Fibra de poliéster
No hay nada que no sea rompible en este mundo; la historia de la humanidad es la historia de un roto
Todo es rompible: las piernas, las cabezas, las caderas, los jarrones… No hay nada que no sea rompible en este mundo. La historia de la humanidad es la historia de un roto. La del Cosmos también: los planetas, los astros, los asteroides, las simples piedras de la calle son pedazos de una mente hecha añicos. Hasta el Sol es un fragmento de algo que reventó (¿la energía?) cuando el accidente del Big Bang. Una de las primeras cosas q...
Todo es rompible: las piernas, las cabezas, las caderas, los jarrones… No hay nada que no sea rompible en este mundo. La historia de la humanidad es la historia de un roto. La del Cosmos también: los planetas, los astros, los asteroides, las simples piedras de la calle son pedazos de una mente hecha añicos. Hasta el Sol es un fragmento de algo que reventó (¿la energía?) cuando el accidente del Big Bang. Una de las primeras cosas que se rompen en la vida son los juguetes de los Reyes Magos. Los armarios de los hogares están llenos de viejos peluches con las cuencas oculares vacías. Los ojos de cristal cosidos en China, o donde quiera que se cosan, acaban desprendiéndose. Hay millones de peluches ciegos por doquier. Ositos o gatitos de felpa que te miran sin verte. A algunos se les descose también el vientre y pierden por la herida una masa intestinal que parece hecha de fibra de poliéster.
En cuanto a los muñecos articulados, la mayoría acaban perdiendo las extremidades. Se quedan sin piernas y sin brazos, convertidos en mero torso con la cabeza ladeada. Algunos siguen diciendo “mamá”: la llaman ahora con más razón que nunca. Pero los muñecos no tienen mamá que les consuele, pobres, han de hacerse cargo ellos mismos de sus propios quebrantos. Aprendemos enseguida que todo es rompible porque también nuestros padres se rompían al perder el trabajo o al no llegar a fin de mes o al escuchar una mala noticia por teléfono. Las peores roturas de los padres eran las del alma, que intentaban ocultar para no transmitir a los hijos el veneno del desamparo.
Se dice de alguien que “ha roto a llorar” cuando no ha sido capaz de contener las lágrimas. Las parejas se rompen como se rompen los espejos, y el mar, en las tormentas, ruge y ruge y se quiebra la espalda violentamente contra el acantilado. Todo se rompe (y todo se corrompe) y todo lo que se rompe (o se corrompe) duele. El dolor es un roto, un descosido.