Ciudadanos anónimos que intentan salvar el planeta (ante la torpeza de quienes deberían hacerlo)
La falta de acción de los Gobiernos para frenar el cambio climático ha impulsado iniciativas individuales y locales en busca de una solución. Exploramos cuatro
Todos sabemos desde hace años que el cambio climático representa la mayor amenaza para nuestra existencia. Para desesperación de muchos, los Gobiernos de todo el mundo han tropezado y tartamudeado a la hora de poner en práctica la acción climática. Su falta de medidas ha acelerado una oleada de movimientos impulsados por los ciudadanos que tienen como objetivo dar solución a la crisis del clima. En este artículo exploramos cuatro movimientos de este tipo, cada uno de los cuales tiene su propia estrategia.
Construirse una casa modesta
El Movimiento de la Casita Holandesa, fundado por Marjolein Jonkers, no para de crecer. Cada vez más personas están adoptando una vida más simple, más independiente y modesta. Especialmente en Países Bajos, donde la tierra es limitada y cara. “El factor ambiental estaba ciertamente en nuestras mentes y ha influido en la decisión, pero también queríamos vivir la experiencia de construir nuestra propia casa”, señalan Jasmijn Twilt y Jurre Antonisse, una pareja que reside con su hijo en una comunidad de residencias reducidas en Delft. Su historia es similar a la de otros que han optado por un estilo de vida más austero. La combinación de incentivos financieros, ambientales y creativos finalmente los persuadió para seguir adelante.
“Somos parte de una generación que tiene el privilegio en muchos casos de cuestionar los valores tradicionales de la vivienda grande, el trabajo de nueve a cinco, etcétera”, explica Elvie Kromwijk, que vive con su pareja Abel en la misma comunidad de Delft. “Nunca tuve el sueño de construirla, pero lo hicimos debido a las circunstancias, como son los precios desorbitados en Amsterdam”, añade.
Pero cambiar el estilo de vida no es una solución para todos, puntualizan Twilt y Antonisse, que lo ven como un experimento del que aprender. “Queremos inspirar a las personas para que aíslen mejor sus viviendas y utilicen la tecnología y el conocimiento disponibles para tomar mejores decisiones. Y ya que los constructores somo nosotros y trabajamos a pequeña escala, realmente podemos ser innovadores”. Antonisse, que es ingeniero informático, pone un ejemplo histórico: “Realmente quería una casa pasiva que necesitara casi cero energía gracias al aislamiento y a un buen diseño. Las casas pasivas se desarrollaron en la década de 1970 durante la crisis del petróleo, para que entendiéramos que es posible construir hogares que no consuman energía. El concepto fue desarrollado por ingenieros alemanes, canadienses y estadounidenses, y se ha convertido en la norma”.
Este tipo de innovación es solo una de las tendencias que este movimiento ha impulsado. Estos pioneros han empezado a abrir camino para otros y han conseguido que los municipios adopten sus normativas relativas a la construcción para adaptarse al nuevo estilo de vida. Hoy en día muchas más autoridades en Países Bajos ofrecen permisos de uso de suelo permanentes o de larga duración a los propietarios de estas casas pequeñas...
Huelga de nacimientos en Reino Unido
Al otro lado del Mar del Norte se está extendiendo otro movimiento, pero el planteamiento es totalmente diferente. En Reino Unido, BirthStrike [huelga de nacimientos] pretende elevar el listón de la acción climática. “Se trata de dar la alarma, no de control de la población”, afirma su fundadora, Bythe Pepino. La activista explica que la iniciativa tiene su origen en la ansiedad provocada por el problema del clima. Un argumento convincente, sin duda, aunque los escépticos suelen tildarlo de proaborto o centrado únicamente en reducir la población.
Sin embargo, si escuchamos a los que han hecho tal promesa y renuncia de procreación, surge una historia diferente. Nathan Nuckir, un trabajador social de 27 años, expresa su deseo de ser padre y lo difícil que ha sido para él decidirse y comprometerse. “Siempre quise ser papá, es la única cosa en la que deseaba ser bueno”. Pero ante la lentitud de los Gobiernos a la hora de tomar medidas contra la crisis climática, Nuckir cree que convertirse en padre ahora está fuera de lugar. Y eso le ha permitido reevaluar su futuro. “Ahora que no tengo que hacer planes para un hijo, soy más libre para luchar y dedicar mi tiempo a causas en las que creo”.
Para cualquier persona, convertirse en un BirthStriker puede llegar a ser una opción difícil y todavía más, por todo lo que está en juego, para aquellos en la treintena. Adam Ley-Lange y Jessica Johannesson son una de esas parejas. Acababan de decidirse a tener hijos cuando fue publicado el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Clima (IPCC por sus siglas en inglés). “El informe examina las desastrosas consecuencias del calentamiento global... Se avecina un desastre climático”, explica Jessica, de 34 años. “Antes de que se lanzara esta publicación, el cambio climático era algo abstracto y lejano para mí. [Ahora] El miedo al futuro es demasiado grande para traer a un niño al mundo en la actual crisis ecológica”, asegura.
“BirthStrike no pretende ser la salvación, pero confiamos en ser una de las muchas piezas de dominó que irán cayendo para impulsar el cambio necesario”, señala Pepino. Todos los BirthStrikers con los que hablamos compartían este sentimiento y tenían un mensaje claro. “La parte de huelga o renuncia es vital. Los maestros hacen huelga para protestar por las condiciones o el salario, no porque la enseñanza en sí sea mala. Una huelga de nacimientos es lo mismo; se protesta por las condiciones, no por el acto en sí”.
