Las Ideas

Las democracias no deben aparcar sus inquietudes. Mejor llenar las plazas para hablar de una cultura que convierta las quejas en la imaginación de un futuro mejor

Un escenario del Festival de las Ideas, en la puerta del Sol de Madrid.Samuel Sánchez

Esta semana pasada se celebró en Madrid el Festival de las Ideas. Los organizadores, el Círculo de Bellas Artes y La Fábrica, consiguieron llenar de público no sólo los salones de actos, sino también la plaza de España. Tuve la suerte de conversar allí con Raquel Lanseros y María José Bruña sobre poesía, sobre todo lo que cabe en las palabras. En la palabra plaza, por ejemplo, cabe la obsesión por los aparcami...

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Esta semana pasada se celebró en Madrid el Festival de las Ideas. Los organizadores, el Círculo de Bellas Artes y La Fábrica, consiguieron llenar de público no sólo los salones de actos, sino también la plaza de España. Tuve la suerte de conversar allí con Raquel Lanseros y María José Bruña sobre poesía, sobre todo lo que cabe en las palabras. En la palabra plaza, por ejemplo, cabe la obsesión por los aparcamientos, el deseo de hacer negocio con un parking, aunque haya que talar los árboles del barrio. Y cabe también una corrida de toros, una lucha entre la vida y la muerte con vehemencia de identidades y pases de pecho. El Festival de las Ideas quiso hacer de la plaza de España un ágora para conversar sobre los peligros de un mundo sin valores, las sociedades que revuelven sus emociones contra la democracia y las fobias que provoca una promesa incumplida en el tiempo gris del malestar.

Las democracias no deben dejar aparcadas sus inquietudes, ni aceptar los engaños de las muletas. Mejor llenar las plazas con mucha gente de distintas generaciones para hablar de una cultura que convierta las quejas en la imaginación de un futuro mejor, más limpio. Los diálogos generacionales son más necesarios que nunca en esta existencia de prisas, con desapariciones de la memoria y olvidos del porvenir. Aunque no lo sepan, van de la mano los jóvenes adánicos y los viejos cascarrabias. Aquellos que no quieren recibir ninguna herencia del pasado se parecen mucho a los que niegan el paso del tiempo, la existencia de un mundo nuevo más allá de sus viejos poderes y sus prebendas.

Pensar la democracia es citarse en un ágora, preguntar desde el presente por las realidades del futuro. Todo lo contrario hacen los que se sitúan en su pasado o en su futuro para decirnos cómo debe ser el presente. Importa mucho saber desde hoy lo que cabe en palabras como igualdad, libertad, fraternidad, periodismo y dictadura.

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