Ya no nos queda ni Miss Universo
Dos mexicanas han alzado la voz: la reina de belleza y la presidenta. Solo nos faltan millones más
Noticia para todos los que quieren devolver a la mujer a donde siempre estuvo: pronto no os quedará ni el sueño de las reinas de belleza dóciles ante los deseos y las órdenes del hombre. El caso Rubiales será una broma comparado con lo que os puede caer. Veamos.
Hace un montón de años, la palabra “empoderamiento” no existía en el vocabulario habitual y era muy extraña, pero llegó en tromba y se instaló entre nosotros. Su sonido podía atravesarse en el oído, pero salíamos de un machismo estructural (o al menos eso intentábamos) y el vocablo encontró su sitio tan rápido como una T...
Noticia para todos los que quieren devolver a la mujer a donde siempre estuvo: pronto no os quedará ni el sueño de las reinas de belleza dóciles ante los deseos y las órdenes del hombre. El caso Rubiales será una broma comparado con lo que os puede caer. Veamos.
Hace un montón de años, la palabra “empoderamiento” no existía en el vocabulario habitual y era muy extraña, pero llegó en tromba y se instaló entre nosotros. Su sonido podía atravesarse en el oído, pero salíamos de un machismo estructural (o al menos eso intentábamos) y el vocablo encontró su sitio tan rápido como una Thermomix que no sabías que necesitaras hasta que la pruebas.
Hoy la palabra está tan consolidada que hasta las reinas de belleza que compiten en Tailandia por ser Miss Universo, el concurso que más simboliza el rol de mujer objeto, lo utilizan. Y muy bien. Empoderar es “hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido”, nos dice la RAE. Y es lo que defendió Fátima Bosch, clarividente Miss México, cuando un alto cargo del concurso en Tailandia la riñó e insultó por no seguir sus instrucciones. Ella se fue. “Somos mujeres empoderadas, nadie puede callar nuestra voz. No soy una muñeca”, aseguró al salir. Varias más la siguieron en el plante, incluida la iraquí Hanin Al Qoreishy.
Otra mexicana mucho más poderosa, la presidenta Claudia Sheinbaum, acaba de vivir un acoso sexual televisado en plena calle, cuando un hombre le tocó el pecho deslizando la mano desde atrás y le intentó besar el cuello. “Si esto le hacen a la presidenta, ¿qué va a pasar con todas las otras mujeres del país?”, dijo Sheinbaum para explicar la denuncia penal que ha puesto contra el agresor. Respuesta rápida: lo que les pasa a diario a tantas mujeres.
Imposible olvidar el beso no consentido que Luis Rubiales plantó en la boca a Jenni Hermoso para celebrar a su manera el campeonato del mundo o los intentos de su equipo para justificarlo sin escándalo. Podemos haber avanzado, alzar la voz contra las agresiones y defender posiciones, pero la peor masculinidad siempre “está reclamando a sus soldados”, como decía ayer la escritora Alana S. Portero a este periódico.
El machismo puede renacer y tomar cuerpo en nuevos jóvenes que se sienten desplazados y que anhelan recuperar el reino perdido, pero que sepan que, por el momento, ni futbolistas como Hermoso, ni presidentas como Sheinbaum, ni reinas de belleza como Bosch admitirán ya el dominio masculino sin contestación. Solo nos falta que millones más también puedan y logren alzar su voz. Bienvenidas.