En Barcelona

La reunión de directores del Instituto Cervantes arranca este lunes en la capital catalana

Barcelona, desde el mirador de la Carretera de Vallvidera.Joan Sánchez

Este lunes se inaugura en Barcelona la reunión anual de directores del Instituto Cervantes. Una reunión, puedo escribir también, de Barcelona, por el número significativo de directores catalanes que ordenan los Cervantes, por ejemplo, en Nueva Delhi, Londres, Varsovia, Shanghái, Belgrado, Viena o Brasilia. La Biblioteca en Palermo lleva el nombre de Salvador Espriu, y Jaime Gil de Biedma da el suyo a la de Alejandría. Frances Boix a la de Orán, Ana María Matute a la de Casablanca y Eduardo Mendoza a la de Cracovia. ...

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Este lunes se inaugura en Barcelona la reunión anual de directores del Instituto Cervantes. Una reunión, puedo escribir también, de Barcelona, por el número significativo de directores catalanes que ordenan los Cervantes, por ejemplo, en Nueva Delhi, Londres, Varsovia, Shanghái, Belgrado, Viena o Brasilia. La Biblioteca en Palermo lleva el nombre de Salvador Espriu, y Jaime Gil de Biedma da el suyo a la de Alejandría. Frances Boix a la de Orán, Ana María Matute a la de Casablanca y Eduardo Mendoza a la de Cracovia. Puedo escribir también que se trata de una reunión por Barcelona. Es una alegría necesaria defender al mismo tiempo la importancia de la cultura en catalán y recordar que Barcelona ha sido a lo largo de los años una de nuestras grandes capitales culturales junto a Buenos Aires, México, Madrid…

Como estudiaron Martín de Riquer, Francisco Rico, Carme Riera y Aurora Egido, había motivos para que Cervantes escribiese que Barcelona era “flor de las bellas ciudades del mundo” y para que la definiese así: “Archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades”. Doy fe de la amistad en recuerdo de Carlos Barral, Juan Marsé, Rosa Regás, Terenci Moix y Joan Margarit. Me gusta llenar esta columna de nombres, aunque son más los que dejo de citar.

Puedo dar fe también de las venganzas. Cuando quedó al descubierto la corrupción que estaba envenenando los servicios públicos de Cataluña y Madrid, los mandarines aludidos no encontraron mejor estrategia que la de ofenderse mutuamente, convirtiendo las ideas legítimas en un proceso de ruidos enmascaradores. Tiempo ya casi pasado, por fortuna. Me alegra que la hospitalidad y la cortesía vuelvan a ser protagonistas en Barcelona, flor de las bellas ciudades del mundo y un punto de encuentro de nuestra diversidad. Ahora falta Madrid.

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