Las jóvenes detrás del sueño espacial de Honduras
El lanzamiento del primer satélite del país marcará la historia de Centroamérica, que se une para proteger millones de vidas de las frecuentes inundaciones y otros desastres
Honduras ya no solo sueña con el espacio. El país centroamericano está por dar sus primeros pasos en la carrera espacial con la puesta en órbita del satélite Morazán, un cubo de 10x10x10 centímetros que servirá para proteger la vida de millones de personas de América Central frente a las frecuentes inundaciones en los lugares de menor acceso. El lanzamiento está previsto, si todo transcurre, como está planeado, para el primer semestre de 2023. De momento, está en preparación.
“Cuando escuchamos de satélites es natural pensar en Estados Unidos, Rusia y Japón. Nadie imagina Honduras”, admite Diana Rosales, una de las cinco estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma (UNAH) a cargo de sacar adelante este nanosatélite, que es el tercero de la región centroamericana. “Pero no tenemos que irnos tan lejos para ver algo impactante, aquí ya estamos desafiando al máximo la tecnología y lo estamos haciendo por el bien de nuestras sociedades”, destaca. En el proyecto también colaboran profesores y estudiantes de la Universidad de Costa Rica y la Universidad de San Carlos de Guatemala.
Centroamérica es una de las zonas más perjudicadas por la crisis climática, siendo bastante propensa a inundaciones, tormentas tropicales, huracanes, entre otros eventos extremos. Por eso, la misión científica del satélite Morazán es el monitoreo de tres cuencas de alto riesgo: Samalá en Guatemala, Matina en Costa Rica y Ulúa en Honduras, esta última devastada por el paso de los ciclones Iota y Eta en noviembre de 2020. El artefacto en cuestión generará un sistema de alerta temprana para evacuar a tiempo a las poblaciones aledañas y, además, servirá para que ellas mismas envíen mensajes de emergencia y sean auxiliadas.
“Este es un paso histórico para nuestro país y es muy significativo, especialmente después de las dificultades sociales, económicas y políticas que atravesamos en los últimos años”, asegura la estudiante, de 25 años. Desde el golpe de Estado en 2009, en Honduras ha llovido sobre mojado. Sumergido en la corrupción, la violencia y con el 73,6% de hogares en la pobreza, el país ha sido descrito como una “tragedia nacional” por su primera mujer presidenta, Xiomara Castro.
Aquí ya estamos desafiando al máximo la tecnología y lo estamos haciendo por el bien de nuestras sociedadesDiana Rosales, estudiante de la UNAH encargada de sacar adelante el satélite Morazán
Con todo en contra, el proyecto Morazán avanza, desde 2019, en la fabricación del satélite que planea lanzar el próximo año con apoyo de la Oficina de Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Exterior (UNOOSA) y la Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón (JAXA) en el marco del programa KiboCUBE. “Esta carrera espacial era un sueño lejano. Para hacerlo realidad tuvimos que darnos cuenta de que la capacidad y el talento están en nuestro país”, sostiene Rosales, quien estudió Ingeniería Mecánica Industrial con el anhelo de, algún día, llegar al espacio.
Ana Thompson, de 23 años, también soñaba de niña con ser astronauta. “Pero cuando fui creciendo, perdí la esperanza”, comenta la graduada en Ingeniería Eléctrica a cargo del diseño de una placa electrónica para adaptar la cámara del satélite. Además del objetivo de salvar vidas, el Morazán tiene la misión educativa de que los escolares puedan acceder a imágenes satelitales en sus móviles. “Varios componentes del artefacto ya están prefabricados, pero hay dos partes, la placa y la estructura del satélite, que serán hechos por manos hondureñas. Eso es un orgullo para mí porque siento que esa niña que perdió la esperanza hoy vuelve a soñar con tocar las estrellas”, reconoce.
Más mujeres en ciencia
El proyecto Morazán en Honduras está conformado por 40 personas, de las cuales el 60% son estudiantes. Su selección transcurrió durante la cuarentena de 2020 a través del Spacethon, un curso intensivo con una serie de retos individuales y colectivos. De 500 participantes, tan solo 14 estudiantes quedaron en el equipo final. “Creemos en la meritocracia dentro de este proceso, ellas se ganaron el puesto porque son mentes brillantes para el proyecto y son muy necesarias dentro del mismo”, señala al respecto Fernando Zorto, director de la iniciativa y profesor de Ingeniería Mecánica en la UNAH.
