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Igualdad contra las mujeres

El Gobierno ha dejado que se pierda todo el capital feminista con el que llegó a La Moncloa

Desde mi condición de ciudadana y feminista me resulta harto difícil comprender la lógica del actual Ejecutivo en materia de igualdad. Son tantos los errores que ha cometido en este terreno que si alguien me dijera que tiene un enemigo infiltrado dedicado a dinamitar su acción de...

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Desde mi condición de ciudadana y feminista me resulta harto difícil comprender la lógica del actual Ejecutivo en materia de igualdad. Son tantos los errores que ha cometido en este terreno que si alguien me dijera que tiene un enemigo infiltrado dedicado a dinamitar su acción de gobierno me lo creería. Pero la realidad no es tan peliculera y no hay que buscar razones ocultas a la debacle: es por demérito propio que tropieza una y otra vez con la misma, fundamental y delicada piedra. No le ha hecho falta la intervención de ningún opositor ni enemigo, solo se han dejado perder todo el capital feminista con el que llegó a La Moncloa.

El movimiento por la igualdad en este país tiene unas bases muy sólidas que vienen de lejos, no es ni un postureo ni una reivindicación de identidad ni una fiesta de bailes y purpurinas para dar un toque de color al espectáculo de la política partidista. Esa base echa sus raíces en una realidad más oscura que eslóganes facilones y banderas huecas: la de las víctimas de la violencia y las asociaciones que las respaldan y las defienden y denuncian lo que está pasando y promueven cambios legislativos y sociales concretos para que no tengan que ser las mujeres solas las que se vean obligadas a afrontar esa terrible realidad. Por eso ha sido tan importante articular esa sororidad, ese reconocimiento público del sufrimiento que supone la violencia específica por razón de sexo.

Lo contrario al machismo asesino es el feminismo. Por la propuesta política que es pero también por ofrecer un territorio en el que las víctimas encuentran refugio, consuelo, protección y seguridad. Si Ana Redondo viniera de las bases del movimiento y no hubiera sido escogida siguiendo criterios partidistas (la lealtad incondicional a Sánchez ya sabemos que a día de hoy es un requisito imprescindible para acceder a las carteras ministeriales, por encima del conocimiento en la materia o de los propios principios), si tuviera una conexión más profunda con la realidad sabría que el error de las pulseras es imperdonable. Precisamente porque socava algo sagrado para cualquier mujer que escapa de la violencia: la confianza en las instituciones. Cuando se está saliendo de ese terrible pozo abaratar costes en elementos que son asideros de la supervivencia es un hecho de una enorme gravedad. Escucho con atención a la ministra dando explicaciones y solo saco una cosa en claro: que o no tiene ni la más remota idea de lo que estar en ese infierno o lo único que le importa es conservar la silla.

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