Los pilares para una sostenibilidad más auténtica
A través del encuentro con diversos actores, exploramos la relación con comunidades y el conocimiento popular informal en las favelas de Río de Janeiro
Regreso a casa en Madrid después de medio año trabajando en Brasil. Una alianza de empresas, universidades y agencias públicas me había propuesto hacer proyectos de sostenibilidad en Río de Janeiro, escalables al dividido país. Me sentía preparado, pero misteriosamente inquieto. Aunque tengo experiencia trabajando en Brasil, desde el 2016 mi vínculo se establecía mediante trabajos online y sucesos inéditos. Acertadamente, presagiaba desafíos nuevos, escondidos tras contextos tensionados donde me tocaba construir puentes.
Un contexto espinoso
Aterricé en un Río diferente. Los últimos cinco gobernadores, al igual que el expresidente Lula da Silva, fueron presos por corrupción, polarizando la sociedad y propulsando a Jair Bolsonaro. Es un fenómeno internacional, según el sociólogo Bruno Latour: antimodernos, como Vox, Le Pen, Trump, Brexiteers o Bolsonaro, espoleados por modernos que siguen construyendo percepciones alejadas del pueblo a través de un agotado binomio izquierdas-derechas.
Prescriptores del mantra “bandido bueno es bandido muerto”, Bolsonaro y su familia son, paradójicamente, investigados por corrupción. El actual presidente de Brasil impulsa leyes para favorecer los testimonios policiales en los tribunales y obstaculiza las investigaciones sobre asesinatos cometidos por policías, entre ellas, las de jóvenes negros de favelas.
No existen alambradas ni coches blindados contra la desigualdad que hace sufrir a toda la sociedad brasileña
Marielle Franco, negra, nacida y criada en favela Maré, política, socióloga y defensora de los derechos humanos, fue asesinada en 2018. Bolsonaro, sospechoso de estar relacionado con el suceso y con las milicias, cuyos miembros condecora y emplea en su gabinete, descompone el Estado e incita el armamento ciudadano.
Esos paramilitares controlan Río abiertamente. Obligan a los ciudadanos a comprar, más caros, servicios propios de internet, gas o seguridad. En enero de 2022, el congoleño Moïse Kabagambe, negro y morador de favela, fue apaleado hasta la muerte en pleno paseo marítimo. Según su familia, por reivindicar dos días de sueldos retrasados.
Ante tal situación, se instalan gruesas barreras y alambradas, y se contratan a milicianos armados para proteger edificios. Enjaulados, muchos ciudadanos no pisan la calle sin un Uber delante. Asustada por la desigualdad y la pobreza, la élite sigue desentendiéndose de estas raíces centrales de sus problemas sociales estructurales que la enjaulan. Lamentablemente, no existen alambradas ni coches blindados contra la desigualdad que hace sufrir a toda la sociedad.
Distantes del conocimiento popular
Estado, organizaciones y clases privilegiadas, ausentes y carentes de educación capaz de concienciar, tienden a desentenderse de las favelas. Pocas veces escuchan, dialogan o reconocen el conocimiento popular informal. En consecuencia, el impacto de sus ayudas (para el pobre) es extremadamente cuestionable.
Este vacío es aprovechado por la iglesia Evangélica Neopentecostal, originaria del Protestantismo Histórico. Escuchando y estando cerca del pueblo, duplicó su base de fieles desde 2000, incluyendo al 30% de la mayor base católica del mundo, la brasileña. El Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) estima que se abren 14.000 nuevas iglesias cada año y según el ex director del IBGE, José Eustaquio Alves, se prevé que cerca del 40% de brasileños sean evangélicos para 2032, superando el número de católicos.
No exentos de críticas, los evangélicos lideran la batalla por el reconocimiento del pueblo ignorado y su conocimiento informal, expone el antropólogo Juliano Spyer en Povo de Deus. Negros pobres convertidos al protestantismo, contrarios a la posición pasiva de vulnerables, se apoyan y alejan de ayudas asistencialistas. Vislumbran nuevas perspectivas, emprenden, ascienden socioeconómicamente y ocupan espacios y espectros políticos tradicionalmente en manos de blancos católicos.
Se prevé que cerca del 40% de brasileños sean evangélicos para 2032, superando el número de católicos
Como reflexiona la antropóloga Cláudia Fonseca, la sociedad formal, intelectuales incluidos, mayoritariamente desinformada, se desentiende. Muchos modernos, ensimismados, no logran comprender este fenómeno. Desorientados y molestos por un evangélico osado, que tiende a percibirse como igual, reacio a ser el vulnerable, se burlan distanciándose (aún más) del pueblo.
