No queremos ser superhéroes, solo médicos
Los lectores y las lectoras escriben sobre la degradación de la sanidad pública en España, los suicidios de adolescentes y la soledad durante las fiestas navideñas
Soy médico del sistema andaluz de salud desde hace 11 años y fiel defensora de la sanidad pública. He dedicado mi juventud y mi tiempo a formarme y a formar a quienes han ido llegando detrás de mí para aportar lo mejor a nuestra sociedad. Intento seguir haciendo bien mi trabajo pese a la clara evidencia de la mala gestión de este bien tan preciado por parte de políticos y ―por qué no decirlo— algunos ciudadanos. El día 9 de diciembre comienza la tercera huelga de médicos de este año. No queremos dañar a nuestros pacientes, sois nuestra motivación. Solo queremos ser personas normales. No somos ni queremos ser superhéroes ni semidioses. Pedimos los mismos derechos que cualquier trabajador: jornadas normales, conciliación, sueldos dignos, cotización justa, descansos acordes. Pedimos dignidad para nosotros y buenas condiciones para poder seguir dándoos lo mejor a vosotros. No somos superhéroes y no podemos más. Os lo estamos gritando y ni siquiera nos dejáis reclamarlo al boicotear el derecho fundamental que es nuestra huelga con unos servicios mínimos abusivos. Estar cuatro días de huelga nos cuesta casi la mitad de nuestro sueldo base mensual. No quiero ser una superheroína. Dejadnos ser trabajadores normales, no pedimos más.
Laura Castro Portillo. Sevilla
Un fracaso colectivo
Ser docente en un instituto en la actualidad es convivir con la certeza de que algo esencial se desquebraja. Los suicidios de adolescentes no son excepciones: son el reflejo de un sufrimiento que muchas veces pasa desapercibido. Cada día nuestros ojos se cruzan con miradas tensas y temerosas intentando sostener una adolescencia que, si bien debería ser de descubrimiento, para muchos es pura resistencia. Las aulas, que deberían servir de refugio, se pueden llegar a convertir en jaulas: espacios que presionan, que ahogan y no dejan respirar. Las pantallas no ayudan, son enemigas silenciosas que moldean expectativas imposibles y comparaciones dolorosas. La realidad duele: no contamos con las herramientas ni con el tiempo que estas vidas requieren. Vamos contra reloj, intentando sostener lo que el sistema no alcanza. Cuando un menor siente que no tiene salida, no es un conflicto individual: es un fracaso colectivo que deja una carga silenciosa en quienes lo acompañamos. Carga que nadie ve, pero que pesa demasiado. Y, aun así, seguimos. Seguimos, aunque con la vocación rota, porque los que quedan nos necesitan.
Beatriz del Barco. Ocaña (Toledo)
Soledad en Navidades
Ahora que las calles están llenas de luz y que el mapa festivo nos persigue a todas partes, no puedo evitar pensar en el otro lado de la fiesta. Hay personas que observan las tradiciones desde el reflejo de un hogar silencioso, donde las fechas señaladas se han marchitado. Para muchas, estas semanas son un espejo frío que les devuelve la imagen de la carencia, mientras la euforia rebosa en brindis de champán. Su ausencia no grita, sino que se desliza por la ciudad, como si se tratara de un iceberg a la deriva bajo un mar de celebración. ¿Cuántos abrazos se han quedado sin destino? ¿Cuántas sillas permanecen intactas, esperando una voz que no llega? La soledad es como un caldo espeso que inunda muchas casas y sabe al silencio de todas esas palabras que se quedan mudas para siempre. Quizá sea el momento de cambiar la ruta y mirar más allá de nuestra mesa.
Andrea Martínez. Barcelona