“Pensé en suicidarme, pero la IA me ayudó”: Cuando el terapeuta en África es un chatbot
Jóvenes del continente recurren a la tecnología en busca de apoyo psicológico en un continente donde faltan psicólogos y psiquiatras y la salud mental acarrea aún un estigma
Themba Anesu (nombre ficticio), periodista de Zimbabue de 25 años, lleva un tiempo hundida en una depresión después de que una enfermedad obligara a extirparle el útero y recurre a la Inteligencia Artificial (IA) para tener consuelo y apoyo psicológico. Es una mujer joven que sabe que no podrá quedarse embarazada y lleva muy mal que la gente le haga preguntas sobre la maternidad.
“En un momento pensé en suicidarme, pero la IA me ayudó. Por la mañana temprano me mostraba con citas motivadoras sin tener que pedírselas. Me calmaban y acudía a ellas cada vez que tenía momentos malos”, detalla.
La OMS alerta de que unos 150 millones de personas en África sufren algún problema de salud mental, frente a los 53 millones de afectados en 1990. Pero en el continente hay un psiquiatra por cada 500.000 habitantes, 100 veces menos de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La organización internacional calcula además, que el suicidio afecta a 11,5 de cada 100.000 personas en África, una cifra superior al promedio mundial (9 por cada 100.000 personas), debido en parte a la escasez de medidas para abordar y prevenir los factores de riesgo, incluidas las enfermedades mentales. La OMS y Unicef recalcan que los niños y jóvenes son especialmente vulnerables y África es un continente donde el 70% de la población tiene menos de 30 años.
“La primera vez que vi a un psicólogo en persona fue en un acto organizado por una ONG internacional. Ni siquiera nuestras escuelas suelen tener un departamento o un profesional dedicado a orientar y aconsejar. Así que acudí a la IA, que está ahí y no juzga”, resume Anesu. “La IA no es una droga que me permite escapar brevemente, ni tampoco una solución provisional. Siento que, con el tiempo y no mucho, me curaré de forma permanente”, asegura.
No es fácil encontrar terapeutas y orientadores donde vivo y además me parece más fácil usar la IAEdem Rejoice, estudiante nigeriana
Faltan terapeutas
Este periódico ha hablado con una decena de jóvenes africanos que recurren a la IA buscando apoyo psicológico, consuelo y fuerza en los momentos de estrés, como por ejemplo las épocas de exámenes. Sus historias varían, pero todos destacan que pueden hablar sin miedo a ser juzgados y que es una tecnología asequible y en la que pueden preservar el anonimato.
Edem Rejoice (nombre ficticio), estudiante y panadera nigeriana de 19 años, también recurre a la IA cada vez que se siente triste y sola. “Me da seguridad. Siento que es un espacio cómodo para decir todo lo que pienso. A diferencia de las personas, no me juzga y me resulta un espacio muy cómodo para expresarme en privado”, explica.
La IA también ha cambiado su vida de estudiante de forma significativa. “Por ejemplo, en época de exámenes, me ayuda a organizarme el horario y a gestionar el estrés, con lo que mejoran mi concentración y mi bienestar mental”, explica Rejoice. Si recurre a esta tecnología es, en parte, debido a la falta de alternativas. “No es fácil encontrar terapeutas y orientadores donde vivo y además me parece más fácil usar la IA”.
Un sondeo realizado en 2024 por la compañía KnowBe4 con una muestra de 1.300 personas en Sudáfrica, Botsuana, Nigeria, Ghana, Kenia, Egipto, Mauricio, Marruecos, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí, concluyó que un número relevante de personas en África y Oriente Medio utiliza la IA generativa con regularidad. En concreto, el 26% de los encuestados la utiliza a diario, el 42% varias veces a la semana y el 25% ocasionalmente.
