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El invierno mata sin balas a la población a la intemperie en Gaza: “¿Sobrevivimos a los bombardeos para sucumbir al frío y la lluvia?”

Cerca de 1,5 millones de habitantes de la Franja necesitan un refugio para protegerse del invierno inminente, según la ONU, pero el número de tiendas de campaña, mantas y ropa de abrigo que Israel autoriza es insuficiente

Masud al Yamani, de 42 años, intenta asegurar una frágil estructura de plástico y tela con cuerdas y restos de su casa destruida en Jan Yunis, en el sur de la franja de Gaza, para que pueda sostenerse frente al viento. Hace seis meses, vivía en el oeste de la localidad. Tuvo que desplazarse, casi muere en un bombardeo y finalmente ha vuelto a vivir entre las ruinas de la que fue su casa. Sus cuatro hijos, el menor de apenas tres años, recogen trozos de madera entre los escombros de los edificios vecinos. El polvo de la destrucción flota constantemente en el aire.

“¿Me preguntas por los preparativos para el invierno?”, dice, mezclando la rabia y la sorna. “¿Ves esta devastación? No tenemos nada. No recibí una tienda de campaña, no recibí mantas, no tengo ropa de abrigo ni dinero para comprarla. La mayoría de los habitantes de Gaza nos enfrentamos al frío completamente desprotegidos“, dice.

En Gaza comenzó a llover el jueves e inundó decenas de precarias tiendas de campaña donde las personas duermen en el suelo, en el mejor de los casos sobre un colchón. Las familias desplazadas se preguntan qué les depararán los meses venideros, sin refugio para protegerse y expuestos a los estragos del mar, situado a escasos metros. Pese a que la ONU y organizaciones humanitarias intentan acelerar la entrada de material para proteger a la población, los volúmenes que Israel autoriza a entrar en la Franja siguen siendo inferiores a las necesidades reales de la población.

En el campo de refugiados de Nuseirat, en el centro de Gaza, Shahrazad Siyam, de 39 años, acuna a su hija menor, Siwar, de dos años y dos meses. La niña tiembla contra su pecho, tosiendo sin cesar y con la garganta inflamada por una infección respiratoria aguda. “No tenemos una tienda de campaña, mantas o ropa de abrigo. No tenemos nada. Vivimos prácticamente al aire libre, en la playa. Mis hijos tiemblan toda la noche, y yo trato de calmarlos leyéndoles el Corán. ¿Qué más puedo hacer?”, dice Siyam, madre de cuatro hijos, el mayor de ellos de 11 años.

“¿Preparativos para el invierno? ¿Cómo se prepara alguien que vive al aire libre?”, pregunta esta mujer con la voz temblorosa por la rabia. “¿Sobrevivimos al bombardeo solo para sucumbir ante el frío, el agua y la lluvia?”, se pregunta esta educadora infantil mientras administra una cucharada de medicamento a su hija cada dos horas, pese a que las instrucciones son que debe esperar ocho horas entre dosis y dosis. “La medicina no está funcionando y no tengo opción. Tengo que intentarlo”, se justifica.

Cada vez que miro el mar, tengo pesadillas. Sueño que las olas se levantan, que nos ahogamos, que nadie escucha nuestros gritos y morimos en silencio
Riad Siyam, gazatí desplazado

La mujer, que hace tres meses tuvo que desplazarse con su familia desde Ciudad de Gaza, está cansada y angustiada. Su esposo, Riad, de 40 años, explica que cerca de su tienda de campaña no hay letrinas y los niños deben salir en medio de la noche y exponerse al frío para acudir a la de un vecino. Este padre de familia perdió su fuente de ingresos cuando Israel destruyó su carreta y mató a su burro en un ataque con artillería, al poco de comenzar la ofensiva contra Gaza. “Cada vez que miro el mar, tengo pesadillas. Sueño que las olas se levantan, que nos ahogamos, que nadie escucha nuestros gritos y morimos en silencio”, dice, temeroso.

Completamente desprotegidos

Según la ONU, 1,48 millones de habitantes de Gaza, sobre una población total de unos dos millones, necesita urgentemente un techo o un refugio digno y más de 320.000 casas han sido total o parcialmente destruidas en dos años de bombardeos.

Israel y Hamás acordaron un alto el fuego hace un mes, pero el ejército israelí sigue ocupando militarmente más de la mitad de la Franja y la ayuda humanitaria que entra en el territorio es insuficiente.

