De la violada de una ‘peli’ de Almodóvar a la de Boadella

La reacción de la víctima de la última obra del dramaturgo no desentona mucho de la frivolidad de la del cineasta. La involución nos persigue 45 años después

Uno de los carteles originales de la película 'Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón'.

En la película Pepi, Luci y Bom y otras chicas del montón, en una prehistoria arrebatadoramente pop del cine de Pedro Almodóvar, el personaje de Carmen Maura reacciona con frivolidad cuando sufre una violación: ya no podrá vender cara su virginidad.

Hoy parecería imposible llevar a escena una provocación semejante y menos aún convertirlo en comedia, como ocurre en esta película de 1980 en una España que la devoró en la ola de supuesta transgresión sexual que acompañó esa época sin reparar en los daños. Era otra sensibilidad. Veníamos del oscuro franquismo y nos habían frito el ce...

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En la película Pepi, Luci y Bom y otras chicas del montón, en una prehistoria arrebatadoramente pop del cine de Pedro Almodóvar, el personaje de Carmen Maura reacciona con frivolidad cuando sufre una violación: ya no podrá vender cara su virginidad.

Hoy parecería imposible llevar a escena una provocación semejante y menos aún convertirlo en comedia, como ocurre en esta película de 1980 en una España que la devoró en la ola de supuesta transgresión sexual que acompañó esa época sin reparar en los daños. Era otra sensibilidad. Veníamos del oscuro franquismo y nos habían frito el cerebro con películas procaces del destape donde las turistas suecas eran poco menos que gacelillas a las que los hombres estaban obligados a cazar en el bosque mientras babeábamos. A nuestro lado, en la admirada Francia, las violaciones caprichosas de menores por parte de seres geniales no eran mal vistas en una clase intelectual heredera de Mayo del 68. Todo está hoy en los libros.

Parecería imposible volver a colocar a una víctima en un contexto de frivolidad, decimos, pero no lo es, porque otra mujer violada protagoniza la última obra de Albert Boadella, esta vez sin comedia y con otro tipo de provocación. El dramaturgo nos ofrece, conforme a la interesante crónica de Raquel Vidales, a una mujer violada que decide rehacerse poniendo al mal tiempo buena cara y entregándose a los “hábitos vinculados a su condición femenina”. En fin.

Han pasado 45 años entre una y otra obra —ambas, de hombres— y hemos avanzado. La mayor parte de la población sabe que la violación no es una divertida transgresión sexual. Hoy nos enfadamos en masa contra una sentencia injusta contra la Manada o ante un interrogatorio como el que el juez propinó a Elisa Mouliaá, en el que trató mucho mejor al acusado (Errejón) que a la denunciante. Pero una parte importante de varones protagoniza un retroceso gravísimo que incluye las agresiones. Esto ocurre en 2025: un chat en Portugal servía a 66.000 hombres para compartir fotos no autorizadas y comentarios obscenos sobre mujeres. Otro foro destapado en Alemania era utilizado por 70.000 hombres para intercambiar consejos sobre sumisión química para violarlas. Sin hablar de los canales por los que fluye crecientemente el machismo en una revancha inmisericorde contra los avances de las mujeres.

Avanzamos, ergo reaccionan. Reaccionan, ergo retrocedemos. El pulso entre revolución e involución se tensa estos días hasta los últimos confines de lo conocido. Y la reacción de la violada de Boadella no desentona mucho de la frivolidad de Pepi, Luci y Bom... Seguro, con mucha menos gracia. Lástima todo. Y feliz 8 de marzo.

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