El ciberactivismo africano no está dispuesto a renunciar a la soberanía digital del continente

En las nuevas amenazas y coacciones a periodistas, blogueros y activistas africanos resuenan los ecos del colonialismo, pero organizaciones como Africtivistes muestran su determinación por combatirlas

Ales Nesetril (Unsplash)

“¿Cuántos de vosotros y vosotras habéis sido golpeados mientras informabais?”. Cuando Nnena Nwakanma lanzaba esta pregunta hace unos días en la sala de un hotel de Abiyán, una veintena del medio centenar de asistentes levantó a mano. El bosque de brazos en alto se multiplica cuando la letanía de Nwakanma se refiere a insultos, amenazas o coacciones. Esta prestigiosa defensora de los derechos digitales, de origen nigeriano, conduce una de las actividades del tercer encuentro de Africtivistes, una organización panafricana de activistas digitales que promueven la democracia, en el que participaron periodistas, blogueros o informáticas llegadas de una cuarentena de países africanos, de las diásporas y de algunos rincones de fuera del continente.

La conversación gira en torno a la protección de periodistas en línea, de blogueros y blogueras, y de ciberactivistas. “Tenéis que seguir vivos”, exigía Nwaknma en su papel de madrina del encuentro, “ser profesionalmente rigurosos y tener en cuenta que la salud mental es importante”. “¿Qué necesitas para seguir con vida? ¡Porque yo, yo necesito que sigas con vida!”, reclamaba Nwakanma a los periodistas y blogueros de su mesa redonda. Más allá de la cuestión de la seguridad, esta reunión en Costa de Marfil ha permitido actualizar las preocupaciones de los actores comprometidos del entorno digital en África y también afianzar sus compromisos y exigencias.

Medio centenar de activistas de alrededor de cuarenta países africanos han participado en el tercer encuentro de Africtivistes.Carlos Bajo Erro

La seguridad siempre ha sido una de las razones de ser de Africtivistes y es una de las preocupaciones recurrentes de toda la comunidad de usuarios comprometidos del entorno digital en el continente africano. No en vano, durante este tercer encuentro, celebrado entre el 11 y el 13 noviembre en Abiyán, capital de Costa de Marfil, un periodista y una bloguera que trabajan en condiciones especialmente complicadas han sido reconocidos con el premio Anna Guèye de medios y compromiso ciudadano.

Por un lado, Peter Nkanga, un defensor de la libertad de expresión nigeriano amenazado de muerte y exiliado, por su colaboración en un una investigación periodística sobre el exagerado poder y los abusos de un empresario mediático de su país. Por otro lado, Fatoumata Harber una bloguera malí tozudamente instalada en Tumbuctú, en medio de las tensiones entre los grupos armados que operan en el país saheliano y las denuncias de pasividad del gobierno.

Muchas de las conversaciones y una parte de los trabajos realizados durante la reunión de activistas digitales giraron en torno a la protección y la seguridad, recordando las múltiples caras de las amenazas desde las físicas hasta las psicológicas, pasando por las legales, también las de la independencia financiera o las de la, a menudo olvidada, salud mental; incluso las que, en tono irónico, el senegalés Papa Ismaila Dieng calificaba como “censura social”: “A veces llaman a tu padre o a tu tío, para decirle, mira lo que está haciendo tu hijo, deberías hablar con él. Esa censura no es medible. Podemos saber cuántos periodistas han sido encarcelados, cuántos blogueros han sido asesinados, pero no podemos saber cuántas llamadas se han hecho para presionar. Es una realidad que vivimos y que influye en el tratamiento de la información porque es el mayor motor de la autocensura”.

La lucha contra la desinformación

Pero la organización ha madurado apresuradamente. A sus motivaciones iniciales, que en 2015 se centraban en el aprendizaje conjunto y en la protección mutua, se han ido añadiendo diferentes preocupaciones. El tsunami de las noticias falsas y la desinformación pilló a los africtivistes en guardia, porque siempre han reclamado el rigor y la honestidad como herramientas de la actividad de blogueo, y porque inmediatamente toda la lógica de la verificación de datos e informaciones se incorporó al ecosistema del activismo digital. Durante este encuentro en Abiyán, la lucha contra la desinformación ha sido otro de los pilares, con trabajos sobre la elaboración de informaciones en línea de calidad y con el intercambio de experiencias de fact-checking en situaciones, en ocasiones, tan comprometidas como la de la República Centroafricana, donde hay una guerra de información entre las potencias extranjeras con intereses en el país.

Quizá la inquietud más novedosa de esta nueva reunión ha sido la de la soberanía digital. A pesar de ser una incorporación reciente en el catálogo de retos que el ciberactivismo africano debe abordar, la amenaza de esta nueva forma de control extranjero de la política, la economía y la vida cotidiana del continente ha acabado impregnando todas las conversaciones. Tal vez, la amenaza sobre la soberanía digital haya sido el desafío más presente durante todo el encuentro de Abidjan, la sombra que se ha cernido sobre todas las esperanzas.

