Un frente europeísta en Rumania
Los partidos defensores de la UE se unen en el Parlamento para impedir el acceso al poder de la extrema derecha prorrusa
Los partidos europeístas de Rumania han aprendido la lección de la injerencia rusa en las últimas elecciones presidenciales y del ascenso en las legislativas de la extrema derecha que simpatiza con el presidente de Rusia, Vladímir Putin. De ahí que cinco formaciones que suman una amplia mayoría —más del 65% de los escaños tanto en la Cámara de los Diputados como en el Senado tras las legislativas del 1 de diciembre — acordaron este miércoles establecer un cordón sanitario para cortar de raíz cualquier opción de los ultras de alcanzar el poder nombrando un primer ministro salido de sus filas.
La nueva alianza parlamentaria ha anunciado además que trabajará para presentar un único candidato bajo la bandera europea a las elecciones presidenciales, que deben celebrarse en la primavera de 2025 después de que el Tribunal Constitucional anulase el pasado viernes el resultado de la primera vuelta, celebrada, por azares del calendario, ocho días antes que las legislativas. En ella se impuso, contra todo pronóstico y tras una fulgurante campaña desarrollada básicamente en TikTok, Calin Georgescu, un candidato ultra sin partido al que según el alto tribunal habrían favorecido los “ataques híbridos rusos”.
En los comicios al Parlamento se recuperó la distribución de voto prevista antes de conocerse la injerencia del Kremlin y el gobernante Partido Social Demócrata (PSD) fue el más votado, con el 22% de los votos. Sin embargo, la ultranacionalista Alianza para la Unión de los Rumanos quedó apenas a cuatro puntos en una asamblea muy fragmentada y con creciente presencia extremista. La nueva entente europeísta permite a Rumania sortear de momento el cambio de rumbo que iba a alejarla de Bruselas para acercarla a Moscú.
La democracia rumana está pasando una difícil prueba de tensión geopolítica que desborda la política interior y hasta su pertenencia a la Unión Europea. Fueron los servicios secretos los que relevaron la injerencia en las elecciones presidenciales de un “actor estatal” extranjero que solo podía ser Rusia, como confirmó más tarde el Tribunal Constitucional, que se vio obligado a rectificar la primera convalidación que había hecho de los resultados.
Si es del interés de todos los países de la UE alejar de sus gobiernos a las fuerzas que defienden valores contrarios a los que sostienen la Unión, más conviene a Bucarest, pieza crucial en el tablero geopolítico continental y, sobre todo, en la confrontación bélica motivada por la resistencia de su vecina Ucrania a la invasión rusa. Además de contar con bases de la OTAN e instalaciones antimisiles en su territorio, Rumania es un eslabón imprescindible para mantener el flujo del comercio de trigo ucranio y constituye —junto a otra de sus vecinas, Moldavia— el flanco europeo más sensible ante las acciones desestabilizadoras de la guerra híbrida promovida por Putin.
Hay, pues, que celebrar el acuerdo de los europeístas rumanos —todo un ejemplo para sus pares en los Veintisiete y en la propia Eurocámara—, tanto para gobernar ahora como para tratar de mantener la presidencia de la república alejada en el futuro próximo del totalitarismo expansionista de Moscú y fiel a los valores democráticos de Bruselas.