El plan para Gaza del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que sirvió de base para la negociación de la tregua entre Hamás e Israel, preveía la entrada y distribución de ayuda humanitaria en Gaza, a un nivel similar al registrado en el alto el fuego de dos meses de inicios de año, cuando el flujo diario oscilaba entre 500 y 600 camiones. Organizaciones humanitarias afirman que el volumen real de ayuda que ha entrado en el territorio palestino en las últimas semanas ha sido inferior. Según el COGAT, el organismo israelí encargado de coordinar, entre otros, la entrada de la ayuda humanitaria en Gaza, “centenares de camiones con comida, medicamentos y material para proporcionar refugio a la población entran diariamente en la Franja”.

Mahmud Omar, un trabajador humanitario en el área de Al Mawasi, en el sur, donde se concentran muchos de los desplazados de la Franja, recibe cientos de solicitudes cada día de parte de familias que piden tiendas de campaña, mantas, ropa y otros artículos básicos para sobrevivir.

“Lo que puedo proporcionar a través de las organizaciones que nos ayudan es nada, comparado con la necesidad”, dice. “Las tiendas de campaña de los campamentos están rotas o ajadas. No hay forma de que la gente pueda prepararse para el invierno porque no puede comprar nada, no tiene dinero y tampoco ha recibido ayuda”.

“El invierno pasado, la destrucción era menor. Muchas personas desplazadas pudieron regresar a lo que quedaba de sus hogares. Ahora, la destrucción en algunos lugares se acerca al 100%”, lamenta.

El invierno pasado, la destrucción era menor. Muchas personas desplazadas pudieron regresar a lo que quedaba de sus hogares. Ahora, la destrucción en algunos lugares se acerca al 100%
Mahmud Omar, trabajador humanitario

Amjad al Shawa, director de la Red de Organizaciones de la Sociedad Civil Palestina, calcula que se necesitan 300.000 tiendas de campaña nuevas, pero, según cifras de la ONU, solo han logrado hacer entrar unas 5.000 tiendas y 85.000 lonas impermeables desde la entrada en vigor del alto el fuego. El COGAT afirma que “en los últimos meses” entraron en Gaza un total de 90.000 tiendas de campaña y lonas impermeables.

La ayuda humanitaria entra por los pasos fronterizos de Kerem Shalom y Kissufim y el miércoles Israel autorizó la reapertura del paso de Zikim, en el norte.

Al Shawa teme que con las lluvias se desborden los pozos, colapsen las infraestructuras de saneamiento, que ya están muy estropeadas, y se propaguen enfermedades entre la población más vulnerable como niños, ancianos y enfermos.

“El sistema de salud ya ha colapsado. ¿Cómo responderemos cuando llegue el invierno y se propaguen las enfermedades?”, se pregunta el experto, recordando que las organizaciones humanitarias, locales e internacionales, trazaron un plan para hacer frente al invierno que no pueden poner en práctica por la falta de medios materiales.

Sus peticiones van desde la retirada militar israelí de grandes áreas de Gaza para reducir el hacinamiento hasta la entrada de ropa o mantas, pasando por la llegada de material para limpiar escombros.

El invierno más duro

Los trabajadores humanitarios también piden que se deje entrar la ayuda que UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, tiene preparada a las puertas de Gaza. Israel no permite que esta organización, presente en la Franja desde hace décadas, donde brinda educación y salud a decenas de miles de personas, siga trabajando en Gaza y la acusa de estar vinculada a los ataques del movimiento islamista Hamás del 7 de octubre de 2023. “Disponemos de alimentos para 1,1 millones de personas, harina para 2,1 millones de personas y suministros para refugios para hasta 1,3 millones de personas”, dijo la organización en estos días.

Si alguien no nos ayuda rápidamente, nuestro destino será catastrófico. El mar podría arrastrarnos. En el mejor de los casos, el frío nos matará a todos, grandes y pequeños
Shahrazad Siyam, madre de familia de Gaza

“Este será el invierno más duro de Gaza hasta ahora, a pesar del alto el fuego, porque el nivel de destrucción, desplazamiento forzado y hambre es mayor que nunca”, estima Al Shawa. “Si en el mundo queda algún vestigio de conciencia humanitaria, no se permitirá que el frío, la lluvia y las enfermedades maten a la gente de Gaza”, agrega.

De vuelta en la playa de Nuseirat, Shahrazad Siyam sostiene a Siwar, quien finalmente se ha quedado dormida después de horas tosiendo sin parar. La madre no logra recuperar la esperanza. “Si alguien no nos ayuda rápidamente, nuestro destino será catastrófico”, dice, con la voz quebrada. “El mar podría arrastrarnos. En el mejor de los casos, el frío nos matará a todos, grandes y pequeños”.

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