El juego del tres en raya

Ante mi incapacidad para crear personajes imaginarios creíbles, a la hora de hacer literatura me he servido a veces de figuras de la vida real que parecían de ficción

La duquesa de Alba, Cayetana Fitz-James Stuart, charla con Carmen Díez de Rivera el día de su boda con Jesús Aguirre, en marzo de 1978 en el Palacio de Liria en Madrid.Marisa Flórez

Ante mi incapacidad para crear personajes imaginarios creíbles, a la hora de hacer literatura me he servido a veces de figuras de la vida real que parecían entes de ficción. La historia de Jesús Aguirre, hijo natural, cura secularizado, que acabó siendo duque de Alba, constituía un material de novela difícil de superar. Bastaba con soplarle un poco de aliento como hizo Dios con el barro de Adán y dejar que hablara, que se moviera a su aire y seguir de cerca sus pasos, la manera con que atravesaba con ...

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Ante mi incapacidad para crear personajes imaginarios creíbles, a la hora de hacer literatura me he servido a veces de figuras de la vida real que parecían entes de ficción. La historia de Jesús Aguirre, hijo natural, cura secularizado, que acabó siendo duque de Alba, constituía un material de novela difícil de superar. Bastaba con soplarle un poco de aliento como hizo Dios con el barro de Adán y dejar que hablara, que se moviera a su aire y seguir de cerca sus pasos, la manera con que atravesaba con sumo desparpajo todos los estamentos de la alta sociedad para que su simple biografía constituyera una inmejorable forma de entender medio siglo de la Historia de España. Sucedía lo mismo con la figura de Adolfo Suárez, un político que cumplió con la audacia de un corsario el encargo real de traer la libertad y la democracia a este país. Desde los sótanos del Movimiento Nacional se puso al frente de esa aventura, pero antes tuvo que limpiar las cuadras del franquismo bajo el desprecio y la granizada de insultos, a derecha e izquierda, que soportó con un valor desmedido. Un día perdió la memoria y el hecho de que muriera ignorando su propia hazaña lo convirtió en un personaje literario. Fue como se cuenta de Alejandro el Magno, quien vencido en una supuesta batalla, su ejército se dispersó, y, perdido en un bosque después de muchos años, hecho un mendigo, llegó a una ciudad en cuyo mercado la gente usaba una moneda acuñada con su rostro. Tomó una en sus manos y dijo: “Esta es una moneda de cuando yo era Alejandro el Magno”. Hubo una vez un político aventurero que trajo la democracia al España; hubo una vez un rey que en mitad de la gloria arrojó su corona a la basura; hubo una vez una mujer rubia que jugó con ellos al tres en raya. Llegará un día en que el rey Juan Carlos, Adolfo Suárez y Carmen Díez de Rivera serán simples siluetas fantasmales de la historia, y en ese juego del tres en raya será difícil adivinar si fueron de ficción o fueron reales.

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