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RED DE REDES

La operación cosmética de Eurovisión

El festival siempre ha sido un escaparate internacional, que ahora las redes han multiplicado

Con un traje de terciopelo azul celeste y una sonrisa que seguro que inspiró las carillas que luce todo hijo de La familia de la tele, Julio Iglesias triunfó en Eurovisión. Si no lo recuerdan, o si ni siquiera habían nacido, recuperen el vídeo. Participó en 1970 y quedó cuarto. Al escuchar Gwendolyne, una balada melódica dedicada a una novia (a la que dejó), cantada por nuestro crooner español, todavía joven y sin bótox, dan ganas de comprarse un vestido vaporoso blanco y pasear dando vueltas con los brazos en cruz por cualquier playa marbellí.

Pero no solo de pan y canciones ligeras vive el hombre. Ya en 1970, Eurovisión fue un asunto de vital importancia para España. Ignacio Peyró escribe en El español que enamoró al mundo (una biografía sobre Julio Iglesias publicada por Libros del Asteroide) que España se tomaba el concurso melódico con la “trascendencia, desde el punto de vista de la diplomacia, con el que otro tiempo se tomaba el Tratado de Tordesillas”. Franco necesitaba quedar bien ante Europa, ya que eso de la dictadura, por lo que fuese, no tenía toda la buena prensa deseada.

Más de medio siglo después, Eurovisión sigue siendo un escaparate al mundo, donde el peso de la geopolítica condiciona los resultados y la imagen de cualquier país, con un efecto multiplicador debido a las redes sociales. Ahí está el encendido debate en X sobre si Melody quedó antepenúltima porque su actuación no daba para más. O si en realidad el mensaje de apoyo de RTVE a Palestina por la masacre en Gaza le pasó factura.

“Frente a los derechos humanos, el silencio no es una opción. Paz y Justicia para Palestina”, rezaba el mensaje que sobreimpresionó en pantalla el canal público antes del inicio de la final. Pero no era la primera vez que RTVE se pronunciaba. En la segunda semifinal, disputada el jueves, los comentaristas recordaron al presentar a Israel las más de 50.000 víctimas civiles por los ataques en Gaza, de las que más de 15.000 son niños, según los datos de Naciones Unidas mencionados en su presentación. Ya entonces la Unión Europea de Radiodifusión (UER) amenazó al ente con sanciones.

Uno de los más rápidos en capitalizar la polémica en X ha sido el PP. “No es tu culpa, Melody. Tú lo hiciste muy bien, pero…”, tuiteó, con una foto de la artista acompañada del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Antes, la presidenta madrileña, Isabel Díaz-Ayuso, ya había criticado el “numerito de #EurovisionRTVE con Israel” y “la politización bochornosa” del ente público.

Envuelto en la polémica, Israel no desaprovechó su momento. Los últimos días ha dedicado la cuenta oficial estatal en X a informar casi exclusivamente del festival. Incluso su ministro de Asuntos de la Diáspora y Lucha contra el Antisemitismo, Amichai Chikli, del Likud, el partido de Netanyahu, tuiteó unas palabras a Sánchez: “Parece que los españoles han hablado y la bofetada la hemos escuchado aquí en Jerusalén”. Ironizaba así con el hecho de que Israel ganó los 12 puntos del televoto español, algo que RTVE solicitará que se investigue. Al final, el país quedó segundo tras Austria.

Este lunes, Sánchez dio la estocada final y directamente pidió que Israel no vuelva a participar en Eurovisión. En un paralelismo con Rusia, aseguró que si “nadie se había llevado las manos a la cabeza” por su veto después de la invasión de Ucrania, nadie debería escandalizarse si se hiciese lo mismo con Israel. El líder de Vox, Santiago Abascal, tachó de “cruel” a Sánchez por “abrazar al pueblo palestino”.

Y al final le tocó a la princesa del pueblo (Belén Esteban, ¿quién, si no?) llamar a las cosas por su nombre. “Lo dije por la tarde disfrazada de Salomé: dejar [sic] la política a un lado. Hay que valorar el arte, cómo como lo hizo. Yo si fuera España no me presentaría más al Festival de Eurovisión”. Amén.

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