Dispuestos, indispuestos e incapaces
Las contradicciones de la coalición parlamentaria pro-Gobierno han aflorado respecto al gasto de defensa. Y el Gran Hermano europeo está observando.
El punto 1 de la agenda europea para la Nueva Era pasa por aumentar el gasto en defensa, incluso muy por encima del conocido 2 % del PIB. El punto 2 incorpora otras demandas, como una más estrecha coordinación en material e industria militares y, en general, una revisión a fondo de la estrategia de seguridad y la aceleración del tempo en la que hacer el esfuerzo ―ahora parece que las medidas específicas que debe presentar cada p...
El punto 1 de la agenda europea para la Nueva Era pasa por aumentar el gasto en defensa, incluso muy por encima del conocido 2 % del PIB. El punto 2 incorpora otras demandas, como una más estrecha coordinación en material e industria militares y, en general, una revisión a fondo de la estrategia de seguridad y la aceleración del tempo en la que hacer el esfuerzo ―ahora parece que las medidas específicas que debe presentar cada país deben estar sobre la mesa a lo largo del próximo mes―. Como habrá países con los que no se pueda contar, como la Hungría de Orbán, se habla ya de una “coalición de los dispuestos” (coalition of the willing), de países decididos a llevarla a cabo a toda costa. Vamos, pues, camino de algo así como una “geometría variable” en materia de seguridad, y no hace falta insistir en sus implicaciones para el futuro de la Unión y en las consecuencias que pueda tener para quien se quede fuera. Aparte de la pinza de Trump y Putin, si hemos llegado a esta situación es por la procrastinación colectiva en esta materia, así que no creo que haya mucha condescendencia para quienes a partir de ahora se dejen llevar por la anterior inercia.
Algunos pensamos que España debe estar dentro de esta coalición y nos consta que los dos grandes partidos la apoyan. O sea, que están “dispuestos”. Lo que no está tan claro es que sean “capaces” de ponerse de acuerdo para hacerlo. Interesante paradoja: ambos desean lo mismo, pero no quieren recurrir al otro para conseguirlo. Escaños les sobran, pero les falta altura de miras ante este momento decisivo para el continente. Ignoro lo que haría el PP si, llegada la ocasión, la aprobación de las medidas de defensa dependiera de sus votos; recuérdese el precedente de Fraga, que ante el referéndum de la OTAN optó por favorecer la abstención. Lo que sí está claro es lo que parece ser la estrategia del Gobierno: truquear con los números y partidas presupuestarias para apañar un arreglo que le permita no tener que depender de la oposición y cubrir así formalmente con el famoso 2%, aunque para cuando se alcance —¿en 2029?— ya se habrá quedado más que corto.
En cualquier caso, lo normal sería que dichas medidas se debatieran en el parlamento, y que todos nos enteremos de cómo respira cada cual y qué opciones tenemos. Más aún cuando estamos ante una situación que se presenta como existencial para el mundo libre. El problema es que también lo es para el propio Gobierno. No puede prescindir de sus socios de coalición, tan visceralmente contrarios a todo aumento en las partidas de defensa, y apoyarse sin más en el mayor partido de la oposición. Significaría su virtual ruptura. El PP le estará esperando además con una sonrisa condescendiente, aunque siga sin saber cómo desprenderse a su vez de los putinistas/trumpistas que tiene a su derecha.
Fuerte dilema, porque esta vez no hay salida fácil a las contradicciones internas que venían afectando a la coalición parlamentaria progubernamental. Ahora el Gran Hermano europeo estará observando con atención y espera una solución tan rápida como clara, así como un esfuerzo ajustado a nuestra dimensión económica. Después de lo visto el viernes en Alemania, no se entenderá que allí donde hay una mayoría matemática entre los partidos favorables a la posición formal europea esta se frustre por los automatismos de la política de confrontación y de regateo partidista. Menos aún si quienes se quedan rezagados —Italia está en una situación parecida— fueron también quienes más se beneficiaron de las políticas de solidaridad europea derivadas de la pandemia. Este desafío requiere algo más que mero tacticismo, exige recurrir a la política con mayúsculas.