El trauma de la guerra persigue a los artistas de Irak
La ocupación estadounidense hace dos décadas fue el inicio de una espiral de violencia que muchos creadores del país han plasmado en sus obras. Autores de tres generaciones reflexionan sobre cómo ha influido el conflicto en su proceso creativo
Mueven la escalera a un lado y otro de la sala de exposiciones mientras clavan los rótulos de la exhibición que están a punto de estrenar. En una pared, en árabe; en la otra, en inglés. Todos se preocupan de que los textos estén perfectamente alineados. La ocasión lo merece: al día siguiente conmemorarán el 20º aniversario de la invasión estadounidense de Irak, con una instalación de sonido que, tomando partes de fragmentos de ruidos callejeros de Bagdad, como la oración de la mezquita o disparos —en la época más sangrienta—, representa los recuerdos del caos que siguió tras la ocupación de 2003.
“El trabajo que presento mañana viene de intentar entender qué hay dentro de mí”, cuenta la autora de la exhibición, Zainab Aldehaimy (Bagdad, 1997). Observa y participa en la preparación junto a los jóvenes miembros de Bait Tarkib, un colectivo de artistas iraquíes que, desde el barrio de Karada, el más popular si hablamos de arte y ocio de Bagdad, dinamiza y da salida a los jóvenes creadores de la ciudad.
Aldehaimy todavía se está reencontrando con su país. Abandonó Irak junto a su familia en 2010, tras los peores años de la guerra sectaria que, desde 2006, siguió a la invasión estadounidense de 2003. Habiendo vivido los ataques con bomba que sacudían a diario las calles de Bagdad, su familia decidió marcharse a Líbano, donde vivió hasta 2016. “Solo procesas las cosas cuando vives en paz”, dice. Aquello fue un paréntesis para tomar aire hasta que, tras cursar un máster en Arte en el Reino Unido, ha decidido darle una nueva oportunidad a Bagdad, empujada sobre todo por la necesidad de estar al lado de su familia.
No quería que se me identificara como artista de guerra. Hasta que me he dado cuenta de que esta es mi vidaZainab Aldehaimy, artista conceptual iraquí
“Esta es la primera vez que exhibo mi trabajo en Irak. Veremos cómo va”, cuenta nerviosa, sentada en un rincón del jardín del centro artístico que acoge su muestra. Aldehaimy se considera una artista conceptual. “Mi trabajo es político y personal a la vez por el hecho de haber crecido en Irak, ya que la naturaleza de este sitio es política”, explica, refiriéndose a las décadas de conflictos que, inevitablemente, han marcado la cotidianidad de los iraquíes. Aunque no siempre se ha sentido cómoda trabajando temáticas en torno a la violencia. “No quería que se me identificara como artista de guerra. Hasta que me he dado cuenta de que esta es mi vida. Este tipo de arte refleja mi vida. Ahora ya no lucho contra ello. Pienso que en algún momento dejaré de hacer trabajo vinculado con la guerra”, cuenta. Aunque admite: “No hay día que pase sin que piense en la muerte”.
Dentro del grupo de artistas que participan en Bait Tarkib, algunos pasan el tiempo tocando el laúd iraquí, mientras otros ayudan en los trabajos de mantenimiento de la casa que utilizan como sede de reuniones, discusiones, cursos y exhibiciones, con todas sus paredes perfectamente decoradas. Es aquí donde Loay Al Hadhary (Bagdad, 1981) pasa muchas de sus tardes, a veces al lado de Aldehaimy, mientras espera a que lleguen sus alumnas de las clases que imparte de escultura. Aunque dirige el canal de televisión Al Iraqia TV, se siente artista por encima de todo. Escultor, concretamente.
“Hacer arte era mi sueño desde pequeño”, cuenta, todavía ilusionado. Pasó sus primeros 10 años de vida en Australia, donde su padre trabajaba en la embajada iraquí. Hasta que regresó a Bagdad en 1990, justo cuando empezaba la guerra del Golfo. “Fue muy duro regresar. Todo era guerra, pensé que mis sueños no se harían realidad”.
Además del impacto de vivir una guerra durante toda su niñez y adolescencia, Al Hadhary se enfrentó a que su entorno nunca confió en que pudiese dedicarse al arte. Pero lo hizo. “Los artistas iraquíes son los más auténticos que hay en el mundo. Porque lo hacemos gratis, solo por pasión”, asegura. “Nunca he vendido una pieza de arte, aunque valga 200 dólares. Aquí no hay mercado”, lamenta. Aislado durante décadas por las sanciones a Sadam Husein y por los conflictos, a muchos iraquíes les resulta imposible vender su arte en su país.
Qasim Sabti, un pintor de 70 años, artista y creador de la galería Hewar (diálogo, en árabe), un referente artístico en Bagdad, conoce bien la dificultad de vivir del arte en Irak. “Durante la invasión estadounidense, 15 galerías de arte cerraron. En tiempos de guerra nadie compra arte. El arte florece en época de paz”, cuenta Sabti. El pintor ha dedicado la vida a la creación, en sus primeros años de carrera como profesor en la Academia de Bellas Artes de Bagdad, hasta que fundó su espacio en 1992. “En los años 40 y 50, el arte todavía estaba creciendo. En los 60, hubo muchas mejoras. En los 70, retrocedió debido al cambio de régimen de monarquía al partido baazista. En los años 80 se produjo la guerra entre Irán e Irak, e impactó en el arte”, rememora.
