Pur Biel, atleta olímpico refugiado: “La primera vez que corrí de verdad, corrí por mi vida”

De niño, el deportista se vio forzado a huir de su hogar en Sudán del Sur. Ahora, miembro del Comité Olímpico Internacional, utiliza sus experiencias para ayudar a otras personas que pasaron por su situación

Los atletas del equipo de refugiados Pur Biel (derecha) y Paulo Amotun Lokoro, en el comienzo de una maratón en Ginebra organizada por Unicef en 2019.Bernard Rono

Crecí con mi familia cerca del pueblo de Nasir, en Sudán del Sur, rodeado de ganado y cultivos. Nuestra aldea y hogar estaban en una zona afectada desde hacía mucho tiempo por la guerra civil, y un día, en 2005, nos encontramos en medio del conflicto. Los soldados irrumpieron en mi pueblo y lo quemaron todo. No tuve otra opción más que huir. Así que la primera vez que corrí de verdad, corrí por mi vida. Durante tres angustiosos días, me vi forzado a esconderme en el monte, para luego regresar a un lugar que ya no se parecía a mi hogar.

Tenía apenas 10 años y estaba solo, separado de mi madre y mi hermano pequeño tras el ataque. Como muchas otras personas refugiadas de Sudán del Sur, encontré protección en el campamento de refugiados de Kakuma, en la vecina Kenia. Ahí descubrí mi amor por el deporte, sobre todo jugando al fútbol con mis compañeros. Todos veníamos de lugares diferentes, pero compartíamos la misma experiencia de habernos visto forzados a huir de nuestros hogares. Fue el deporte lo que nos unió. Nos dio un sentimiento de pertenencia, de comunidad y, lo que es más importante, de esperanza.

En Kakuma, corriendo descalzo, acabé en tercer lugar en la carrera de 10 kilómetros

Llevaba 10 años viviendo en Kakuma cuando participé en una prueba de atletismo organizada por el Comité Olímpico Internacional y ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. Corriendo descalzo, acabé en tercer lugar en la carrera de 10 kilómetros. Poco después, me invitaron a un campo de entrenamiento especializado en Nairobi con la posibilidad de formar parte del primer Equipo Olímpico de Atletas Refugiados para los Juegos de 2016 en Río de Janeiro. En el campo de entrenamiento recibí mi primer par de zapatillas para correr. Nueve meses más tarde, era un atleta olímpico que participaba en la ceremonia inaugural de los Juegos de Río 2016. Para muchos, esto podría parecer el final de un viaje increíble. Pero yo lo veo más como un principio.

El deporte me ha brindado oportunidades casi inimaginables. Me gradué en Relaciones Internacionales en la Universidad Drake de Des Moines, Iowa, algo que estaba más allá de mis sueños cuando llegué a Kakuma. Competí en la primera división junto a atletas de élite de la National Collegiate Athletic Association (NCAA) de todo Estados Unidos y disfruté de instalaciones de entrenamiento de primer nivel. Aun así, sabía que mi objetivo no era simplemente cambiar mi propia historia. Se trataba de cambiar la narrativa de los deportistas refugiados de todo el mundo, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo.

El deporte me ha brindado oportunidades casi inimaginables

Pronto se convirtió en mi misión. Fui el primer refugiado en ser elegido como miembro del Comité Olímpico Internacional (COI), así como el primer refugiado en formar parte del Comité Olímpico y Paralímpico de Estados Unidos (USOPC, por sus siglas en inglés). En estos puestos, mi prioridad ha sido ayudar a los atletas refugiados menos afortunados que yo. He conocido a personas refugiadas con un talento increíble que carecen de las oportunidades que yo tuve. Mi objetivo no es solo facilitarles instalaciones de entrenamiento; también debemos crear vías para el desarrollo de habilidades, fomentar la confianza y la integración en la comunidad. Debemos y podemos hacer más.

A través de la Fundación Olímpica para los Refugiados (ORF, por sus siglas en inglés) he liderado, con la ayuda de otros, los esfuerzos para mejorar los sistemas para apoyar a los futuros atletas olímpicos refugiados. El objetivo de la ORF es mejorar el acceso al deporte de un millón de jóvenes afectados por el desplazamiento para finales de año. Esta ambiciosa meta complementa la iniciativa del USOPC para identificar y entrenar a los mejores atletas refugiados residentes en EE UU y brindarles el apoyo necesario para que se clasifiquen para el Equipo Olímpico de Atletas Refugiados. Con su rica historia de excelencia y diversidad en el deporte y su tradición de acogida hacia las personas refugiadas, Estados Unidos se encuentra en una posición única para mostrar cómo el deporte puede impulsar la integración y el empoderamiento, especialmente de cara a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 2028.

Este verano, una nueva generación de atletas refugiados competirá en París. Sé que sentirán los nervios que yo sentí, mostrarán la determinación que yo mostré, soportarán la presión que yo soporté y se sentirán llenos del orgullo que aún me invade. Pero cuando recuerdo mi experiencia en Río, no es en mi propia carrera en lo que más pienso. Es la ceremonia de apertura, en la que estuve junto a mis compañeros refugiados, junto a miles de otros atletas de todo el mundo, animados por las decenas de miles de personas presentes y vistos por millones más desde casa. En un mundo lleno de conflictos e incertidumbre, los Juegos Olímpicos ofrecen esperanza, humanidad y, sobre todo, solidaridad. Nos recuerdan las fuerzas que unen a las personas, acortan las distancias y crean un cambio positivo.

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