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Lo que no se nombra

En su ‘Diario de menopausia’, Wittner no se queja: consigna. No es plañidera: toma nota. No es romántica: es hiperrealista.

Viajé en auto leyendo una obra corta. El paisaje —trigo, caballos— quedó prendido como una subtrama a ese libro que parece construido con hojas, savia, plumas, lluvia. Lo escribió la traductora y poeta argentina Laura Wittner. Se titula Diario de menopausia. No es un libro sobre la menopausia, sino sobre el hecho de estar vivos y tristes y alegres, y de perder el entusiasmo y de recuperarlo y de perderlo otra vez. Habla de semillas de chía, de ...

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Viajé en auto leyendo una obra corta. El paisaje —trigo, caballos— quedó prendido como una subtrama a ese libro que parece construido con hojas, savia, plumas, lluvia. Lo escribió la traductora y poeta argentina Laura Wittner. Se titula Diario de menopausia. No es un libro sobre la menopausia, sino sobre el hecho de estar vivos y tristes y alegres, y de perder el entusiasmo y de recuperarlo y de perderlo otra vez. Habla de semillas de chía, de los poemas de Ada Limón, de Roma, de los estrógenos, de las dudas, de la forma en que un cuerpo se transforma en otra cosa como si hubiera sido abducido por un cuerpo ajeno. Wittner no entra a esa casa por una puerta amarga sino por otro lado. No se queja: consigna. No es plañidera: toma nota. No es romántica: es hiperrealista. No pretende ser luminosa pero trabaja para un yo alegre: su yo del pasado y, por momentos, del presente, aunque el presente sea un subibaja: dos días mal, uno bien, cuatro pésimos. Hay dolor, desgano, llantos sin motivo, y también trabajo, paseos, capacidad para burlarse de sí misma. No hay soluciones, no hay esperanza ni desesperanza. No hay panfleto. Es el diario de una caída, pero no de una caída en la derrota sino en un sistema nuevo, incómodo y misterioso, narrado sin autocomplacencia ni conclusiones, con zozobra, con una inteligencia lustrosa que no balbucea pero que sabe decir: “No sé qué está pasando”. En un momento cita un verso de Joaquín Gianuzzi: “Y todo lo que yo no soy la acompaña”. Pensé que el libro podía leerse en esa clave: todo lo que su cuerpo no es la acompaña, pero ella está en otra parte, envuelta en el capullo de su deseo, y la evidencia de ese deseo es este libro: la evidencia de su deseo de escribir. No es una obra sobre la menopausia, sino sobre lo que hay que recordar cuando estamos en las horas bajas, descompaginados, a los 20, a los 40, a los 75: dónde ruge el magma que nos alimenta, cómo hacer para recuperarlo.

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