Estar a la altura del desafío: pisar el acelerador y elevar ambición de la Agenda 2030
Ninguno de los objetivos de desarrollo sostenible se cumplirá en seis años si no hay un giro de timón
La semana pasada se celebró el Foro Político de Alto Nivel de las Naciones Unidas en Nueva York para la revisión de los avances y retrocesos en la consecución de la Agenda 2030 en el mundo. En él, España se ha sometido a su tercer Examen Nacional Voluntario, con el que ha hecho balance de los últimos años e identificado compromisos a futuro. En una presentación capitaneada por la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, y el ministro del ramo, Pablo Bustinduy, se ha destacado la vigencia de la Agenda 2030 para encarar las crisis múltiples y el rol clave que ha tenido en “facilitar una salida más sólida, más justa y más eficaz” a las mismas.
Desde Futuro en Común también hemos intervenido en el examen demandando mayor ambición y coherencia. Nuestro país ha dado pasos en la buena dirección, si bien ahora se deben dar zancadas hasta el 2030. España ha logrado avances en cuestiones como la recuperación económica, el empleo, o la reducción de las brechas de género, pero nos enfrentamos a muchos desafíos, estancamientos y retrocesos en otras cuestiones clave. Para abordarlos es necesario contar con un plan nacional ambicioso que defina el futuro que queremos construir conjuntamente, con una buena identificación de las metas a alcanzar y las prioridades políticas para lograrlas, como proponemos en EL INconFORME tras un amplio consenso entre 50 organizaciones y plataformas de la sociedad civil.
España ha dado pasos en la buena dirección, si bien ahora se deben dar zancadas hasta el 2030
Y la revisión de la Estrategia de Desarrollo Sostenible 2030, que el Gobierno se ha comprometido a iniciar a la vuelta del verano, es una oportunidad para contar con ese plan nacional que recoja cuestiones tan estratégicas como la profunda reforma fiscal que necesitamos para reducir la desigualdad y financiar un estado de bienestar que garantice derechos tan fundamentales como la vivienda, la salud o la educación en todos los rincones del Estado. O para comprometerse a avanzar de manera más contundente en una transición justa que apueste por sectores económicos que de verdad contribuyan al bienestar de la población dentro de los límites del planeta, generando alternativas a las personas y territorios que sufran los perjuicios del cambio.
También para reforzar mecanismos democráticos que permitan ampliar el espacio cívico, aumentar la transparencia y acabar con la corrupción, institucionalizar la participación de la ciudadanía en las decisiones que afectan a sus vidas y definir una gobernanza de las tecnologías disruptivas que pueden poner en jaque derechos y libertades. Asimismo, conseguir que toda la acción exterior se guíe por un marco orientador común basado en los derechos humanos y la justicia climática, social, económica y de género, reduciendo el impacto que nuestra forma de producir y consumir tiene en los bienes públicos globales o en otros rincones del planeta.
Abrir un proceso de revisión de la estrategia, con participación de todos los actores, territorios y ministerios, sería la mejor manera de responder a la llamada global de urgencia que las Naciones Unidas hace al conjunto de los Estados miembro para contribuir al cambio de rumbo que necesitamos, especialmente si se consigue incorporar compromisos audaces y asegurar que todas las políticas estén orientadas de manera coherente hacia el modelo de desarrollo que plantea la Agenda 2030.
Como ha puesto de relieve en su discurso inaugural del Foro Político de Alto Nivel, la vicesecretaria general de la ONU, Amina J. Mohamed, el balance mundial es muy desalentador: a menos de seis años para el 2030, abordamos ingentes desafíos planetarios, poco tiempo e insuficientes compromisos y recursos para abordarlos.
Y es que solo un 17% de las metas de la Agenda 2030 están bien encaminadas y ninguno de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) se cumplirá de aquí al 2030 si no hay un giro de timón para recuperar la senda marcada en esta agenda global.
La emergencia climática, la crisis de la democracia que recorre el planeta, la escalada bélica que arrasa con la vida y provoca desplazamientos forzados, así como el aumento del hambre o de las desigualdades, no pueden esperar. Urge una acción más ambiciosa que oriente un cambio de modelo, al servicio de las personas y el planeta. El mundo necesita una mayor voluntad política que se traduzca en compromisos ambiciosos y la movilización de recursos necesarios para materializarlos, ya que la brecha de financiación estimada para alcanzar el cumplimento de los ODS puede ser hasta de 4 billones de dólares (3,67 billones de euros) anuales.
El mundo necesita una mayor voluntad política que se traduzca en compromisos ambiciosos y la movilización de recursos necesarios para materializarlos
Los próximos 18 meses van a ser decisivos en todas estas cuestiones. La Cumbre del Futuro, el trabajo del G20 y las instituciones financieras internacionales, la COP29 y la Cuarta Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, que se celebrará en Sevilla en 2025 (y en la que esperemos que el Gobierno de España pueda garantizar la participación de las partes interesadas y empujar por un resultado ambicioso), son clave para avanzar en nuevos compromisos y reformas para lograr un sistema financiero internacional más equitativo, representativo y eficaz, movilizar más recursos para los territorios y personas en mayor situación de vulnerabilidad con criterios de justicia histórica, hacer frente a la crisis de deuda o avanzar hacia una fiscalidad global más equitativa que permita cerrar brechas y contribuir a recaudar los recursos necesarios para que nadie se quede atrás.
El momento es ahora y la ventana de oportunidad se cerrará pronto. Tenemos la responsabilidad de ser los y las antepasadas que las futuras generaciones se merecen. Esperamos estar a la altura, nos va el futuro en ello.
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