Más niños y niñas trabajando, efecto colateral de la pandemia
El empleo de menores de edad como fuerza laboral y fuente de ingresos para las familias disminuyó en las dos últimas décadas. Pero ahora este progreso peligra por la covid-19
El trabajo infantil, tal y como afirman la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y Unicef, es fruto de la combinación de factores como la pobreza, las emergencias regionales y la migración. También es una consecuencia directa de las desigualdades socioeconómicas. Por eso, ambas organizaciones han alertado en un informe de que la pandemia amenaza con empeorar el problema.
La OIT declaró en 2018 que en las dos últimas décadas hubo una disminución progresiva e ininterrumpida del trabajo infantil a nivel mundial (Figura 1). Sin embargo, 152 millones de niños y niñas aún se encontraban en estas condiciones (Figura 2).
Se teme, sin embargo, que estos logros alcanzados se vean revertidos como consecuencia de factores fruto de la actual pandemia. Entre ellos, destaca el hecho de que muchos niños están sufriendo la pérdida de uno o ambos padres o tutores. En países como México, Mali y Tanzania, se ha visto que, cuando esto ocurre, los menores rápidamente se hacen cargo de las tareas del hogar.
También, en países como Brasil, Guatemala, México, India y Tanzania, ya se ha observado un aumento del trabajo infantil producto del desempleo de los padres. En este aspecto, existen evidencias de que en Jinja, Uganda, se ha visto un incremento en el número de menores vendiendo alimentos en la calle. Este país cuenta actualmente con más de dos millones de niños y niñas víctimas del trabajo infantil.
En México, en el 32,3 % de los hogares con población infantil, al menos un integrante de la familia ha perdido su empleo. Además, el 41,7 % de dichos hogares no cuenta con los recursos económicos necesarios para quedarse en casa y cumplir así con las medidas restrictivas de movilidad.
De acuerdo con la OIT y Unicef, cuando los adultos no encuentran trabajo y se quedan sin opciones para subsistir, muchas veces los niños se ven expulsados de su hogar. Así, quedan vulnerables a ser explotados o a ser víctimas de los peores tipos de trabajo infantil.
En este sentido, hay denuncias de que en México 3,2 millones de niños trabajan actualmente en actividades económicas ilícitas. Además, la situación actual puede llevar a un mayor riesgo de que los menores sean incorporados en actividades de crimen organizado, así como en la trata y la explotación sexual.
Por su parte, distintos grupos armados colombianos están aprovechando la situación de crisis para reclutar niños, con el fin de hacerles cometer crímenes o de explotarles sexualmente. En Colombia los niños indígenas son los más susceptibles al reclutamiento por parte de estos grupos armados.
Por otro lado, se prevé que el cierre de los centros educativos tendrá efectos permanentes en niños y niñas, especialmente en aquellos más pobres. Según los periódicos La Presse de Túnez y Concord Times de Sierra Leona, esta situación podría no solo aumentar el número de menores que caerán en el trabajo infantil, sino también las desigualdades de género. Esto debido a que las niñas son las más susceptibles a ser explotadas en trabajos rurales y hogareños, y las que menos probabilidades tienen de regresar a las escuelas en comparación con los niños.
Un mayor impacto rural
Finalmente, todos los organismos mencionados coinciden en que el aumento del trabajo infantil repercutirá mayormente en las zonas rurales en comparación con las urbanas. El 82 % de las familias más pobres de África vive en zonas rurales.
Estos niños no solo cuentan con altas posibilidades de ser explotados o ser expuestos a trabajos peligrosos, sino que además son los más propensos a abandonar la escuela.
El trabajo infantil disminuyó notoriamente a partir del año 2000, pero corre el riesgo de volver a aumentar por la crisis asociada a la pandemia por la pérdida de progenitores, el aumento en el desempleo y la pobreza, la expulsión de los niños de sus hogares y el cierre de los centros educativos.
Todo esto hace que, por un lado, aumenten las responsabilidades en niños y niñas en las tareas del hogar, así como la cantidad de menores de edad que realizan trabajos informales fuera de su vivienda, quienes cuentan con altas probabilidades de abandonar definitivamente sus estudios. Por el otro, que los niños sean susceptibles a ser explotados laboralmente y a que formen parte de actividades ilícitas, las cuales ponen sus vidas en riesgo. Todas estas problemáticas se ven en mayor medida en las zonas rurales respecto de las urbanas, y en los grupos de niños más vulnerables, donde destacan los más pobres, los migrantes y los indígenas.
Maria Celeste Ruiz, Universitat Politècnica de Catalunya - BarcelonaTech. Núria Pedrós Barnils, investigadora en sistemas de salud pública y migraciones internacionales, Universitat Politècnica de Catalunya - BarcelonaTech.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation España.
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