Neocolonialismo tecnológico

“Hoy, uno de los grandes problemas es que la mayor parte de nuestros datos ni siquiera están en nuestros países, sino que están almacenados en el extranjero”, sentencia Cyriac Gbogou, vicepresidente de Africtivistes y un reconocido ciberactivista marfileño. “Por eso insistimos”, continua este experto, “en concienciar a nuestros Estados que nuestros datos deben mantenerse en el país y ser gestionados por personas del país, porque existen las competencias necesarias. Además, aquel que guarda tus datos es el que sabe quién eres y puede adaptar sus propuestas. Mientras que si eres tú mismo quien los controla, puedes saber mucho mejor cuáles son las necesidades de tus ciudadanos y cómo satisfacerlas”. Y advierte: “Ya no es un debate, sino que es una urgencia”.

Hoy, uno de los grandes problemas es que la mayor parte de nuestros datos ni siquiera están en nuestros países, sino que están almacenados en el extranjero
Cyriac Gbogou, vicepresidente de Africtivistes

Para Gbogou, el ejemplo de los datos es el más evidente, pero hay muchos otros aspectos de la dimensión digital que marcan las condiciones de la soberanía digital y que los estados africanos están desatendiendo. “Nosotros mismos no estamos construyendo nuestras infraestructuras”, explica el activista, “otros vienen a hacérnoslas, a menudo incluso se las entregan a nuestros Estados, bajo la forma de donación y nuestros países están muy contentos, pero en la trastienda no saben lo que están haciendo con la información que circula por esas infraestructuras, no saben cómo nos controlan”. Por ese motivo, la organización orienta su presión sobre las autoridades, pero también intenta generar conciencia entre la sociedad civil. “En Costa de Marfil, una empresa extranjera es contratada para hacer el censo de la población. Los datos que recogen, se almacenan en el extranjero, pero después cuando nosotros queremos acceder, tenemos problemas para conseguirlo”, relata Gbogou.

Durante su discurso de inauguración, Cheikh Fall, ciberactivista senegalés y presidente de Africtivistes, había marcado una clara línea en cuanto a la importancia y la urgencia de trabajar por la soberanía digital en el continente, estableciendo un paralelismo entre la Conferencia de Berlín y las nuevas lógicas de neocolonialismo digital: “Más de 130 años después del reparto sistemático de África por parte de las potencias coloniales, el continente presenta un nuevo mapa con los colores de las superpotencias tecnológicas”. Haciendo referencia a esa intervención extranjera en la construcción de infraestructuras o de centros de datos, en las donaciones de materiales e incluso de servicios como la conexión a las grandes autopistas de Internet, Fall advertía: “Nuestros continente está siendo repartido de nuevo ante nuestras miradas impotentes. Estamos creando una nueva dependencia”.

Más de 130 años después del reparto sistemático de África por parte de las potencias coloniales, el continente presenta un nuevo mapa con los colores de las superpotencias tecnológicas
Cheikh Fall, ciberactivista senegalés y presidente de Africtivistes

En la reacción a esa situación, la activista senegambiana y coordinadora de la organización, Aisha Dabó, recordó que “el continente tiene dificultades para que se respete su verdadero peso en la esfera global, porque habitualmente no es capaz de hablar con una sola voz”. Para esta periodista y experta en comunicación digital, la falta de coordinación de los países africanos debilita su posición en los tira y afloja de las relaciones internacionales, pero el nuevo escenario digital plantea una oportunidad sin precedentes: “Ya vamos con retraso, pero tenemos que hacerlo sin pensárnoslo más, si no queremos que se nos escape también esta revolución que estamos viviendo ahora mismo, esta revolución digital. La cuarta revolución”.

Los trabajos de este particular congreso de las y los ciberactivistas africanos y sus reflexiones sobre la seguridad, la desinformación, los marcos legales, las políticas públicas, el compromiso ciudadano, el gobierno abierto o todas las derivadas de esa básica soberanía digital han cristalizado en una declaración. Africtivistes sigue edificándose más como un movimiento que como una organización formal, a pesar de su constitución legal, en el que, para ser miembro, basta con compartir valores de ciudadanía y democracia, estar comprometido con una transformación social positiva y confiar en las herramientas digitales.

Uno de los paneles dedicados a la seguridad de los y las informadoras en el encuentro de Africtivistes en Abiyán.Carlos Bajo Erro

La mayor parte de esas condiciones se reflejan en la que se ha bautizado como la Declaración de Abiyán que contiene los compromisos de los activistas, pero también sus exigencias. Este documento establece un decálogo que incluye la gobernanza democrática de internet, la promoción de la economía digital, la garantía de la protección de datos, la aportación a la elaboración de políticas públicas, el trabajo por una información en línea de calidad, la colaboración entre periodistas y blogueros, la lucha contra la desinformación y los discursos de odio, la sensibilización de la ciudadanía sobre sus derechos digitales, o el trabajo con los y las más jóvenes para que puedan extraer todo el partido de la web 2.0.

Algunas de las palabras de Fall durante la inauguración del encuentro, resonaron durante todas las reuniones, marcaron los trabajos e incluso acompañaron a los participantes de regreso a sus países. Unas, recordando la espada de Damocles que se cierne sobre el entorno digital africano. “El continente está perdiendo su independencia y su soberanía digital y será recolonizado en un futuro próximo. De ahí la necesidad de reestructurar el territorio digital africano apoyándonos en los recursos, las infraestructuras y los usos locales”, advertía el ciberactivista senegalés. Otras, con un tono mucho más inspirador: “¿Quién conducirá la lucha ante estos desafíos? Ninguno de nuestros países puede enfrentarse a ellos en solitario. Una vez más, tenemos una cita con la Historia. Debemos optar por enfrentarnos a esta transformación digital o sufrirla”.

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