Gordas contaminantes

Vivimos en una sociedad de consumo donde se puede comprar de todo, pero resulta que a las gordas se nos priva de la posibilidad de entrar en una tienda, escoger un artículo, probárnoslo y comprarlo si es de nuestro agrado

Modelos durante la semana de la moda de Milán, el 21 de septiembre.Victor VIRGILE (Gamma-Rapho via Getty Images)

Aviso importante: este problema del que voy a hablar es un problema del primer mundo. Pero como es aquí donde vivimos y donde nos fastidian por no ser esqueletos andantes, y como además somos seres sociales que tenemos la costumbre de andar vestidos por los sitios y no podemos ir como el rapero Morad en chándal a todas partes, se hace necesario volver a tratar este insidioso asunto. El malestar que nos provoca a muchas mujeres el no poder comprar ropa que se ajuste a nuestras medidas es real, quita mucha energía, dinero y a menudo acaba con toda nuestra paciencia. A ver, que vivimos en una soc...

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Aviso importante: este problema del que voy a hablar es un problema del primer mundo. Pero como es aquí donde vivimos y donde nos fastidian por no ser esqueletos andantes, y como además somos seres sociales que tenemos la costumbre de andar vestidos por los sitios y no podemos ir como el rapero Morad en chándal a todas partes, se hace necesario volver a tratar este insidioso asunto. El malestar que nos provoca a muchas mujeres el no poder comprar ropa que se ajuste a nuestras medidas es real, quita mucha energía, dinero y a menudo acaba con toda nuestra paciencia. A ver, que vivimos en una sociedad de consumo donde se puede comprar de todo y el mercado está diversificado hasta el infinito, pero resulta que a las gordas se nos priva de la posibilidad de entrar en una tienda, escoger un artículo, probárnoslo y comprarlo si es de nuestro agrado.

Me dirán que exagero, que hoy en día hay infinidad de opciones, más después de la explosión del body positive y la inclusividad y toda esa retórica, pero intenten encontrar una talla por encima de la 42 en cualquier cadena de ropa de las muchas que hay en las ciudades de Occidente. Tanta tela no la tienen en ningún lado, un par de centímetros parece ser que es un gasto demasiado grande como para que las empresas puedan añadirlos, prefieren que nos asfixiemos al intentar meternos en un vestido o unos pantalones. Como mucho dispondrán de algunos modelos “plus” o “curvyonline, no vaya a ser que los establecimientos tan chics y diáfanos se les llenen de gordas sudorosas. Así que no nos queda otra: estamos obligadas a comprar de forma virtual y luego ya se verá si el producto se ajusta o no a nuestras dimensiones y preferencias.

La última vez que entré en una tienda digital me salió un aviso: billones de devoluciones de ropa están matando el planeta. A ver: que sois vosotros los que me obligáis a comprar por esta vía y ahora va a ser culpa mía que aumente el CO₂. Y parece ser que a muchas mujeres que compran en webs de moda ultrarápida, generosas con las tallas, se les recrimina el hecho de que escojan marcas tan poco sostenibles. Al pecado capital de ser unas holgazanas incapaces de meterse en cintura, al de zampar patatas fritas como decía el difunto Lagerfeld, de no tener control ni disciplina y cometer el delito de ser mujeres con pechos y caderas y esos osados atributos femeninos se nos cargará ahora también con la responsabilidad del cambio climático. ¿Qué quieren? ¿Qué nos compremos un burka, una chilaba o que no salgamos de casa para no molestar?

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