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Tres razones por las que el catolicismo regresa

La combinación de jóvenes, ‘boomers’ y tecnología da a la práctica de la fe una nueva trascendencia pública

A pesar de que las estadísticas lleven años marcando una tendencia en sentido contrario, es muy probable que España esté comenzando a registrar un importante repunte en la práctica del catolicismo que más que un “revival” estético y público consiste en un movimiento silencioso, pero de mayor calado. Tres factores, entre otros, confluyen para hacerlo posible: la llegada de las generaciones del baby boom y X a edades en ...

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A pesar de que las estadísticas lleven años marcando una tendencia en sentido contrario, es muy probable que España esté comenzando a registrar un importante repunte en la práctica del catolicismo que más que un “revival” estético y público consiste en un movimiento silencioso, pero de mayor calado. Tres factores, entre otros, confluyen para hacerlo posible: la llegada de las generaciones del baby boom y X a edades en las que los estudios sociológicos tienen comprobado que la religiosidad aumenta; una revolución tecnológica que —con sus luces y sus sombras— multiplica el acceso a la formación, la oración y la comunidad; y una juventud que, paradójicamente, por no haber tenido prácticamente ningún contacto previo con el catolicismo, se acerca a él sin prejuicios y con curiosidad genuina.

Las grandes cohortes nacidas entre finales de los años 50 y los 70 —los baby boomers y comienzo de la generación X— están entrando en una etapa vital en la que las preguntas sobre el sentido de la existencia y la necesidad de comunidad cobran más peso. Según el Pew Research Center, en la mayoría de los países las personas mayores son más religiosas, y la práctica tiende a incrementarse a medida que se avanza en edad. Por ejemplo, en Estados Unidos, la mediana de edad de los cristianos alcanzó los 55 años en 2024, y la asistencia a la liturgia aumenta de manera significativa a partir de los 60 años. En España, donde la generación del baby boom es especialmente numerosa, este fenómeno puede constatarse ya en un incipiente crecimiento visible de la participación parroquial, el voluntariado y una vida litúrgica más activa que incluye la recuperación de prácticas de piedad caídas en desuso en las últimas décadas. Desde un punto de vista matemático no se trata solo de una cuestión de edad, sino también de volumen. Son muchas personas llegando al mismo tiempo a un momento vital donde el sentido de trascendencia vuelve a ser relevante en sus vidas.

El segundo gran motor del cambio es la tecnología. En los últimos años, y especialmente desde la pandemia, la Iglesia católica ha experimentado una auténtica transformación digital en todo el mundo. Lo que comenzó como una necesidad de emergencia —misas retransmitidas por YouTube, grupos de oración por Zoom, catequesis por WhatsApp— se ha convertido en una forma estable de presencia pastoral. Hoy, cualquier católico y en cualquier idioma puede acceder desde su teléfono a homilías, retiros, formación teológica y acompañamiento espiritual. El ejemplo paradigmático sin duda es la aplicación Hallow, creada en EE UU y disponible en más de 150 países. En pocos años ha alcanzado 14 millones de usuarios registrados y lleva contabilizadas más de mil millones de descargas de sus contenidos. En España —y siguiendo la estela de sus colegas estadounidenses que llevan varios años de ventaja— numerosos obispos y sacerdotes se han lanzado con éxito a lo que se conoce como evangelización digital. Sin embargo, este avance plantea un desafío inédito: el riesgo de los pastores a la carta. Es decir, la abundancia de opciones online permite a los fieles elegir sacerdotes, obispos o comunidades según sus preferencias ideológicas o estéticas alterando el orden jerárquico establecido. Sin embargo, los defensores del modelo argumentan que facilita la llegada a públicos muy distintos, desde los mayores que no pueden desplazarse hasta jóvenes que descubren la fe a través de TikTok, Spotify o YouTube.

El tercer factor es precisamente una juventud sin ideas preconcebidas respecto al catolicismo. En un país donde gran parte de los menores de 30 años no ha recibido formación religiosa significativa, el catolicismo se presenta como algo casi exótico. Según Pew Research, en EE UU solo el 45% de los jóvenes de 18 a 29 años se identifican como cristianos, y en Europa la cifra es todavía menor; pero esa ignorancia está siendo considerada como una oportunidad por una parte importante de la Iglesia. Al no haber crecido bajo un catolicismo social obligatorio, muchos jóvenes se acercan sin rechazo previo, atraídos por el testimonio personal, el silencio de la oración en una época de ruido o el mensaje ético.

Y a todo ello se suma la influencia cultural de un renovado interés por lo espiritual. En la última década han tenido una gran acogida películas, series y documentales de temática católica que han devuelto a la conversación pública preguntas sobre Dios desde diversos ángulos ya sean estos a favor o en contra. Los domingos es apenas el último ejemplo de títulos como Los dos Papas, El joven Papa, Jesús de Nazaret, The Chosen, Cónclave o Libres.

En este contexto, España se encuentra en una posición singular. La sociedad es inequívocamente secular —según Pew, solo el 23% de los europeos considera que la religión es “muy importante” en su vida—, pero las condiciones sociológicas, tecnológicas y culturales favorecen la posibilidad de un crecimiento real de la religiosidad en la esfera pública. No es casualidad que las diócesis con fuerte presencia digital o pastoral de adultos estén registrando un aumento de conversiones, cursos de formación y participación comunitaria. La madurez demográfica como base estable, la tecnología como red de difusión y una renovación juvenil comprometida apuntan a un cambio en el discurso público sobre el catolicismo en los próximos años.

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