La infancia, motivo de inspiración artística
De generaciones más jóvenes, Aldehaimy y Al Hadhary coinciden en que la influencia de la guerra en la infancia les inspira en sus creaciones. En la entrada de Bait Tarkib, Al Hadhary muestra algunas de sus esculturas, hechas con papel maché y resina, que se encuentran allí exhibidas. Muchas de ellas recrean historias reales de niños, como la escultura de una pequeña con un vestido rojo con dos trenzas, de pie, cabizbaja, con un helado derretido en una mano, y a la que le falta el otro brazo. Otra representa a una pequeña sentada en un campo de refugiados, con aspecto triste, que no aceptó que le diera limosna.
El Gobierno iraquí dejó de apoyar cualquier proyecto vinculado con el arte, excepto los retratos de SadamQasim Sabti, pintor
“Después de 2003, pasaron muchas cosas. Mi escuela fue bombardeada dos veces”, lamenta Aldehaimy. Aquello era el inicio de la peor época de guerra sectaria, tras la invasión estadounidense. Sobre todo a partir de 2006, justo cuando Al Hadhary se graduó en la Academia de Bellas Artes de Bagdad. “No había vida y en aquel momento no tenía humor para hacer arte. Cada día veía a un par de personas muertas en la calle. Mi mujer me llamaba cada cinco minutos para ver si estaba bien”, explica.
Ambos artistas comparten, además de la pasión por el arte, una perspectiva parecida sobre el contexto que les ha tocado vivir. Aldehaimy, durante sus estudios en el Reino Unido, lo plasmó en una exhibición que tituló Winner Winner Chicken Dinner, donde recreó detectores de explosivos y artefactos explosivos improvisados (IEDs), un triste recuerdo de su infancia. De hecho, la inspiración para la muestra que ahora exhibe en Bait Tarkib, que mezcla la oración con disparos, nace del sonido que escuchaba a menudo desde su casa y que se le ha quedado grabado en la memoria.
Arte bajo el régimen de Sadam Husein
Aldehaimy todavía era una niña cuando Sadam Husein ostentaba el poder en Irak con mano de hierro. Recuerda bien aquella época porque su progenitor servía como general del ejército. “Cuando mi padre discutía por teléfono, mi madre nos tapaba las orejas para que no escucháramos cómo hablaba mal de Sadam, ya que después en el colegio nos preguntaban qué opinión teníamos en casa sobre ‘baba Sadam’ [papá Sadam], como se le conocía”, recuerda.
Los tiempos han cambiado, y también lo ha hecho el arte. “El estilo se ha transformado mucho desde aquella época. Antes se pintaban paisajes, era más tradicional. Ahora somos gente más abierta al mundo”, explica Al Hadhary, recordando aquellos años de censura, aunque ahora asegura que tampoco cree que el arte pueda expresarse libremente en Irak.
Antes decías algo que no era político, pero pensaban que lo era y lo censurabanLoay Al Hadhary, escultor iraquí
El veterano Sabti recuerda las dificultades que afrontaron los artistas durante el embargo al régimen de Sadam Husein. “El Gobierno iraquí dejó de apoyar cualquier proyecto vinculado con el arte, excepto los retratos de Sadam. Como no podía vender fuera, tuve que confiar en los diplomáticos, periodistas y empleados de las Naciones Unidas y de la Cruz Roja que visitaban mi galería”, explica. La invasión estadounidense empeoró todavía más la situación para los artistas, y ahora, lentamente, el país se recupera de la oscuridad de las últimas décadas. “Recientemente, han abierto cinco galerías en Bagdad”, se felicita Sabti, que reconoce que las muestras de arte están viviendo una época de florecimiento en la capital. Pero, aún así, lamenta que sin financiación gubernamental a su trabajo, la mayoría tratan de vender sus obras en el extranjero. El principal apoyo que encuentran en Irak son las familias adineradas que huyeron durante la invasión estadounidense y que, en los últimos tiempos, han regresado a la ciudad.
“Antes decías algo que no era político, pero pensaban que lo era, y lo censuraban”, explica Al Hadhary. La alargada sombra de Sadam Husein y el caos que dejó la invasión estadounidense les mantiene siempre mirando al pasado. “Culpo a Estados Unidos de que nos hagan volver la mirada hacia Sadam. Parte de mi familia, del lado de mi madre, fue disuelta en ácido en aquella época. Pero ahora incluso piensan que quizás se vivía mejor con él”, apunta Aldehaimy. Al Hadhary asiente y reconoce que, desgraciadamente, es una opinión que escucha a menudo.
Aunque la seguridad en el país ha mejorado notablemente respecto a los últimos años, muchos iraquíes, como Aldehaimy y Al Hadhary, no confían en que se consolide, o que realmente el país vaya a salir adelante. “Estamos pintando la vida de color de rosa, pero no lo es. No tengo esperanza, los políticos solo quieren destruir Irak”, lamenta. “Antes había un refrán árabe que decía: “Egipto escribe, Líbano publica, Irak lee”, recuerda Al Hadhary. “Ahora, aquí dicen que si quieres esconder algo valioso, guárdalo dentro de un libro”, concluye desanimado.
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