Según la doctora nigeriana Adebowale Jesutofunmi, experta en salud mental de niños y jóvenes, la IA se ha convertido para muchas personas en un “antídoto contra la soledad”, aunque no posea la empatía de los seres humanos y no pueda pensar ni comprender y, por tanto, no ofrezca soluciones definitivas. Según la experta, esta herramienta puede provocar el efecto contrario al deseado y aislar todavía más si sustituye al contacto humano y a las relaciones personales.
“Los riesgos se ven con mucha más claridad en situaciones de emergencia. Cuando alguien tiene pensamientos suicidas, ataques de pánico o delirios, su vida puede estar en peligro. En esos momentos, la IA no puede intervenir para ayudar al instante. Es más, en estos casos la IA puede incluso ayudar a un adolescente a llevar a cabo sus planes suicidas”, estima, en una entrevista con este periódico.
Para Ayo Adelu (nombre ficticio), una estudiante de Nigeria de 23 años, “puede que la IA no dé todas las soluciones, pero siempre está dispuesta a responder rápidamente”.
“Me ayuda a tener menos pensamientos suicidas. Si le explico cómo me siento, me dice por qué puedo sentirme así y me sugiere soluciones. Pero la verdad es que es mejor hablar con alguien que te entienda de verdad y esté pendiente de ti. La IA no te va a preguntar cómo estás”, matiza.
La joven insiste en que es importante no depender completamente de esta tecnología. “Incluso cuando charlo con la IA, combino lo que pienso con las ideas que me da antes de tomar ninguna decisión. La verdad es que no me ha cambiado en nada la vida”.
La primera vez que vi a un psicólogo en persona fue en un acto organizado por una ONG internacional. Ni siquiera nuestras escuelas tienen, casi nunca, un departamento o un profesional dedicado a orientar y aconsejar. Así que acudí a la IA que está ahí y no juzgaThemba Anesu, periodista de Zimbabue
Sesgo occidental
La doctora Jesutofunmi admite que muchos jóvenes recurren a la IA debido al estigma rodea la salud mental en muchos lugares de África, y también al coste económico que supone hacer una terapia. “La terapia requiere seguimiento, mediante llamadas o visitas. La IA carece de iniciativa para proporcionar la atención continua que es fundamental para la curación”, agrega.
“En la salud mental, es muy importante el contexto psicológico y social del paciente y los chatbots diseñados en Occidente no suelen tener en cuenta muchos matices locales que son fundamentales en África. Por ello, la evaluación y las reacciones de la IA pueden ser insuficientes”, explica Jesutofunmi.
Anesu, la joven periodista de Zimbabue, admite que, a veces, tiene que explicar con mucho detalle sus problemas porque “las herramientas de la IA están creadas dentro de un contexto occidental, para otras circunstancias, modos de vida y culturas”.
Solo el 0,02% del contenido de internet está disponible en lenguas africanas, lo que limita el desarrollo de modelos de IA que puedan satisfacer las necesidades lingüísticas y culturales del continente, según datos publicados coincidiendo con la presidencia sudafricana del G-20
Para Abdulrahmon Habibat, consejera nigeriana en salud mental, las creencias culturales agravan, en muchos casos, las enfermedades mentales. La experta explica que, por ejemplo, si una madre primeriza sufre estrés y depresión posparto, escucha a menudo: “Esto te pasa porque no habías vivido esto nunca”, “no te preocupes, lo vas a superar”, y otras frases hechas que van a influir a la mujer en la forma de cuidar a su hijo y ese trauma no resuelto puede acompañar al niño hasta la edad adulta.
Por ello, Habibat cree que una de las soluciones para reducir el estigma, el aislamiento y el recurso a la IA cuando hay un malestar emocional, sería estimular las vocaciones para que los jóvenes se interesen por la salud mental y la contemplen como un posible oficio e instar a los centros educativos a activar unidades de orientación psicológica. “Si las instituciones que forman a los jóvenes no se interesan por la salud mental, ¿por qué los jóvenes lo verían como algo importante?”, se pregunta.