¿Quién es el enemigo de la humanidad?
Lo más importante de la primera carta de la presidencia brasileña de la Cumbre del Clima no es lo que se dice, sino lo que no se dice
La palabra más importante de la primera carta al mundo del presidente de la COP30 es la que no está. El embajador brasileño André Corrêa do Lago ha hecho un doble mortal carpado de diplomacia y ha conseguido la proeza de no mencionar la palabra “petróleo”, el nombre del gigantesco jaguar en la habitación, en las 11 páginas (!) publicadas el 10 de marzo. No es fácil presidir una Cumbre del Clima en un país donde Lula da Silva quiere, a la vez, ser considerado un líder ecológico mundial y ...
La palabra más importante de la primera carta al mundo del presidente de la COP30 es la que no está. El embajador brasileño André Corrêa do Lago ha hecho un doble mortal carpado de diplomacia y ha conseguido la proeza de no mencionar la palabra “petróleo”, el nombre del gigantesco jaguar en la habitación, en las 11 páginas (!) publicadas el 10 de marzo. No es fácil presidir una Cumbre del Clima en un país donde Lula da Silva quiere, a la vez, ser considerado un líder ecológico mundial y abrir un nuevo frente de explotación de petróleo en la Amazonia, como si existiera un planeta en el que ambas cosas fueran compatibles. Los “combustibles fósiles” se mencionan una única vez, solo para señalar la necesidad de una transición energética, en una frase protocolaria. La mayor parte del texto insta a un “esfuerzo global” contra el cambio climático, presentado como el “enemigo común” de la humanidad.
Escrita para inspirar, la carta ha asustado a los movimientos de la sociedad civil no por lo que dice, sino por lo que no dice. La palabra “palanca” y sus derivados se utilizan 17 veces, basándose en la frase del físico y matemático griego Arquímedes: “Dadme una palanca lo suficientemente larga y un punto de apoyo, y moveré el mundo”. La COP30, que se celebrará en noviembre por primera vez en la Amazonia, en la ciudad de Belém do Pará, sería el punto de apoyo. Los “líderes y partes interesadas de todos los sectores de la sociedad” servirían de palanca.
El problema no es (solo) citar a un griego que nació en el año 282 antes de nuestra era en lugar de a uno de los grandes pensadores amazónicos, representantes de los pueblos originarios, que tiene frases antológicas sobre la “venganza de la Tierra”. Eso ya marcaría la diferencia de celebrar una cumbre sobre el clima en la mayor selva tropical del mundo y valorar a quienes la protegen con su propio cuerpo, a menudo a costa de su vida. Sin embargo, es mucho más preocupante la omisión casi total de lo que debería ser central en una carta que pretende mover los corazones y las mentes del mundo: el fin de los combustibles fósiles. Más grave aún es el ejercicio retórico que pone el cambio climático como el gran “enemigo común” que combatir.
Es muy fácil y conveniente poner el cambio climático como el gran villano que combatir. Como si fuera una entidad autónoma, con voluntad propia, una especie de monstruo mitológico, y no un fenómeno causado por las decisiones y acciones de personas. Y no cualquier persona, sino un grupo muy reducido de multimillonarios, accionistas mayoritarios de las corporaciones de combustibles fósiles, responsables de más del 70% de los gases que producen el calentamiento global, así como gobernantes y parlamentarios que se ponen a su servicio. Un estudio de Carbon Majors, una base de datos que analiza las emisiones de las petroleras, mostró que las 36 mayores empresas fueron responsables de casi la mitad de estas emisiones en 2023. Petrobras, la petrolera estatal brasileña, que presiona para abrir un nuevo frente de explotación de petróleo en la Amazonia, es una de ellas, con 412 millones de toneladas de dióxido de carbono emitidas ese año.
Sin identificar claramente quiénes son los principales villanos que amenazan la vida de la mayoría de las especies del planeta, incluida la humana, es difícil mover algo. Al optar por desplazar el enemigo de la minoría depredadora (la causadora) al cambio climático (el efecto de las acciones de este puñado de humanos), se producen otras omisiones graves. Como la que señala Geledés, una de las organizaciones antirracistas más antiguas e importantes de Brasil, que se ha manifestado con contundencia sobre la falta de reconocimiento del racismo medioambiental en la carta de la presidencia de la COP que se celebrará en un país donde el 56% de la población se declara negra.
Al crear una “humanidad” unida contra el cambio climático, la carta al mundo borra la desigualdad de raza, género, clase y especie. Sin este reconocimiento inequívoco, no hay manera de enfrentarse a nada. El embajador afirma que “cambiaremos por elección o por catástrofe”. Es imperioso que la presidencia de la COP30 entienda que la diplomacia también debe cambiar cuando la vida se ve amenazada por una minoría humana depredadora. La diplomacia del no decir pertenece a un mundo que ya no existe. Ahora tenemos que pronunciar todas las palabras clave y nombrar a los responsables. No tenemos tiempo para charletas de salón.