Huertos urbanos y árboles en Berlín
En Alemania encontramos otro movimiento impulsado por los ciudadanos, aunque sus raíces son bien conocidas en el continente. Las huertas urbanas, o huertos alquilados, disfrutan de una nueva oleada de popularidad en la capital alemana; unen a los barrios, mejoran la biodiversidad y proporcionan frutas y verduras orgánicas al tiempo que reducen la cadena de suministro.
“Está muy de moda en Berlín esto de disfrutar aquí bebiendo una cerveza en un entorno verde, mientras cultivas tus propias verduras en cajas”, afirma Ameli Stieg, del huerto Himmelbeet, en el noroeste de Berlín. Descubrimos que su popularidad está siendo impulsada por una serie de factores, y en concreto el ecologismo y el deseo de conectar con la naturaleza y con los vecinos.
“La mayoría de la gente no tiene un jardín o un balcón en casa. Utiliza nuestros espacios para sembrar verduras que luego cosecha. Y además, la gente disfruta del sentimiento de comunidad”, señala Stieg, que tiene un máster en Ciencias Geológicas. Explica el impacto ambiental de los huertos y añade: " El tener un buen sistema ecológico en la ciudad es muy importante para la diversidad de insectos. Además, cada vez hace más calor y las plantas ayudan a tener una temperatura más baja".
Uno de los huertos más conocidos de Berlín, en Prinzessinnengarten [en peligro por presión inmobiliaria], se ha completado con otro en un cementerio (St. Jacobi, en Neukölln). “En los últimos 30 años el número de funerales ha disminuido y también la cultura de ser enterrado, por lo que hay más espacios abiertos”, afirma Hanna Burckhardt, una de las organizadoras del huerto. Este inusual lugar se convirtió en una opción después de que el propio sacerdote se pusiera en contacto con los creadores del proyecto. “Es interesante convertirlo en un lugar para disfrutar de la naturaleza. El espacio para los huertos urbanos es escaso en la ciudad y a menudo las grandes promotoras se quedan con los terrenos. En este caso hay menos probabilidad de que se venda y nos obliguen a mudarnos”, sostiene con regocijo Burckhardt.
Si bien estos proyectos tienen mucho que ofrecer al medio ambiente, su propósito principal es interactuar con los vecinos. “El sentimiento de comunidad y el intercambio de experiencias son aspectos importantes”, remacha Burckhardt. Y añade: “El huerto tiene visitantes muy diferentes, familias jóvenes, gente mayor y joven, nuevos residentes... El principal aspecto ambiental es la educación y crear conciencia a través de esto”.
Mientras que los huertos urbanos de Berlín conectan a los residentes y educan sobre cuestiones ambientales, hay otro proyecto que funciona en toda la ciudad para salvar sus árboles.
El City Lab (laboratorio urbano) financiado por el Ayuntamiento ha desarrollado una aplicación que permite a sus habitantes adoptar los árboles de la ciudad (Riega tu barrio, se llama). “Se nos ocurrió crear una aplicación innovadora, en la que los berlineses puedan cuidar un árbol, regarlo”, explica Julia Zimmerman. Y fue creada en respuesta a los veranos cada vez más secos. Los árboles actúan como importantes equilibradores climáticos, sobre todo en las ciudades; filtran el aire, aumentan la biodiversidad y enfrían la temperatura. Por lo tanto, protegerlos es vital para cualquier entorno urbano. Utilizan el registro de árboles y los informes meteorológicos para calcular medidas precisas para guiar a los usuarios, y se ha desarrollado utilizando códigos abiertos. “Es genial tener esta herramienta porque es un esfuerzo de colaboración con los ciudadanos y transferible a otras ciudades. Leipzig ya ha clonado el código y está creando su propia versión”.
Ecoaldeas catalanas
La última parada es en Cataluña, en España. Allí se está explorando la idea de repoblar pueblos abandonados con sustitutos ecológicos. “Las ecoaldeas pueden ofrecer una alternativa a las ciudades, especialmente en tiempos de la covid-19. Irse de la ciudad puede proporcionar una vida más limpia y saludable”, afirma Didac Costa, fundador de la ecoaldea Ecovila Amat.
Al igual que muchos otros países europeos, España tiene una oportunidad única en este sentido. Solo aquí había más de tres millones de viviendas vacías o sin terminar después de la crisis financiera de 2008. Costa piensa que soluciones como su ecoaldea ofrecen más que un estilo de vida más saludable y consciente con el entorno. “El objetivo es ser lo más sostenibles posible para que no dependamos del Gobierno y podamos ser independientes”.
Si bien unos de los objetivos clave son esta independencia y sostenibilidad, Costa también quiere difundir la idea a escala mundial. “El propósito es conseguir un estilo de vida más accesible. Pretendemos crear otras ecoaldeas en todo el mundo. Utilizamos herramientas como el wifi para establecer redes globales y crear alternativas a la situación actual”.
Cuatro iniciativas distintas, en cuatro países diferentes, que abordan la cuestión del cambio climático de maneras muy diversas pero con una tendencia clara que el propio Costa resume: “Después de años de conferencias y seminarios, por fin estamos creando. Estamos sustituyendo las palabras por acciones”.
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