Para Europa, 2028 debe ser el nuevo 1992
Es el momento de acelerar la integración de los mercados financieros para evitar convertirnos en una colonia de Wall Street
El año 2028, la fecha escogida por el Consejo Europeo la semana pasada para completar definitivamente el Mercado Único, podría convertirse en el nuevo 1992. Se trata de un reto difícil y exigente, pero también de la única vía posible para devolver impulso y fuerza al proyecto europeo.
La Europa del 92 fue la obra maestra política de Jacques Delors. La decisión de fijar una fecha —el 31 de diciembre de 1992— como límite para eliminar las fronteras interiores y hacer efectiva la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas dentro de la UE tuvo el poder de movilizar las ene...
El año 2028, la fecha escogida por el Consejo Europeo la semana pasada para completar definitivamente el Mercado Único, podría convertirse en el nuevo 1992. Se trata de un reto difícil y exigente, pero también de la única vía posible para devolver impulso y fuerza al proyecto europeo.
La Europa del 92 fue la obra maestra política de Jacques Delors. La decisión de fijar una fecha —el 31 de diciembre de 1992— como límite para eliminar las fronteras interiores y hacer efectiva la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas dentro de la UE tuvo el poder de movilizar las energías de todo el continente y de la sociedad europea en su conjunto en favor del Espacio Común de las cuatro libertades.
Sin esa fecha, ese compromiso colectivo y esa prolongada movilización, no se habría establecido el Mercado Único Europeo y, en consecuencia, no habríamos llegado a estar en condiciones de prescindir de las débiles monedas nacionales para construir el euro. Nuestra moneda única, respaldada hoy por la valoración favorable de cuatro de cada cinco europeos según el Eurobarómetro, representa en efecto un escudo fundamental en defensa de la economía europea.
Fue una obra maestra de Delors, pero los líderes nacionales —principalmente Kohl, Mitterrand, Andreotti y González— también resultaron decisivos al apostar con todas sus fuerzas por la integración y la eliminación de las barreras nacionales.
Desde entonces, la integración del Mercado Único, excluyendo el componente monetario, ha avanzado con excesiva lentitud. En parte debido a la reaparición de numerosas barreras nacionales, pero, sobre todo, por falta de voluntad para completar, por razones políticas, el Mercado Único en los sectores clave de la energía, la conectividad y los servicios financieros, que en consecuencia han permanecido esencialmente nacionales. Nuestra fragmentación en veintisiete, en estos campos, nos ha debilitado a todos ante la supremacía estadounidense y el avance de China, India y otras potencias emergentes.
Ha llegado el momento, si no es ya demasiado tarde, de completar por fin el Mercado Único en esos tres sectores clave y de añadir dos importantes objetivos transversales: la introducción de un vigésimo octavo régimen legal que simplifique un marco jurídico muy fragmentado, y el añadido, a las cuatro libertades históricas (bienes, servicios, capital y personas), de una quinta libertad, basada en la innovación, el conocimiento, la investigación y las competencias.
En particular, es el momento de acelerar la integración de los mercados financieros para evitar convertirnos, con nuestra fragmentación, en una colonia de Wall Street. La Comisión ha dado los primeros pasos importantes por la senda que lleva a una Unión del Ahorro y la Inversión y, al mismo tiempo, se ha formado una coalición de países favorables, a partir de una primera iniciativa del ministro español Carlos Cuerpo. Mantener la fragmentación de los mercados financieros europeos significa seguir asistiendo al éxodo de cientos de miles de millones de euros de ahorradores europeos invertidos fuera de Europa, principalmente en Estados Unidos. Unificar y expandir las dimensiones del mercado financiero europeo significa conservar nuestros ahorros en Europa y transformarlos en inversiones para los bienes públicos comunes que necesitamos, desde la innovación hasta el apoyo a las transiciones ecológica y digital.
Para completar definitivamente el Mercado Único Europeo, es necesario recuperar el método Delors y fijar, en torno a una fecha límite, un importante objetivo común, vinculante y movilizador.
En su discurso sobre el estado de la Unión del pasado 10 de septiembre, la presidenta Von der Leyen aceptó el método Delors y propuso la fecha de 2028. El Consejo Europeo de la semana pasada respaldó esa elección de 2028 y la incluyó formalmente en sus conclusiones finales.
Ahora ya no hay excusas. Ahora debemos actuar. La responsabilidad está en manos de la Comisión, de los gobiernos nacionales, del Parlamento Europeo y de la sociedad europea en su conjunto, empezando por los representantes de los interlocutores sociales, los sindicatos y las empresas.
La primera barrera que hay que superar es la de la concienciación. En este torbellino de constante agitación política internacional, son pocos quienes han reparado durante estos días en esta decisión europea. Debemos recordar que la clave del éxito de la Europa del 92 de Delors fue precisamente la concienciación y la movilización. Si 2028 sigue siendo un tema de debate solo para expertos, la operación está condenada al fracaso. Crear un compromiso amplio y compartido en torno a 2028, difundir información e involucrar a todos los sectores de la política, la economía y la sociedad parece ser la condición decisiva para lograrlo.
La segunda barrera, sin embargo, la constituye el espíritu falaz de la época, que parece ver en la soberanía nacional el principal instrumento para proteger a los ciudadanos y la economía. Lo cierto es que, frente a los gigantes estadounidenses y chinos, lo que nos salvará no será la soberanía nacional, demasiado pequeña, sino la soberanía europea. Encerrarnos en la defensa de la soberanía nacional, principalmente en conflicto con nuestros propios vecinos europeos, es la mejor manera de fortalecer el poder excesivo de estadounidenses y chinos, quienes, en última instancia, prefieren una Europa fragmentada y harán todo lo posible —basta con seguir el desarrollo de las guerras comerciales— para impedir una Europa más integrada.
Completar el Mercado Único para 2028, incluyendo la introducción del 28º ordenamiento jurídico y la quinta libertad, es la única manera de relanzarnos como europeos en el vasto mundo actual. Por el contrario, optar por la inercia será optar por el declive.
Los tres años que tenemos por delante hasta 2028 pueden y deben ser testigos de una extraordinaria movilización colectiva. Las instituciones europeas deberán identificar rápidamente una hoja de ruta clara y razonable para cada uno de los puntos clave del Mercado Único que han de completarse y compartirla con los Estados miembros.
Se trata de una oportunidad única, y todos juntos podemos lograrlo, como lo hicieron la Europa de Delors en 1992 y la Europa del euro. Si perdemos esta oportunidad y seguimos avanzando lentamente y por separado, la única opción que nos quedará será discutir sobre si, dentro de unos años, queremos ser una colonia estadounidense o una colonia china.