Ser negro no es un papel
Al hilo de la presentación esta semana, en la sede de la Academia de Cine de Madrid, de la que será en mayo la XIX edición del Festival de Cine Africano, representantes de la industria cinematográfica denuncian la falta de diversidad en el sector en España. Un debate organizado junto a la asociación The Black View
“No sabía que ser negro era un papel”. La frase es de la actriz franco-marfileña Sabine Pakora en el documental Regard Noir (Mirada Negra), de Aïsa Maïga e Isabelle Simeoni. La cinta, estrenada en 2021, aborda la representación de las personas racializadas, especialmente las mujeres, en el cine. Inmigrantes vulnerables, o delincuentes, limpiadoras, prostitutas... Las intérpretes reflexionan ante la cámara sobre los personajes estereotipados a los que suelen acceder en Francia y los obstáculos que enfrentan por el color de su piel.
La proyección de la película en la sede de la Academia de Cine en Madrid este martes dio pie a un debate en el que se concluyó que la situación en la escena española no es mejor: falta diversidad. El Festival de Cine Africano de Tarifa (FCAT) y la asociación The Black View, cuyo objetivo es precisamente lograr una visibilidad normalizada y sin clichés en la industria audiovisual y cultural, organizaron este encuentro para discutir “por primera vez en España”, dicen, sobre el estado de la cuestión con los académicos y en su propia casa.
“Ya era hora. Vamos a hacer una radiografía al cine español”, celebró Armando Buika, actor y fundador de The Black View. “Esta es una profesión de muchos noes. Acepto que sea porque no das las talla. Pero, cuando es por tu color de piel, es un no muy cruel. Me cabreo. Me indigno”, continuó. “España no es blanca, es un mosaico de culturas, pero en la ficción española no se ha mostrado”. La prueba diagnóstica no da buenos resultados, opina: la industria está enferma. Pasada por los rayos X, sale muy blanca. Hay, sin embargo, esperanza. En su opinión, el país puede ser referente en diversidad. “No necesitamos seguir la guía de los norteamericanos porque su modelo no funciona”, reflexiona Buika al hilo del metraje de Maïga y Simeoni, en el que se presenta a Hollywood como una industria más avanzada en cuanto a inclusión. “Necesitamos creadores afro y que personas negras estén en posiciones de poder. ¡Hasta en los departamentos de diversidad son blancas!”.
La actriz Vicenta Ndongo (Barcelona, 1968), de ascendencia ecuatoguineana, describió alguno de los escollos que ha encontrado en 32 años de carrera, sobre todo al principio. Tras formarse en arte dramático en el Instituto de Teatro de Barcelona, las llamadas telefónicas para actuar casi nunca eran para ella, sino para sus compañeras de promoción. “Tenían más oportunidades que yo. Me hubiera gustado estar en los mismos casting que ellas”. Pero fue muy pesada, insistente, asegura. “Llamaba a los directores para ofrecerme a hacer papeles. Y alguno conseguí”. Encontró trabajo y refugio alejada de estereotipos en el teatro. Pero nunca abandonó la gran pantalla ni la pequeña. “En Airbag era una prostituta, pero una leída. Y española”. Recordó la anécdota de pedirle al director, Juanma Bajo Ulloa, dejar de hablar con acento latinoamericano. Y así fue.
“Después de Airbag rechacé hacer muchas prostitutas”. Los clichés persiguieron a Ndongo en sus inicios, pero los repelió. “Como se dice en el documental, ser negro no es una profesión, pero lo han profesionalizado”, lamenta. Aunque con el tiempo, a ella la llaman por su trabajo, en opinión de Ndongo, en 20 años la industria ha cambiado un poco. Y los obstáculos se asemejan a los que encuentran los intérpretes en otros países, por ejemplo, que el grado de discriminación varía inversa y proporcionalmente a la intensidad de su negritud. “Soy consciente de que al no ser negra he tenido más oportunidades: el racismo depende del color más intenso. Entendí que cuando buscaban actriz negra, no tenía que ir”.
“Como se dice en el documental, ser negro no es una profesión, pero lo han profesionalizado”, lamenta Vicenta Ndongo
Por su parte, el director y académico Benito Zambrano compartió su experiencia del otro lado, del de quien busca un elenco racializado y no encuentra. Así le pasó para los dos papeles protagonistas de Habana Blues, que estaban pensados negros. “Para contratar a actores africanos tenemos la dificultad del idioma, porque hablan inglés o francés”, comentó. “Me fui a Cuba y tampoco encontré lo que buscaba”. Finalmente, optó por uno blanco y otro mulato. Una dificultad que fue contestada desde la tarima, por la periodista Vianessa Castaños, que moderaba la charla, y también desde el patio de butacas. “¿Por qué se va tan lejos? Estamos aquí y somos españoles. Vivo en Vallecas”, apreció una de las asistentes al evento.
Soluciones para un cine más diverso... y real
Varias iniciativas para que la industria audiovisual sea, al menos, tan diversa como la sociedad, se dieron a conocer la noche del martes. La ya mencionada The Black View, creada en 2016, ha empezado a colaborar con la directora de casting Tonucha Vidal. “Hemos formado una asociación en la que somos 50 personas que nos dedicamos a la dirección de casting, y hay una comisión de igualdad, diversidad e inclusión que trabajará con Armando Buika”, detalló. “Nos damos cuenta de que tenemos una visión blanca y tenemos que trabajar con gente como el equipo de The Black View”.
Vidal cree que el panorama está empezando a cambiar, aunque “todavía hay guiones con estereotipos”, reconoció. Por ejemplo, se encuentra con escritos en los que se refieren a personajes como “árabe 1 y árabe 2″. “Todos tenemos un nombre, no se pondría así con dos blancos”, reflexionó. Su propuesta: “El sector del casting tiene que pensar en el talento, hay que quitar etiquetas”. Solo así, se logrará reflejar la España diversa, el mundo diverso.
España no solo le da la espalda a su propia realidad, sino también a su vecindad africana. Eso pensó Mane Cisneros cuando se mudó a Tarifa, el punto más meridional de la Europa continental y más cercano a África. “Solo 14 kilómetros nos separan, pero nos damos la espalda. Y como todo lo que se desconoce se teme, se me ocurrió crear un festival para que el cine sirviera como herramienta de conocimiento mutuo”. Así rememoró su fundadora, el nacimiento del Festival de Cine de Tarifa-Tánger (FCAT) que este año (del 27 mayo al 5 de junio) celebra su decimonovena edición, en la que por segunda vez incluirá en su oferta un laboratorio, un espacio dedicado a la industria. “Para que España entre en el club de los países coproductores de cine con África”, desgranó Cisneros.
Cisneros anunció además la película de apertura de esta edición del festival, el documental Marcher sur l’eau (Caminar en el agua), también de Aïssa Maïga, 2021. Esta coproducción entre Níger y Francia se fija en la aldea de Tatiste, en Níger, donde Houlaye, una adolescente de 14 años, y otros niños recorren kilómetros para ir a buscar el agua que la aldea necesita para sobrevivir. Esta tarea diaria hace imposible la asistencia regular a la escuela. La falta de agua también empuja a los adultos a dejar a sus familias cada año y cruzar las fronteras en busca de recursos para su sustento. Sin embargo, bajo esta región se encuentra un acuífero de varios miles de kilómetros cuadrados. “¡Venid a verla!”, pidió Cisneros. “Venid al FCAT”.
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