María José Anderson, de 23 años, recuerda el día de los resultados. “No solo yo estaba llorando, podía escuchar a mis compañeros llorar porque es algo histórico y la verdad es que, como mujer hondureña, me siento honrada de estar haciendo historia”, expresa la estudiante de Ingeniería Civil, que trabaja en la estructura del cuarto limpio donde se ensamblarán las piezas del satélite. “Esto va a tener un impacto positivo en otras mujeres, porque cuando yo miro a una mujer en las noticias ocupando un cargo importante y logrando cosas grandes, siento que es un logro de todas”, declara.
A menudo se dice que el futuro del trabajo está en las profesiones STEM (ciencias, tecnologías, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés). No obstante, las mujeres están subrepresentadas en ellas. De hecho, en Honduras apenas el 21,5% del total de investigadores de ingeniería y tecnología son mujeres, según un informe de ONU Mujeres de 2017.
Creemos en la meritocracia dentro de este proceso, ellas se ganaron el puesto porque son mentes brillantes para el proyecto y son muy necesarias dentro del mismoFernando Zorto, director de la iniciativa y profesor de Ingeniería Mecánica en la UNAH
Para la astrofísica hondureña Yvelice Castillo, urge que se nivele esta brecha de género en STEM. “Quienes estamos en las ciencias y tecnología tenemos que movernos y motivar a más mujeres a formarse en estas carreras, si no quedarán fuera del mercado laboral del futuro”, dice. “En ese sentido, la creación del capítulo hondureño en la Organización para las Mujeres en Ciencia para el Mundo en Desarrollo ha sido un paso fabuloso”, afirma la docente de la Facultad de Astrofísica de la UNAH, la primera de Centroamérica creada en 2013. “Y ahora tenemos estudiantes que son de las primeras en desarrollar un satélite en el país, es algo histórico que inspirará a otras mujeres”, afirma.
Sin embargo, la brecha de género permanece dentro de las aulas. Para María Fernanda Pineda, graduada en Ingeniería en Sistemas, esta carrera sigue dominada por hombres. Si bien el 65,6% de graduados del último trimestre de 2021 de la UNAH son mujeres, en las ingenierías tan solo se graduaron 134, que representan el 32,4%. “Queda mucho camino por recorrer y esperamos aminorar ese trayecto para que en un futuro cercano veamos números más similares entre ambos géneros”, señala la encargada del software de vuelo del satélite.
Integración centroamericana
El nanosatélite Morazán es el tercero de América Central. En 2018, Costa Rica puso en órbita al Batsú CS-1 y, dos años después, Guatemala al Quetzal 1. “En aquel momento nunca me imaginé que Honduras también lo haría y que yo iba a participar, lo pienso y se me llenan los ojos de lágrimas”, dice Gabriela Muñoz, estudiante de Ingeniería Eléctrica. “Ahora estamos sobresaliendo con este proyecto como toda una región, es un renacer que llena de orgullo a toda Centroamérica”, agrega la encargada de las instalaciones eléctricas y las comunicaciones del satélite.
No en vano, el nanosatélite lleva el nombre del prócer hondureño Francisco Morazán, quien a mediados del siglo XIX aspiraba a la integración de Centroamérica en una sola nación. Su legado está presente al ser el primer proyecto espacial donde colaboran tres países de la región, con apoyo del Sistema de la Integración Centroamérica (SICA). “A nivel internacional nos están viendo por cómo estamos trabajando juntos para colocar algo en el espacio y definir políticas en ciencia que generen impacto en la sociedad. La idea también es analizar el esquema de una agencia espacial centroamericana”, detalla Zorto.
Esa integración desde la ciencia está motivando a otras partes del istmo a aventurarse en la carrera espacial. A fines de 2021, por ejemplo, El Salvador anunció que tendrá su primer satélite. “Siempre está el deseo de colaborar con Centroamérica. A nosotros como hondureños nos crían y nos educan en una filosofía morazánica, entonces soñamos con que la región se pueda unir y qué mejor que hacerlo en el espacio, donde no hay fronteras”, apunta el ingeniero.
Ciencia sin límites
El lanzamiento del satélite será un impulso para la aventura espacial de Honduras. Pero para que tal paso histórico no quede en una anécdota más se requiere de una mayor inversión en las ciencias y una cultura de relevo generacional. “Tenemos que involucrar a más jóvenes, existe una cuota en el mercado espacial que van a poder aprovechar y encontrar una carrera”, indica Zorto.
En esa línea, Diana Rosales aclara que para eso hay que derribar los estigmas en torno a las ciencias. “A veces creemos que los únicos que pueden desarrollar ciencia son genios y suelen ser hombres, porque históricamente ha sido así, pero la ciencia la construimos todos, no hay límites de edad, ni de religión, ni de cultura, ni de sexo”, asegura. Y concluye: “Si pensamos que solo pueden hacer ciencia los genios desde un pedestal, nuestros sueños van a parecer inalcanzables, y no lo son”.
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