tanto en 2010 como en 2020, y para este fin tanto la inflación como la deflación es dañina. Sabemos bien lo que es la inflación, porque la unidad monetaria tiene cada vez menos valor, pero olvidamos que la deflación también es dañina, especialmente porque tiende a retrasar compras no urgentes. Por ejemplo, si un nuevo coche vale ahora 30.000 euros, pero sabes que se rebaja a 25.000 euros en seis meses, preferirás esperar, lo que ralentiza las actividades económicas. Quizá sea una situación idónea para los partidarios del decrecimiento, pero sería a la vez fatal para los comerciantes.

No es recomendable pedir préstamos en bitcoin porque el crecimiento insostenible de la deuda puede convertir en insolvente al que pide el crédito

Lo más grave sucede cuando sube bitcoin porque se devalúan otros productos, lo que imposibilita la devolución. Por ejemplo, Enrique toma 30 bitcoins prestados cuando un bitcoin vale 10.000 euros para comprarse un piso de 300.000 euros (descartemos para este caso las tasas de interés para simplificar el argumento). Su deuda aumenta a 600.000 euros si el bitcoin sube de 10.000 euros a 20.000 euros, lo que le convierte prácticamente en un insolvente. Si se mantiene la tendencia actual de la subida de criptomonedas, no es recomendable pedir préstamos en ese medio de intercambio porque te asfixiaría el crecimiento insostenible de tu deuda.

Yo soy reacio a reconocer algo como moneda si por su propia índole no es apropiado para financiar nuevas actividades económicas, pues esta función es imprescindible para que evolucione nuestra economía a medida que evolucionen otros aspectos de nuestra sociedad.

Pero el mayor defecto, a mi juicio, de esos instrumentos es la preferencia popular de usarlos más como depósito de valor que como medio de intercambio, o sea la expectativa de comprarlos a precio bajo y venderlos a precio alto. De hecho, son dos funciones contrarias de la moneda: no puedes ahorrar si gastas todo el dinero que has ganado, y viceversa. Y hasta ahora se ha mantenido esta tendencia de la subida gracias a que hay más personas interesadas en comprarlos que en venderlos. Sin embargo, la falta de respaldo podría desencadenar una gran crisis cuando se desplomen los precios de estas criptomonedas por cualquier motivo, como hemos visto con su prohibición en China.

Personalmente no estoy en contra del propio blockchain, soporte tecnológico fundamental para estas monedas, pero me parece imprescindible que estas cuenten con un mecanismo para estabilizar su propio valor si la gente quiere que se conviertan en un verdadero elemento para nuestra economía, libre tanto de la inflación, que genera la desconfianza, como libre de la deflación, que arruinaría a los deudores.

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