Las redes sociales denuncian la crispación de la campaña electoral en Uganda

Internet es uno de los espacios en el que los candidatos acosados intentan aumentar su visibilidad ante las elecciones presidenciales del 14 de enero. La etiqueta más usada es #WeAreRemovingADictator

Carteles con los rostros de los dos candidatos más populares a las elecciones ugandesas, previstas para el 14 de enero de 2021, en una calle de Kampala, capital de Uganda. A la izquierda, el actual presidente, Yoweri Museveni. A la derecha, el opositor Robert Kyagulanyi, también conocido como Bobi Wine, antes cantante de música popular muy famoso en el país y ahora aspirante a dirigir su país.SUMY SADURNI (AFP)

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“Estamos derrocando a un dictador”. Esa es la divisa clara, directa y simple que ha elegido Bobi Wine, el candidato más heterodoxo de las elecciones presidenciales ugandesas y la amenaza más firme para la reelección del presidente saliente, Yoweri Museveni. A medida que se ha acercado la fecha de las elecciones, la tensión ha aumentado y con ella la violencia con la que algunos de los aspirantes al sillón presidencial tenían que convivir en sus actos de campaña. Cuando Bobi Wine, que se ha ido erigiendo como el principal opositor a un régimen que está a punto de cumplir los 35 años en el poder, decidió continuar su carrera electoral pertrechado con un casco militar y un chaleco antibalas debido a los ataques que sufría su caravana, también adoptó en su comunicación la etiqueta #WeAreRemovingADictator (Estamos derrocando a un dictador) que se ha convertido en la enseña de sus partidarios.

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En una campaña extremadamente crispada, con un elevado grado de violencia y unas considerables limitaciones, sobre todo para los aspirantes a sustituir a Museveni, las acciones digitales se han confirmado como un espacio especialmente importante, además del #UgandaDecides2021 que aparece como el canal más evidente para hacer el seguimiento de las elecciones en los medios sociales. No en vano, el longevo presidente hace tiempo que le ha declarado la guerra a Internet y las redes, un entorno en el que la crítica al Gobierno ha encontrado el lugar que las autoridades le negaban. Ya en las anteriores elecciones presidenciales, en 2016, Museveni bloqueó Internet y no tuvo inconveniente en reconocer su medida. A partir de entonces ha intentado por todos los medios limitar el espacio cívico en el entorno digital, aumentando el precio del acceso a la red, limitando los contenidos u hostigando a los usuarios críticos. En ese contexto, el transgresor Bobi Wine y otras corrientes heterodoxas de la oposición al actual régimen han intentado conquistar el universo de las redes sociales.

El caso de Bobi Wine no es único. Los ejemplos de cómo el entorno digital se ha movilizado como reacción a un clima que cada vez era más tumultuoso son múltiples. Estas acciones vienen de lejos. La vida política ugandesa ha tenido una intensa actividad digital, sobre todo la que se ha mantenido en los márgenes o, al menos, en la frontera del sistema, porque Bobi Wine, a pesar de su heterodoxia y de romper la mayor parte de los cánones (mucho más joven que la mayor parte de los líderes políticos, procedente del mundo de la música y del espectáculo y sin el respaldo inicial de un partido convencional), no deja de afrontar la carrera presidencial desde un escaño en el parlamento.

A pesar de esta continuidad, la propuesta de Stella Nyanzi podría aparecer entre las que abrieron el último capítulo de este proceso. Poco después de ser liberada en febrero de 2020, tras 15 meses en prisión preventiva, esta académica, escritora y activista feminista nada convencional lanzó su propia campaña electoral. #FromPrison2Parliament (De la prisión al Parlamento). Su arresto se había producido en noviembre de 2018, acusada de ciberacoso contra el presidente Yoweri Museveni por publicar un poema en su página de Facebook en el que deseaba que el presidente no hubiese nacido. La campaña de Nyanzi se han centrado en los espacios de la informalidad urbana de Kampala, por lo que las redes sociales están siendo un altavoz privilegiado.

Durante la campaña, la actividad en las redes ha sido intensa. Otros candidatos han utilizado estos canales para denunciar cómo sus cortejos electorales eran acosados, como en el caso de Patrick Oboi Amuriat, compartido a través de sus perfiles o los de su partido, el Forum for Democratic Change (FDC). También han descrito acciones violentas como bloqueos de carretera, disparos contra su vehículo o incluso un ataque con una sustancia que le cegó temporalmente.


En medio de esta espiral de represión, el arresto del abogado y defensor de derechos humanos Nicholas Opiyo ha sido uno de los episodios que ha desencadenado una mayor solidaridad. Opiyo es una destacada personalidad de la sociedad civil ugandesa que ha acumulado prestigio entre sectores muy diferentes por la coherencia en sus compromisos. Además es el director de Chapter Four, una organización social con una reconocida trayectoria. Por eso la respuesta a su detención fue #FreeNicholasOpiyo y #IstandWithNicholasOpiyo (Liberad a Nicholas Opiyo y Yo estoy con Nicholas Opiyo) ha sido la reacción a su procesamiento por blanqueo de capitales que Chapter Four ha considerado un montaje para entorpecer sus actividades de defensa de los derechos y las libertades, precisamente, en el periodo electoral.

