Un mundo en vilo por Estados Unidos

Kamala Harris es la última barrera frente a la transformación de la democracia estadounidense en el reino de Trump

Una mujer deposita su voto por correo en una urna en un centro comunitario de Las Vegas (Nevada).Sam Morris (AP)

Termina hoy una campaña electoral para la que se han agotado todos los adjetivos y todos los superlativos. Estados Unidos acude a votar este martes después de haber presenciado la carrera electoral más larga, la más costosa, y también la más accidentada y violenta que se recuerda. Y con la conciencia de que los pronósticos son los más ajustados y el resultado, el más trascendental. Como en cada elección estadounidense, el mundo contiene el aliento.

Cualquier gran movimiento institucional en EE UU tiene consecuencias durante años más allá de sus fronteras, pero en esta ocasión contribuye a la ansiedad la convicción de que la política ha dejado de ser una disputa ideológica sobre prioridades de gestión —por agria y descarnada que sea— para convertirse en una lucha existencial por los principios que sostienen las democracias occidentales tal como las conocemos.

Donald Trump, de 79 años, se presenta por tercera vez como candidato republicano. Lo hace tras haber secuestrado por completo a la derecha de su país, cuyos elementos más institucionales han sido incapaces de descabalgarlo de un liderazgo basado no en capacidad, sino en un mesianismo fanático en el que millones de estadounidenses han encontrado su razón de vivir. Sobre esa base ganó inesperadamente la presidencia y, entre 2017 y 2021, demolió todas las tradiciones democráticas que envolvían las instituciones, y desplegó el programa más cruel y nativista en materias como inmigración o derechos reproductivos. Finalmente, alentó una insurrección entre sus partidarios. Nadie podía imaginar que la resistencia de las instituciones tras el asalto al Capitolio de 2021 fuera solo temporal. No cabe esperar de él más que una versión reforzada de lo mismo.

Que Trump haya sobrevivido políticamente a algo así, además de a cuatro procesos judiciales —en uno de los cuales ya ha sido condenado—, y que incluso tenga posibilidades de ganar de nuevo, indica que ya no es una anomalía en la política estadounidense. Trump y el trumpismo ya forman parte del sistema. Representa la deriva hacia la autocracia, el caudillismo y la eliminación de contrapesos incómodos. EE UU es la democracia con la que se comparan las democracias, y la victoria de Trump sería la confirmación de que vienen tiempos oscuros.

La vicepresidenta Kamala Harris, de 60 años, tiene la enorme responsabilidad de repetir la victoria de Joe Biden, que frenó esa deriva hace cuatro años para reconstruir la política en lo posible. Todas las razones que tuvieron 81 millones de estadounidenses para votar a Biden siguen siendo válidas, y deberían ser suficientes para hacer historia además con la primera mujer presidenta. Harris ha apelado con razón al momento histórico en el que sus compatriotas no deben decidir entre un voto de derecha o de izquierda, sino por el sistema o contra el sistema.

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