Al abordaje, sabotaje
El Gobierno anuncia cambios decisivos sin consultar a los ciudadanos, pero les pregunta sobre decisiones de empresas privadas
No sorprende que el Gobierno distribuya en sus grupos de autoayuda la tesis de que las dificultades de los últimos lunes (apagón, caos ferroviario) se deben a actos de sabotaje. El Ejecutivo se presenta como protagonista y principal víctima, pero como en esta época hemos renunciado a las explicaciones sobrenaturales —por ejemplo: un enfado de Poseidón o el aterrizaje del Falcon en una necrópolis c...
No sorprende que el Gobierno distribuya en sus grupos de autoayuda la tesis de que las dificultades de los últimos lunes (apagón, caos ferroviario) se deben a actos de sabotaje. El Ejecutivo se presenta como protagonista y principal víctima, pero como en esta época hemos renunciado a las explicaciones sobrenaturales —por ejemplo: un enfado de Poseidón o el aterrizaje del Falcon en una necrópolis celtíbera—, hay que encontrar culpables en otra parte.
El manual de la Oficina de Servicios Estratégicos de Estados Unidos, el antecesor de la CIA, indicaba a los agentes cómo dar instrucciones para que los ciudadanos de países enemigos redujeran la producción en fábricas y oficinas. Las prácticas recomendadas (convocar reuniones inútiles, pedir informes, etc.) apenas se distinguen del funcionamiento normal de una oficina. La tendencia general es el autosabotaje, consciente o no, y más todavía en estos tiempos autorreferenciales. Un ejemplo es que el ministro más prestigioso del Gobierno defienda una consulta pública sobre la opa del BBVA al Banco Sabadell, con un formulario de Google donde se puede firmar con los nombres que usaba Bart Simpson para llamar al bar de Moe (Miss Partes, Al Cólico), y que ante el cachondeo general aclare que no es vinculante. El efecto es doble: la lección interna (¿creías que tú ibas a quedar de listo y todos los demás como regurgitadores de argumentarios ridículos?) y la innovación estilística: se gobierna sin presupuestos, se pretende legislar sin Parlamento y se anuncian cambios decisivos (amnistía, defensa, cupo) sin consultar a los ciudadanos, pero se les pregunta sobre decisiones de empresas privadas (no sobre las compañías participadas públicamente). Un ejemplo de autosabotaje de la justicia es el caso del fiscal general del Estado, novedoso en su campo aunque no en todos: recuerda a Leonid Rózogov, el cirujano ruso que se operó a sí mismo de apendicitis. En el PP, Carlos Mazón es un caso paradigmático de autosabotaje. Alentar explicaciones inverosímiles de ataques de hackers o cizallas también pertenece a esta categoría, porque mina la credibilidad del Gobierno y del país en general. Las comisiones de investigación parecen destinadas a diluir responsabilidades. No buscan reducir el número de hipótesis sino aumentar la incertidumbre, como cuando el hijo de Nasreddin Hodja encontró una cáscara en un nido y le preguntó a su padre cómo había podido salir el pájaro del huevo, y Nasreddin respondió que era muy buena pregunta, pero que lo que a él le intrigaba era saber cómo había podido entrar.