‘Fancam’, la campaña de la gente corriente

Los mensajes políticos más auténticos que estamos descubriendo estos meses en las redes sociales no se cocinan en los despachos de los gurús del ‘marketing’ digital, sino que nacen de los ciudadanos de a pie

OLIVIER DOULIERY (AFP)

El último sobresalto que nos han deparado las redes sociales en materia de comunicación política procede de un estudio del Instituto para el Diálogo Estratégico (ISD) que acaba de documentar cómo el algoritmo de recomendación de TikTok es un aliado providencial para redes de neonazis y supremacistas en la difusión de su propaganda y la captación de nuevos miembros. La investigación se centra en el análisis de 200 cuentas ultras que replican el mismo contenido, se siguen unas a otras, comparten publicaciones similares, explotan la capacidad viralizadora de la plataforma y eluden los sistemas de moderación al cambiar ligeramente las letras de algunos términos sensibles. Como destacan los autores del estudio, TikTok hace gala de una sorprendente falta de reactividad a la hora de acabar con la red ultra. Lejos de abordar el problema en su conjunto, se limita a suspender algunas cuentas que rápidamente se replican en otras iguales.

Sin embargo, resulta paradójico que, mientras el odio instala a una parte de la juventud en ideologías extremas que creíamos del pasado, también los sentimientos en positivo emergen como una alternativa cohesionadora para la política en TikTok. Se trata de la fancam, la revuelta de los usuarios anónimos. Las campañas políticas más auténticas que estamos descubriendo estos meses en las redes sociales no se cocinan en los despachos de los gurús del marketing digital, sino que nacen de la gente de a pie. En virtud del fenómeno fancam, los simpatizantes de un partido, un candidato o una idea dan forma a una campaña electoral “paralela”. Sus publicaciones contienen todos los códigos que las convierten en positivas y virales: el uso de vídeo, una edición sencilla con imágenes del candidato, un punto de humor y el apoyo de una música pegadiza que es tendencia. Es decir, algo relativamente sencillo para los millones de usuarios de redes sociales que llevan años acumulando destreza y creatividad narrativas. El movimiento es espontáneo, emerge inicialmente fuera de las estructuras y directrices de partido y acaba ocupando una parte de la conversación política reservada hasta ahora a los actores del matonismo en las redes sociales.

En Francia, el fenómeno fancam consiguió movilizar, el pasado junio, a una parte del electorado de izquierda tras la victoria en los comicios europeos del partido ultra Reagrupamiento Nacional, lo que llevó al presidente Emmanuel Macron a convocar elecciones legislativas anticipadas. Un ejército de usuarios anónimos, preocupados ante la perspectiva de un Gobierno de extrema derecha, volcaron en TikTok, X e Instagram numerosos montajes de vídeo con imágenes divertidas o humorísticas de los candidatos de los partidos que se unieron en el Nuevo Frente Popular. De esta manera consiguieron generar una nueva comunidad digital y restar protagonismo a Jordan Bardella, el candidato del partido de Le Pen, que durante años ha trabajado concienzudamente su imagen en TikTok, donde atesora dos millones de seguidores.

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Quien tenga alguna duda de cómo el fancam, a caballo entre la cultura pop y la política, es capaz de acelerar decisivamente las dinámicas de la campaña de un candidato, puede darse una vuelta por las poderosas redes de apoyo a Kamala Harris que miles de ciudadanos estadounidenses, en su mayoría mujeres, están tejiendo en TikTok o Instagram desde que el pasado 22 de julio el presidente Biden renunciase a ser candidato. Los primeros compases de la campaña de Harris nos permiten descubrir cómo empiezan a generarse sinergias digitales entre la vicepresidenta candidata y muchas comunidades, como las legiones de seguidoras de la estrella Taylor Swift. Así ha sucedido con el recién creado Swifties por Harris, un movimiento que pretende aprovechar todas su fuerza movilizadora para apoyar a la candidata demócrata y convertirse en una sede electoral más.

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