Bobi Wine

Sin embargo, el caso de Bobi Wine es el que mejor ejemplifica esta conquista de las redes. Este sorprendente artista que se ha introducido en la política institucional con éxito y marcando una agenda propia, ha acabado erigiéndose en la principal amenaza para el poder de Yoweri Museveni a medida que ha ido ganando mayor popularidad. Durante la campaña, el autoproclamado “presidente del gueto” ha manejado con especial destreza, desde las redes sociales, los incidentes a los que se ha visto confrontado. Ha denunciado haber sido bloqueado por la policía en las carreteras, obligado a dormir en su coche cuando se le negaba la entrada en los hoteles de su camino, ha sido detenido, tiroteado, incluso, han arrestado y sometido a un juicio militar a su equipo de campaña, ha tenido que salir atropelladamente en su caravana de vehículos todoterreno entre los gases lacrimógenos y uno de los periodistas que se encargaba de cubrir su campaña recibió un disparo en la cabeza, supuestamente, realizado por las fuerzas de seguridad.

Todos esos incidentes han sido debidamente documentados en las redes sociales y han ayudado a construir la épica del David que se enfrenta a Goliat. Estas plataformas le han ayudado a elevar su imagen a la categoría de icono. Su fotografía, tocado con una boina de campaña roja, se había convertido en el símbolo de su movimiento acompañando a su lema Power People, Our Power (Poder popular, nuestro poder). Sin embargo, durante la campaña la construcción ha ido más allá: las redes han reforzado su retórica de estar dispuesto a dar la vida por el cambio de gobierno, apuntalada por sus fotografías con casco militar y chaleco antibalas asomándose por la ventanilla superior de un vehículo 4x4 en medio de la multitud, desafiando el riesgo que han llegado a constituir las autoridades y aderezada por su enseña épica #WeAreRemovingADictator (Estamos derrocando a un dictador).

Sin embargo, a pesar del desprecio que Museveni muestra hacia el entorno digital, es evidente que conoce lo que se juega en ese espacio. Por eso, las publicaciones de Bobi Wine y los suyos son inmediatamente respondidas por seguidores del longevo presidente, a menudo, con mucho más ímpetu que destreza. Un ejemplo sencillo e ilustrativo: el 9 de enero, Bobi Wine comparte la portada de la edición del sábado del diario ugandés Daily Monitor, en la que se señala que se encuentra “aislado” porque la mayor parte de sus colaboradores han sido detenidos. En el mensaje, el candidato denuncia que, además de su equipo de campaña, dos mil simpatizantes de su movimiento han sido arrestados en secreto. Tres cuartos de hora después un usuario que se identifica como @BarbieBright3 responde a ese tuit con unas imágenes en las que un grupo de personas golpea violentamente a un hombre vestido con una camiseta amarilla (el color del partido en el poder) y le recrimina que esa es la gente que él llama “su equipo”. La imagen de perfil de @BarbieBright3 es un simbólico punto de color amarillo. Pero a partir de ahí un enorme número de mensajes desmienten las insinuaciones y comparten informaciones de medios de comunicación ugandeses que señalan que la víctima del linchamiento no era un partidario de Museveni, sino el presunto autor del robo de un teléfono.

Durante todo este proceso, más allá de los tira y afloja virtuales de los partidarios de uno y otro candidato, las redes han sido sin duda un espacio de intoxicación y de desinformación. Los medios sociales han sido el vehículo de un sinfín de rumores, bulos y noticias falsas que algunas organizaciones, como PesaCheck se han preocupado de contrastar y desmentir.

Sin ir más lejos, Facebook confirmó ayer a diversos medios internacionales que había cerrado “una red de cuentas y páginas en Uganda que participaban en CIB (Comportamiento no auténtico coordinado) para manipular el debate público antes de las elecciones”. La mayor parte de esas cuentas pertenecían a cargos de la administración que a su vez han denunciado una voluntad de los intereses extranjeros por influir en las elecciones y han animado acciones como #StopTechcolonisation y #FreeNRMAccounts.


Teniendo en cuenta el historial previo, organizaciones de defensa de la libertad de expresión y de los derechos digitales han alertado de la posibilidad de que se produzcan interrupciones en la red en el marco de la elección prevista para el 14 de enero y han comenzado a compartir consejos destinados a periodistas y activistas para poder hacer frente a estas incidencias. Sin ir más lejos, CIPESA ha advertido bloqueos puntuales y reducciones de la capacidad de la red.

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