Detengan a ese algoritmo
Albania nombra una ministra creada por IA, y los jóvenes de Nepal derriban un Gobierno que les cerró las redes. Todo muy tentador
Poco o nada sabemos de Nepal, más allá de que Indiana Jones tuvo que emplearse a fondo contra agentes nazis muy malvados mientras buscaba un medallón fundamental para la humanidad en una trifulca en la que ardía el bar de su antigua novia y vibrábamos ante la gran pantalla. Ay, qué grande Indiana Jones. Pero no nos distraigamos.
Lo que acaba de poner a Nepal en el mapa de la actualidad es la revolución de la generación Z, sublevada contra un...
Poco o nada sabemos de Nepal, más allá de que Indiana Jones tuvo que emplearse a fondo contra agentes nazis muy malvados mientras buscaba un medallón fundamental para la humanidad en una trifulca en la que ardía el bar de su antigua novia y vibrábamos ante la gran pantalla. Ay, qué grande Indiana Jones. Pero no nos distraigamos.
Lo que acaba de poner a Nepal en el mapa de la actualidad es la revolución de la generación Z, sublevada contra un régimen corrupto que les había cerrado las redes. En solo unos días, los jóvenes han ganado, han logrado tumbar al primer ministro y recuperar sus redes, hasta el punto de que, tras largos debates y votaciones digitales, han impuesto a una nueva primera ministra, Sushila Karki, conocida por su decencia mientras presidió el Tribunal Supremo. Por el camino murieron decenas de manifestantes y ardió el hotel Hilton de verdad, no como el bar de Marion que solo vive en la ficción.
Todo esto ha coincidido con otra elección pasmosa, la de una nueva ministra creada por la Inteligencia Artificial en Albania. La idea es tentadora: ya que la corrupción campa a sus anchas, qué mejor que una ministra que no reciba sobres, que no viaje a paraísos fiscales ni reparta prostitutas como aquí han hecho nuestros corruptos. Diella, la nueva titular de Obras Públicas, ya ha declarado: “Es cierto que no tengo ciudadanía, pero tampoco tengo ambiciones ni intereses personales. Solo tengo datos, sed de conocimiento y algoritmos dedicados a servir a los ciudadanos de forma imparcial, transparente e incansable”. Interesante.
La trifulca que se armó en el Parlamento albanés fue potente, pero esta no acabó en llamas y el nuevo gabinete con la ministra virtual fue aprobado.
¿Será esa la solución? ¿Unos ministros que no enchufen a sus amantes para que paguemos sus sueldos con dinero público? ¿Unos jóvenes que elijan en Discord ―la plataforma de los gamers― a la mejor candidata y el Ejército se lo tenga que tragar?
Por un momento, podríamos ilusionarnos. Soñar con un primer ministro perfecto que sustituya, por ejemplo, a Netanyahu, que deje de matar y mentir. Pero luego recordaremos que también la IA está al servicio de sus bombas y que el Ejército israelí ataca lugares decididos por el algoritmo. O que Twitter se ha vuelto un campo de odio en manos de Elon Musk. Entonces también recordaremos que es el hombre, no la máquina, el que inocula el mal. Y, además, no podremos sentar en el banquillo a la Inteligencia Artificial como un día, tal vez, logremos con Netanyahu.