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La misión histórica de Sílvia Orriols

La irrupción de la líder de la formación ultraderechista nos permite saber que se puede ser nacionalista catalán y al mismo tiempo racista, xenófobo e islamófobo

La aparición de Aliança Catalana en las elecciones al Parlament del año pasado y su progresión desde entonces (el último barómetro del CEO le pronosticaba entre diez y once escaños en unas nuevas elecciones) ha hecho de los de Sílvia Orriols un actor prominente en nuestro paisaje político. Y eso que sólo tienen dos esc...

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La aparición de Aliança Catalana en las elecciones al Parlament del año pasado y su progresión desde entonces (el último barómetro del CEO le pronosticaba entre diez y once escaños en unas nuevas elecciones) ha hecho de los de Sílvia Orriols un actor prominente en nuestro paisaje político. Y eso que sólo tienen dos escaños en la cámara, pero su discurso racista e islamófobo se ha colado en el debate público, al calor de nuestros tiempos convulsos y rabiosos. Pero más allá de eso, Aliança Catalana cumple una función que ha tendido a pasar desapercibida, a pesar de que está llamada a modificar profundamente los equilibrios sobre los que se ha basado el sistema político catalán hasta ahora.

Tradicionalmente nuestro sistema se basa en un desequilibrio, consistente en asumir que los partidos nacionalistas catalanes, sólo por el hecho de serlo, no podían ser de derechas. El espacio de la derecha en Cataluña estaba reservado a los partidos españolistas. Así, los votantes de la CiU de Pujol se situaban en un espacio entre el centroizquierda y el centro (pueden acudir a la serie histórica de sondeos del ICPS para comprobarlo). Los votantes de AP y del PP a partir de los noventa, en cambio, se situaban claramente en el centroderecha, a pesar de que sus propuestas económicas y sociales no distaban mucho de las que implementaban los gobiernos de CiU. Estos estaban blindados de ser considerados (y de considerarse a sí mismos) “de derecha” por ser nacionalistas catalanes.

El procés llevó este silogismo al límite cuando los votantes de Junts se autosituaban en las estribaciones del espacio de la CUP, más a la izquierda que el voto a ERC, firmemente asentado en el centroizquierda. Así, el ser independentista te permitía sentirte casi de extrema izquierda, aunque apoyaras la eliminación del impuesto de sucesiones o te opusieras al aumento del salario mínimo. El sólo hecho de posicionarte contra España te permitía considerarte (y que te consideraran) un antisistema, casi un bolchevique. Es el caso del president más conservador desde 1980, Joaquim Torra, que lo fue gracias a la abstención de los diputados anticapitalistas de la CUP.

Pues bien, Sílvia Orriols ha llegado para corregir esa anomalía de nuestro sistema. Gracias a ella sabemos que se puede ser nacionalista catalán y al mismo tiempo racista, xenófobo e islamófobo. Es decir, de derecha. Según el último CEO, sus votantes se ubican nítidamente en el espacio de la derecha, en una posición muy similar a la del voto al PP y a Vox, a pesar de que la mayoría de los que votan a Aliança se defina como independentista, como los votantes de Junts.

Podría parecer un simple detalle, pero no lo es, y menos si tenemos en cuenta los vaticinios que sitúan a los de Orriols con una decena de escaños en el próximo Parlament, gracias en buena parte a su capacidad para arrastrar a antiguos votantes de Junts, que podrán seguir siendo nacionalistas catalanes y ser de derecha.

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