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Grafiteras, pintoras y fotógrafas musulmanas para entender el mundo

Sobreponiéndose a la censura en países de religión islámica y a la islamofobia en Occidente, mujeres de distintas generaciones y nacionalidades ejercen el activismo a través del arte. Esta es una selección de siete creadoras a las que seguir la pista

Shadi Ghadirian, de 48 años, es una de las principales fotógrafas contemporáneas de Irán. A menudo utiliza el humor, la sátira y un atrezo bien colocado (libros prohibidos, por ejemplo) para señalar las formas en que las iraníes se ven obligadas a transigir en sus libertades. "Cada imagen muestra a una mujer posando con un símbolo de la vida moderna mientras viste un traje tradicional. Este conflicto entre lo viejo y lo nuevo es como vive actualmente la generación más joven en Irán: puede que abracemos la modernidad, pero seguimos enamorados de las tradiciones de nuestro país", declaró Ghadirian a 'The Guardian' a propósito de su serie 'Qajar', de 1998. En 'Like every day' (Como cada día) —la imagen de apertura de esta galería—, retrata con ironía todos los utensilios que ella misma recibió como regalos de boda en el año 2000.
Shamsia Hassani, de 36 años, es la primera grafitera de Afganistán y ha sido reconocida como una de las artistas más prometedoras del mundo por varias publicaciones internacionales. Ni la represión de los talibanes ha conseguido detener la creatividad de Hassani, que retrata principalmente a mujeres en los muros de Kabul. Las protagonistas de sus obras a menudo parecen de otro mundo, pero los temas de los que habla son muy reales. Por ejemplo, en su serie 'Secret', las mujeres llevan burka, una prenda a menudo vista por el público occidental como una forma de opresión, pero que Hassani retrata como tejido transparente, símbolo de la fuerza femenina, para transmitir una opinión clara: el problema son las mentalidades opresivas, y no la ropa.
Morehshin Allahyari, de 38 años, pretende con sus experiencias interactivas, esculturas y exposiciones inmersivas cuestionar los estereotipos de un público no musulmán. Iraní residente en Nueva York, gran parte de su obra es un contrapunto a las influencias coloniales tecnológicas occidentales y se distancia de las narrativas dominantes de hombres musulmanes machistas y feministas blancas excluyentes. "Las historias que se están amplificando en el movimiento #MeToo han estado dominadas por el feminismo blanco y las historias occidentales", explica a este diario. Un ejemplo de su arte reivindicativo es 'The Laughing Snake' (La serpiente que ríe), inspirada por la mitología árabe. La instalación, expuesta en museos internacionales, está compuesta por una escultura, una habitación cubierta de espejos y texto, y reflexiona sobre la feminidad y el acoso callejero en Irán.
Farwa Moledina es una artista yemení-tanzana afincada en el Reino Unido. Su obra pretende conectar a mujeres musulmanas de distintos orígenes y reconocer la diversidad de sus experiencias. "El arte ofrece un acercamiento sutil pero poderoso a muchos temas. Permite al público comprender diferentes perspectivas, a la vez que cuestiona las propias", afirma Moledina, cuya obra y modelos ahondan en conceptos como la historia y la fe. "Mi objetivo es establecer entornos acogedores dentro de museos y galerías donde las mujeres musulmanas puedan encontrar sus propios relatos. Además, aspiro a atraer al público que no suele interactuar con la cultura musulmana, y facilitar una mayor apreciación de la belleza inherente al islam", señala.
La saudí-americana Hend Al Mansour (68 años) es a la vez médico y artista. Tras ejercer la cardiología durante muchos años en Arabia Saudí, en 1997 se trasladó a Estados Unidos, donde por fin pudo dedicarse a su pasión: el arte. Al Mansour recuerda que, cuando llegó a Estados Unidos, muy resentida con su educación religiosa, pintaba para dar rienda suelta a la rabia. Fue cuando el público empezó a encontrar bello ese trabajo cuando se dio cuenta de que también había algo de belleza en sus raíces. La igualdad de género es una parte importante del trabajo de Al Mansour, que utiliza la caligrafía árabe o la 'henna' (tinte natural) para aunar la belleza de su cultura y los cambios que espera ver en ella. "No soy muy conocida en el mundo, pero siento que alguna de las jóvenes que vienen a mis exposiciones piensan en estas cosas por primera vez y eso me hace feliz", dice Al Mansour. "Me gusta pensar que formo parte de un tejido o un movimiento que cada día es más fuerte y poderoso", afirma en una entrevista con este diario.
Aisha Abid Hussain, artista afincada en Lahore (Pakistán), aborda cuestiones de género en su obra, pero no se considera activista. "El arte visual tiene su propio lenguaje, y no tiene por qué ser el lenguaje del activismo. Se puede hablar de cuestiones de género, de discurso social y no tiene por qué ser tan literal. Yo lo prefiero así. Cuando un artista aborda cuestiones sociales, no debería hacerlo como un póster". Aun no siendo explícito, el arte, está convencida, siempre genera debate. "Los artistas no tienen que llevar la carga de cambiar el mundo, pero pueden crear conciencia y diálogo", reivindica.
Simeen Anjum, de 23 años, es conocida en India por sus grafitis y obras de arte en lugares como Shaheen Bagh (al sureste de Nueva Delhi), donde en diciembre de 2019 se produjeron protestas contra la represión policial de estudiantes. El mural de la imagen es un retrato de Aishe Ghosh, activista estudiantil que fue atacada supuestamente por su implicación en estas movilizaciones. En India, donde las mujeres musulmanas han sido objeto de constantes ataques, esta estudiante de Bellas Artes se arriesga cada día en su lucha por la visibilidad. Anjum se describe a sí misma como una "artista de la práctica social" y considera el arte como medio de resistencia: "Transmite el mensaje de una manera eficaz. El arte ha sido una fuerte herramienta de resistencia a lo largo de la historia", reflexiona.ISMAT ARA