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La colega Leire Díez

Se supone que el mensajero no está de parte ni a sueldo de nadie, sino de la verdad, el derecho a la información y el servicio público

Quitémosle épica y lírica a lo que no la tiene. Todo el mundo con cierto callo en el oficio sabe que la base del periodismo de investigación es sencillísima. Alguien cabreado con alguien le sopla a un periodista de su cuerda o de la contraria, según le convenga, información relevante que perjudica al cabreante o beneficia al cabreado, o las dos cosas. O sea, un sujeto pretende usar a un mensajero para hundir la reputación de un tercero y/o salvar la propia. Fácil de entender, ¿no? Lo difícil, y trabajoso, viene luego. Porque se supone que el mensajero no está de parte ni a sueldo de uno ni de ...

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Quitémosle épica y lírica a lo que no la tiene. Todo el mundo con cierto callo en el oficio sabe que la base del periodismo de investigación es sencillísima. Alguien cabreado con alguien le sopla a un periodista de su cuerda o de la contraria, según le convenga, información relevante que perjudica al cabreante o beneficia al cabreado, o las dos cosas. O sea, un sujeto pretende usar a un mensajero para hundir la reputación de un tercero y/o salvar la propia. Fácil de entender, ¿no? Lo difícil, y trabajoso, viene luego. Porque se supone que el mensajero no está de parte ni a sueldo de uno ni de otro, sino de la verdad, el derecho a la información y el servicio público. Y ahí es donde el periodista, de investigación o de lo que sea, se retrata. El bueno intentará verificar y contrastar el soplo, tirará del hilo hasta que aguante y no publicará la historia hasta tenerla lo suficientemente atada para poder seguir soportando su jeta en el espejo. El malo tirará con lo que tenga, por burdo que sea, a mayor gloria de los clics y de su ego hasta que venga la querella, si viene, y si lo he publicado, no me acuerdo. Pues bien, entre unos y otros nos ha salido un tercer espécimen a mojarnos la oreja: la periodista fontanera, o viceversa.

Para explicar la filtración —recuerden: alguien quiere hundir a alguien— de un vídeo en el que se la escucha prometer favores del Gobierno a un empresario a cambio de información contra la UCO —recuerden: hundir culo ajeno para salvar el propio—, Leire Díez, militante socialista hasta hace cinco minutos, arguye que de fontanera del PSOE, nada, sino que lleva años investigando guerras sucias como periodista por su cuenta y riesgo y puro amor al oficio. Y vamos nosotros, que nos llamamos periodistas, y nos lo creemos. Lo dicho: podemos quitarle lírica y épica al asunto; lo que no podemos es negar el esperpento. El lunes se entregan los premios Berlanga del Humor en honor al cineasta que mejor retrató la flora y fauna ibérica de corruptores, corruptos, pícaros, primos y pringados necesarios. Estoy segura de que los ganadores se lo habrán ganado a pulso. La pena es que la colega Leire no concursara. Y que Berlanga no viva para contárnoslo.

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