Mientras tanto, los antimodernos capitalizan el poder. Bolsonaro estratégicamente se hizo evangélico, conquistando así su principal bastión de votantes. Ahora, los políticos brasileños persiguen alinearse con los valores evangélicos sin perder el voto moderno. Vinicius do Valle, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de São Paulo, afirmó en una entrevista para este artículo que “los progresistas deben de dialogar con los conservadores evangélicos si quieren progresar”.
Acercándonos al conocimiento popular
En este espinoso contexto, fui al encuentro de diferentes colaboradores para realizar proyectos de sostenibilidad, sobre todo en las favelas, donde está el conocimiento popular informal del 33% de la población. Así me lo informó en una entrevista el diputado Marcelo Freixo, quien encabeza la intención de voto para la gobernación de Río, en las elecciones que se efectuarán en octubre. Freixo ha sido el primero en presidir una investigación contra las milicias y actualmente vive escoltado, incluso, estuvo exiliado en España.
En esas olvidadas favelas, aunque experimenté inminentes conflictos, pude comprobar humanidad, conciencia colectiva, sentido de comunidad, colaboración, creatividad y propósito de sostenibilidad. Casas, puertas y ventanas abiertas abundan, incluso en la noche. Niños y vecinos juegan y vibran por las calles de las favelas que transité, donde no he sufrido ningún rasguño.
Allí entrevisté a colaboradores como Cris dos Prazeres, quien impulsa el reciclaje de la colecta de residuos en favela Morro dos Prazeres; o Regina Tchelly, chef cuyo conocimiento informal la ha llevado a aprovechar el 100% de los alimentos (por ejemplo, transforma semillas de calabaza en leche) y por ello es invitada a enseñar ante renombrados chefs internacionales. Asimismo, encontré a André Ramos, pacificador que se volvió pastor evangélico después de ser arrestado por narcotráfico en Complexo do Alemão, considerado el mayor supermercado de armas y drogas de América Latina.
Junto a más de cien colaboradores de variados estratos socioeconómicos y culturas creamos colaborativamente proyectos de educación, impulso al liderazgo y emprendimiento utilizando tecnología. Ello implicó relacionarme con y entre comunidades diversas, facilitando diálogos auténticos y de calidad. Estos requieren escucha, salir de identidades preformadas, sinceridad y respeto naturales para construir una confianza real entre diferentes personas. Como consecuencia, se generan vínculos emocionales que permiten que el conocimiento popular informal pueda aflorar, para luego ser asimilado e integrado al científico formal. El conocimiento informal es clave para producir transformaciones hacia una sostenibilidad más auténtica, genuinamente social y medioambiental, y propulsora de una economía al servicio de las personas.
Hay más verdad en la diversidad que en la homogeneidad. La unión de conocimientos concibe realidades más intersubjetivas, que a su vez habilitan la capacidad diferenciada de colaboración, llegando a impulsar transformaciones auténticas. Personas diferentes, pensando colaborativamente, amplían sus percepciones y perímetros de conocimiento para llegar a soluciones diferenciadas.
Personas diferentes, pensando colaborativamente, amplían sus percepciones y perímetros de conocimiento para llegar a soluciones diferenciadas
Este es el inicio de la metodología de transformación hacia una sostenibilidad más auténtica que he sistematizado en las universidades de Oxford y Berkeley. Desde hace más de 20 años he realizado proyectos, docencia e investigación académica en sostenibilidad en casi todos los continentes. Actualmente, lo hago en la Universidad de Sudáfrica, enfocándome en experiencias que eduquen para concienciar sobre una colaboración auténtica.
Empecé a percibir esta metodología cuando mi abuelo, médico, construyó y dirigió un hospital privado donde atendía gratuitamente a quien lo necesitara. “Somos todos una sociedad”, repetía. Asimilarlo me llevó a acompañar mis padres en sus proyectos sociales y medioambientales con comunidades de favelas y rurales, y posteriormente a efectuar planes buscando esta auténtica sostenibilidad. Experimentar esta comprensión y colaboración genuinas me inspira, me produce felicidad y me brinda una sensación de propósito.
En este contexto, estamos invitados a viajar a través del conocimiento informal de comunidades que conocen como nadie retos como los Objetivos de Desarrollo Sostenible: pobreza, hambre o desigualdades. Sin este conocimiento popular informal, la sostenibilidad es insostenible y ya es insoportable. ¿Está claro qué es lo que sostiene la sostenibilidad? Y ¿para quiénes?
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